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“Fando y Lis” de Fernando Arrabal

Por Elena Higueras. Fotografías de Julio Ulanga
 

Fando y Lis, de Fernando Arrabal

Toda la crueldad y la ternura, todo el patetismo y el amor, toda la frustración y la esperanza que caben en un ser humano se agolpan en el peregrinaje de Fando y Lis hacia la tierra prometida, un paraíso imaginado que tal vez no exista. ¿O sí?

 

Desde que Fernando Arrabal escribiera Fando y Lis en 1955, muchas han sido las representaciones de su obra, uno de sus primeros dramas, dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin embargo el montaje, firmado por la compañía Teatro de Cerca, que puede verse en el madrileño Teatro Fernando de Rojas hasta el próximo 21 de mayo, resulta tan excepcional que el propio autor se ha involucrado personalmente en la gestación del proyecto y ha decido a prestar su apoyo al grupo para que exhiba su trabajo en Francia durante el próximo verano.

 

Se trata de la primera piedra de una trilogía que, en palabras del director Quique Culebras, “trata de hacer un retrato emocional de la Guerra Civil, de la idea del exilio y del franquismo, vivido desde un punto de vista visceral”. Y no cabe duda que emociona.

 

 

Sobre el escenario, Fando y Lis, viajan por el desierto para llegar a Tar, un destino desconocido que probablemente no exista. Fando carga con la paralítica Lis a la que une un amor incondicional que sólo se ve empañado por sus continuos brotes de violencia y del arrepentimiento inmediato que los sigue, lo que le hace “bueno” a los ojos de su fiel compañera. “Qué bueno eres”, repite constantemente Lis tras cada imploración de perdón. “Detrás de la sencillez de estas palabras está la vida misma. Es la humanidad que nos deja este texto en pequeñas pildoritas”, revela Laura Barba, la actriz que encarna el papel de Lis.

 

La enorme dificultad de su personaje, aparte del plus físico que supone dar vida a una persona paralítica, es la relación de dependencia y violencia que la une y separa de su amado Fando. Pero como en la vida fuera de los escenarios, siempre queda un resquicio de luz más allá de la oscuridad. “La obra nos pone delante de un drama muy grande que queremos afrontar pensando que hay algo positivo. No queremos meternos en el infierno solo para removerlo, sino que el sacrificio que esto conlleva nos conduzca a una transformación. Se trata de dejar una parte de ti detrás para que pueda aparecer algo nuevo”, apunta la protagonista femenina.

 

Pero volvamos a la emoción. Emociona Laura Barba cuando montada a lomos de su adorado Fando mira al horizonte y sus ojos se vuelven tan transparentes que casi puedes descubrir el campo que imagina reflejado en sus pupilas. Y emociona su pareja masculina, Jorge Yaman Serrano, cuando consumido en arrebatos de amor puro atrapa el cuerpo de su amante para exprimir cada hálito de la ternura que aún le queda.

 

Aunque no todo son caricias. A la cara más amable de la poliédrica personalidad de Fando se suman, al menos, dos más: su lado sádico y su perfil  infantil. Una difícil ecuación que el actor resuelve con maestría, despertando en el espectador unos deseos irrefrenables de lanzarse al escenario, ya sea para estrangularlo cuando le domina la crueldad, o para jugar con él cuando le puede su ímpetu de niño.

 

En este sentido, como afirmaba Jorge Yaman Serrano en rueda de prensa, el reto de su personaje consiste en despojar al adulto de las convenciones que muestra al relacionarse con los otros y escuchar lo que dice y siente en su interacción con los demás: “Se trata de quitar todas las capas para llegar a lo esencial de modo que podamos quedarnos con algo que es emotivo, inmediato y casi infantil”.

 

En el eterno camino hacia Tar, Fando y Lis se topan con tres curiosos personajes, Namur, Mitaro y Toso, que lejos de la visceralidad de los protagonistas, disfrutan enzarzándose en discusiones dialécticas que como el desierto que cruzan, parecen no conducir a ningún sitio. Carmen Flores, Juan Molano y Pau de Nut son los encargados de interpretar a este genial trío que aporta la vis más cómica de un drama tan profundo como las raíces de toda relación humana.

 

También son ellos los brazos, piernas y el corazón de los otros protagonistas de la obra, dos muñecos de papel que reproducen, en modo “versión libre”, los comportamientos de Fando y Lis. Dos criaturas de un blanco frágil que, lejos de romper la acción, la dotan de una fuerza visual y poética conmovedora. La escenografía de este montaje nos regala nuevas instantáneas a cada segundo, de la belleza de esas postales fugaces que ninguna cámara es capaz de inmortalizar.

 

Completan el cuadro artístico el trabajo de José Manuel Cerderiña, al frente del resplandor cálido e íntimo de un desierto inagotable, y la música original de Víctor Nubla, compositor “ruidista” de la vanguardia barcelonesa, que imprime su sello personal a cada movimiento de los protagonistas de papel.

 

Harto de que le tilden de transgresor, el dramaturgo Fernando Arrabal nos recuerda que podemos transformar el mundo con casi nada, sin necesidad de transgredirlo. Quizá, como Fando y Lis, seamos capaces algún día de dejar atrás la crueldad y la violencia de nuestra vida, ofrecerle un bonito entierro y  superarla desde un sentimiento de amor puro que nos permita alcanzar nuestro paraíso imaginado, nuestro Tar.

 

 

 

Fando y Lis

Autor: Fernando Arrabal

Director: Quique Culebras

Reparto: Jorge Yaman Serrano, Laura Barba, Carmen Flores, Juan Molano y Pau de Nut

Producción: Teatro de Cerca

Hasta el 21 de mayo en el Teatro Fernando de Rojas (Madrid)


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