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No te signifiques (26)

Por Jorge Díaz.

Ésta es mi columna número 26 en Culturamas. Es quincenal, luego debería estar cumpliendo un año, pero me tomé vacaciones en agosto, así que en realidad llevo algo más. ¿Qué quiero contar con esto?

–          Que todo el mundo se tendría que haber dado cuenta de tu mal carácter…

–          Cierto, pero algo más.

Os ayudo: que hemos entrado en un bucle, las situaciones se repiten.

–          ¿Te has quedado sin temas?

–          No, pero voy a hacer inventario. Es bonito echar la vista atrás y dejar que nos invada la nostalgia en los aniversarios.

Por ejemplo, hablé de los músicos callejeros y sus acordeones. Parece que este año hay menos, pero el otro día, en las terrazas de la plaza de Ramales, junto a la plaza de Oriente para los que no sean de Madrid, había cola. Se veían más acordeones que clientes. No se renueva el repertorio, tocaban, igual que el año pasado, los grandes hits de la escuela centroeuropea del acordeón: “es la historia de un amor como no hay otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal”, “cantinero de Cuba, Cuba, Cuba, sólo bebe aguardiente para olvidar” y “estoy sintiendo tu perfume embriagador y tus palabras susurrar a media voz”. Gracias a ellos son tres canciones que forman la banda sonora de mi vida. En la terraza de debajo de mi casa también tienen éxito, las escucho desde mi salón a diario. El músico que interpretaba con el oboe Rapsodia Azul (o triste, no sé cómo se traduce) este año no ha aparecido. Lástima, era distinto.

–          ¿Te gustaría que lo hiciera?

–          La verdad es que no.

–          Se te ve melómano.

–          No fue la naturaleza generosa conmigo en ese aspecto.

Se multiplican también los grupos compuestos por varios artistas, quizá inspirados en los grupos mejicanos de la Puerta del Sol – ojalá Adelita se hubiera ido con otro y el tipo que canta la hubiera seguido por tierra y por mar en lugar de contarnos lo que haría durante los siguientes cincuenta o cien años –.

Estos novedosos grupos, no los mejicanos, los otros, poseen todo tipo de instrumentos estridentes: guitarras, acordeones, trompetas, violonchelos… Su look no es sofisticado, para qué vamos a engañarnos, los instrumentos de madera los llevan sin barnizar, parecen de contrachapado, suenan en consecuencia… Su especialidad es “when the saints go marching in” y demás himnos del estilo. Me preocupa que tengan que repartir los beneficios entre tanta gente.

–          ¿Les das mucho?

–          Nunca. Pero vamos, que a los Rolling Stones tampoco les doy y se lo merecen más.

Un año de suerte, sin embargo, con los grafiteros. Quizá sea la única consecuencia favorable de la crisis económica: los botes de pintura en aerosol se han convertido en objetos de lujo. El muy imbécil de Polifemo, el que llenó mi calle de firmas el año pasado, no ha vuelto. No confiemos en que se haya reformado o esté preso, cuando tenga dinero para pintura volverá a dejar muestras de su estupidez en las paredes.

–          Como te pille Polifemo…

–          Digo lo mismo que el año pasado, dudo que sepa leer algo que no sea su propio apodo. Quizá conozca las letras pero le cause jaqueca juntarlas.

No dediqué ninguna columna a la feria del libro. El año pasado no firmé y éste tampoco lo haré, no tengo libro nuevo en el mercado. Aprovecho para recordar que lo tendré a principios del año que viene, daré la lata con este tema hasta que consiga que alguien lo lea.

De lo que sí hable fue de una fiesta en la que me confundieron con Ildefonso Falcones pese a mi escaso parecido con él. Espero que este año no me suceda, si me tienen que confundir con alguien que sea con un actor apuesto, sugiero al Duque. Aunque teniendo en cuenta que han sacado un disco de homenaje a Manzanita, ya sé lo que me toca.

–          ¿Te pareces a Manzanita?

–          En el ritmo de mis palmas.

En la parte negativa, recordar que critiqué a Saramago y se murió, por lo que decidí no criticar a nadie más, propósito incumplido sin más bajas por el momento; también que recibí algunos insultos cuando me metí en el jardín del pirateo y la ley Sinde. Merecidos, que conste. A mí quién me manda significarme, si además me da igual que se piratee o no.

–          ¿Has cambiado de opinión?

–          No, nunca la tuve. Reivindico la frivolidad y el opinar sin conocimientos, como todo el que frecuente esta columna sabrá.

El año que viene, por estas fechas, escribiré mi artículo primaveral sobre la música callejera y los grafitis. Se convertirá, igual que la columna de Javier Marías sobre la semana santa, en un clásico del periodismo.

 

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