No te signifiques (25)
Por Jorge Díaz.
Si se me estropea la cisterna del baño y viene alguien a arreglarla le exijo que funcione bien de nuevo y que dure un tiempo razonable haciéndolo, no le pago si tiro de la cadena y no cae agua. Diez de cada diez veces que viene un fontanero a mi casa me arregla el problema, diez de cada diez veces que llevo el coche al mecánico sale andando bien, diez de cada diez veces que entro en una peluquería me cortan el pelo moderadamente igualado. Sí, vale, son caros y te cobran las piezas o las herramientas que usan para hacer su trabajo. Pero son eficaces.
Voy a aprovechar que la semana pasada fue la noche de los libros… ¿Y los libros?
Cinco de cada diez veces que empiezo a leer una novela la tengo que dejar porque es infumable, una de cada diez veces me hace, además, dejar de confiar en el género humano (está claro que esto es una exageración, nunca he confiado). Y también son caras, ya hay pocas que bajen de los veinte euros, y también nos cobran las piezas, y también deberían funcionar… ¿A quién reclamo?
– ¿Estás seguro de que te gusta leer?
– Cada vez menos, estoy en crisis. O quizá siga gustándome igual y haya tenido mala suerte. O quizá no sepa leer, yo qué sé.
Ayer terminé la última novela de un autor español con cierta celebridad, tampoco mucha; el tipo me cae bien, la leí con ganas de que me gustara…
¡Qué mala es!
– Nombres.
– Ni de coña, que me cierro puertas, está muy bien relacionado. Si quieres le llamamos Orduño también a éste.
No pienso hacer ninguna reseña de esta novela, así que no hay pistas. Tampoco tengo interés en decir nada malo del autor, ya digo que me cae bien. Ojalá venda millones de libros, se haga rico y se compre una mansión y un Lamborghini y viaje en business, como hacen los eurodiputados y hacían los fontaneros antes de la crisis.
He leído críticas y la ponen bien. Está claro que puede haber opiniones distintas a la mía, pero lo dudo, la novela no es opinablemente mala, es sólo mala. Y lo peor, tiene pretensiones, de estilo y morales: así se escribe, así se piensa, hazme caso que estoy por encima, profesional y moralmente, parece decirnos el tipo, que pese a todo me cae bien…
Creo que a veces no somos sinceros al escribir las reseñas. O que los que las hacemos y los que escribimos novelas solemos conocernos, o somos amigos o tenemos amigos en común. Y no siempre, pero sí con cierta frecuencia, hablamos de los colegas por compromiso, no porque sus novelas nos hayan gustado. Es verdad que una reseña no debe criticar, sólo incitar a la lectura, pero no sé si está bien mentir…
Sí, lo reconozco, yo también he mentido. Yo también he hablado maravillas de novelas que me parecían una birria. No es lo habitual, que conste, no se trata de coger ahora todas mis reseñas y leerlas para ver a quién he puesto bien. Casi siempre digo la verdad, más o menos maquillada; sólo algunas veces, contadas veces, miento.
– ¿Te das cuenta de que te metes en un lío?
– Repito, lo he hecho muy pocas veces, si digo que una novela me gusta es que me gusta, casi siempre.
– Todos los autores a los que has reseñado están bajo sospecha.
– No, de verdad… Mentí solo una vez, ¿vale?
– ¿En qué caso?
– Basta ya, no lo voy a decir… Esta presión es inaguantable.
¿Es deshonesto mentir por halagar a un autor? Es humano, pero no honesto, quizá alguien se compre la novela por mi culpa y me reclame.
– Tú dijiste que era buena.
– Pero lo decía con la boca pequeña.
Deberíamos establecer una contraseña, algo así como que si uso la palabra “peripecia” en la reseña me podéis hacer caso y leer lo que recomiendo, y si no la uso, la novela no vale un pimiento.
Esto es sólo un ejemplo, también tengo que ver la forma de hacerlo sin que el autor me retire el saludo; al fin y al cabo, si la novela no me ha gustado sólo hablo de ella porque soy rastrero y quiero caerle bien. Ya sabéis mis escasos principios.
De cualquier forma sólo empezaría a contar a partir de ahora, no es retroactivo. Si alguien tiene una idea sobre cuál puede ser la contraseña, que me mande un mensaje y me la cuente, la valoraré.
Y que quede entre nosotros.
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