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La granja

Por José Luis Muñoz.
La granja. José Vaccaro Ruiz. Ediciones Atlantis, 2011. 290 páginas

 

Sorprendernos en el género negro es algo que sabe hacer muy bien José Vaccaro Ruiz. Ya lo había hecho con sus dos anteriores novelas, Ángeles negros y La Vía Láctea, editadas  en Atlantis y Neverland, y lo hace con esta tercera novela, La Granja. Y de nuevo se encuentra el lector con ese personaje cínico, correoso, equidistante del Carvalho de Vázquez Montalbán y del Méndez de González Ledesma, que es Juan Jover, detective que viene de la antigua y franquista BIPS y no se arrepiente de ello.

Si Ángeles negros giraba en torno a la pederastia, y La Vía Láctea lo hacía en torno al canibalismo, La Granja, para no quedarse atrás, se centra en otro argumento horrendo, el cine snuff, esa perversión pavorosa que filma torturas y muertes en directo y tiene retorcidos aficionados en un mundo ávido de emociones fuertes.

Un asesinato, por error, y una red de traficantes de cintas snuffs están en el núcleo de la última incursión literaria de Vaccaro Ruíz. Como en anteriores novelas, el autor catalán se mueve en los terrenos movedizos de lo políticamente correcto, asomándose hasta el borde del abismo, y explora el lado más oscuro del género humano, aquí a través de una red de individuos sin escrúpulos que utilizan a un individuo malsano y deforme, de nombre Satán, que martiriza a sus cobayas humanos como carnaza para prácticas aberrantes que se gravan en video y otros seres tan desaprensivos y retorcidos como los torturadores se descargan por internet en sus ordenadores.

Huyendo de maniqueísmos, la fábula de Vaccaro Ruiz ataca al capitalismo más salvaje, a su lado más espeluznante, ese que es capaz de secuestrar o engañar a jóvenes anónimas de países del este y llevarlas a nuestros prostíbulos como carne de consumo, y de ellos a lugares aún peores, como esa Granja que es ficción, sí, pero puede ser real, estar existiendo perfectamente, y en donde los cobayas humanos sufren tortura para que unos cuantos desaprensivos disfruten con ello y otros tantos se lucren. La explotación del hombre por el hombre llega, en la novela de este autor tan poco convencional, a su límite más extremo.

Además de Jover, su desencantado protagonista, Vaccaro Ruiz crea un buen número de secundarios perfectamente dibujados como Manuel Saavedra, alias El carpetas, un policía en activo; el killer venezolano cuya profesionalidad se pone en duda; Puri, la secretaria maciza del protagonista; Grogués, el informático con mala estrella;  Cerón, otro poli…, definidos todos ellos por su forma de hablar, de actuar, más que por unos rasgos físicos, lo que confirma la habilidad que tiene el escritor barcelonés para crear personajes, algo fundamental para que una novela funcione, y su buen oído para esos diálogos que tanto ayudan a definirlos.

La Granja no es una novela apta para todos los públicos, porque incomoda y es desasosegante, pero reúne todas las virtudes que hacen de ella una buena novela negra: una trama bien resuelta; una investigación que va descubriendo, en cada de uno de sus tramos, realidades más sombrías; buenas dosis de horror, que ya es marca del autor; unos personajes con vida propia y una crítica feroz de nuestro mercantilista mundo en el que todo es espectáculo y está a la venta.

 

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