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Entreviñetas con Carla Berrocal

Por Luis Daza.

Carla Berrocal (Madrid, 1983) es la punta de lanza de las nuevas generaciones de dibujantes de cómics. Ha conseguido en no mucho tiempo una madurez y un nivel gráfico poco habitual para su juventud.

Después de muchas colaboraciones en cómic, diseño, ilustración y libros con otros guionistas, por fin se ha lanzado a escribir y dibujar su primera novela gráfica como única autora: El Brujo. Una sugerente historia de brujería siguiendo la estela de la tradición chilena. El resultado es un libro que te sorprende gratamente a cada vuelta de página. Una deliciosa montaña rusa gráfica al servicio de una sólida historia. Obra maestra llena de talento imprescindible para gourmets de la plástica.

Los tres años que le ha dedicado han merecido la pena.

L.- Tanto tiempo para una obra supongo que será duro y que habrás tenido momentos de sufrimiento.

C.- Claro, en concreto hay una página de El Brujo con la que sufrí muchísimo, la tuve que repetir tres o cuatro veces. Una barbaridad. Aunque también hay momentos de mucha satisfacción, donde te dices a ti misma: ¡Qué bonito me ha quedado! ¡Qué contenta estoy de como está saliendo! Los dibujantes de cómics somos un poco masocas, nos gusta sufrir, pero también tenemos facilidad de salir a flote de ese sufrimiento, es como subir una pendiente que cada vez se hace mas cuesta arriba y consigues llegar a la cima y a partir de ahí ya todo es fácil cuesta abajo y de repente otra vez vuelve a complicarse y a volver a subir una pendiente. Así es constantemente, como una lucha contigo misma.

L.- Supongo que en parte es por ser un trabajo solitario.

C.- En efecto. Estás en tu estudio tú sola, con todo tipo de dudas preguntándote si lo que estás haciendo transmite o no lo que quieres decir, pero una vez que la obra se acaba desaparecen las dudas y se supera todo.

L.- ¿Es el momento en el que todo cobra sentido?

Así es. La mayor satisfacción es ver tu obra editada. Cuando llega un paquete con los primero libros a casa y lo abres. En ese momento todo ese esfuerzo, todos esos plazos insoportables, todo ese tiempo, las comidas de tarro, todo eso desaparece. Lo que nos pasa a los dibujantes de cómics es que nos falla la memoria, lo pasamos fatal, pero en el momento que editamos se nos olvida, y una vez que se nos olvida tenemos ganas de empezar otra vez. Yo me acuerdo cuando recibí en casa el paquete de El Brujo y me dije a mi misma: Ya está, ¡el camino se ha acabado! La edición te gusta y la gente empieza a responder. Ese momento es maravilloso.

L.- Siempre que el resultado sea de tu agrado.

C.- Sí, es fundamental estar satisfecho con tu obra, pero es más importante estar satisfecho con uno mismo.

L.- ¿Recuerdas tu primer contacto con el mundo del cómic?

C.- Eso nunca se olvida. La primera obra que me impresionó fue un cómic de Lobezno. Una tarde que estaba aburrida y mi padre me dio dinero para que me comprase algo en la papelería del barrio. Ahí descubrí el cómic, pero no ha sido hasta mucho mas tarde, casi recientemente, cuando he descubierto la autentica dimensión de lo que puede llegar a dar de si como medio de expresión. Y ha sido leyendo a los clásicos, gente como Pratt, Crane, Caniff..

L.- ¿Y en que momento te das cuenta que vales para esto?

C.- Nunca lo sabes. Siempre te estás cuestionando si vales o no vales. Yo creo que forma parte de la esencia de un dibujante estar siempre con la duda, eso y buscar nuevas formas de expresión. Nunca estás seguro de ti. Solo puedes empezar a estarlo cuando ocurren dos cosas: Una, tu propio convencimiento, y, otra, llegar a conseguir que algún lector se emocione con tu obra y te lo haga saber. Esos dos factores son los que hacen que empieces a pensar que vas por buen camino.

L.- ¿Crees que el lector siempre entiende bien tu obra?

C.- Seguramente no, nadie va a comprender la obra como el autor quiere. Cada lector es una aproximación distinta pero la única persona que puede saber lo que realmente quieres decir eres tú. Puede haber grandes aproximaciones pero no creo que nadie pueda entender del todo la intensidad ni el porqué de cada cosa.

L.- ¿Y eso es frustrante?

C.- Al revés, es algo bonito. Si no dejaras dudas el lector probablemente se aburriría pero si dejas dudas invitas a la reflexión y eso es importante, porque si no es así tu obra pasa totalmente desapercibida. Si la obra no te hace pensar o no consigue dejarte por dentro un come-come tu obra se olvida.

L.- En tu caso ¿qué pesa más, el dibujo o la historia?

C.- Tiene que haber un poco de equilibrio. Por un lado el dibujo tiene que ser lo suficientemente bueno y que merezca la pena y la historia tiene que conseguir esa reflexión que comentábamos antes. Un gran dibujo con un guión que no diga nada deja indiferente. Es fundamental un equilibrio entra la plástica y la historia.

L.- Qué piensas del estilo: ¿Es un medio o un fin?

C.- Yo soy de la teoría de que cuantos mas estilos se tengan y puedas adaptarte a ellos manteniendo tu firma, mucho mejor. A nivel profesional es lo ideal. Hay gente que cree que solo eres un artista completo si tienes un estilo muy definido y si eres muy reconocible. Yo no se si soy muy reconocible o no pero lo que si que intento es pasármelo bien. Si tengo que hacer algo para niños intento buscar la parte infantil de mi estilo que se adapte más y jugar, sobre todo jugar. Creo que estoy en un momento que me apetece eso, jugar y pasármelo bien trabajando. Me da la sensación de que cuando tienes un estilo es más aburrido. Tener un estilo abierto te da posibilidad de poder jugar, probar cosas nuevas y experimentar y eso enriquece el trabajo.

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