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Scream 4, ¿reboot de la franquicia o simplemente un hara-kiri?

Por Alejandro Contreras

 

Once años después del cierre de la exitosa trilogía que comenzó con Scream: Vigila Quien Llama (1996), el productor Bob Weinstein pensaba que era el momento adecuado de retomar esta historia. Para lo cual no sólo ha convencido al director Wes Craven y las tres estrellas supervivientes de la trilogía (Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette) sino que además ha conseguido recuperar a pesar de su ausencia en Scream 3 (2000) al guionista de las dos primeras, Kevin Williamson.

 

A merced de la taquilla, la intención es que esta nueva entrega fuera la primera de una nueva trilogía. Lo que dicen los angloparlantes como un ‘reboot’ de la franquicia. Hasta el momento la marca había conseguido grandes recaudaciones, y está por ver como se recibe ésta.

 

Durante estos once años de ausencia, otras franquicias como las siete entregas que van desde Saw (2004) a Saw VII 3D (2010), a una por año, han conectado con el público con un planteamiento mucho más duro y sangriento sin que haya síntomas de agotamiento por el público. Además ha dado tiempo a estrenar hasta cuatro entregas de Scary Movie, con una quinta en camino para este mismo año, con muy buena recaudación para estas parodias.

 

Si Scream: Vigila Quien Llama (1996) nos acercaba a las reglas del género, Scream 2 (1997) a la de sus secuelas y Scream 3 (2000) a la de los episodios finales de las trilogía de terror, Scream 4 (2011) quiere presentarnos las nuevas reglas de la nueva década. Con esto se nos animaba a los fans de la saga a regresar al cine a una nueva aventura que trataría de endulzar el mal recuerdo que nos dejó la tercera entrega.

 

Es tal la intención de evitar parecerse a otras secuelas sin sentido, donde los personajes que van muriendo apenas han sido presentados, y esa tozudez en evitar lo previsible en estas películas, ha terminado por crear justo aquello de lo que se huía. Ni siquiera los personajes veteranos están mínimamente desarrollados, aquí los conceptos de arco dramático y demás brillan por su ausencia, y de la mayor parte de los novatos también. Aunque con alguna excepción, todo sea dicho. Las muy anunciadas nuevas reglas se podrían considerar como las “anti-reglas”, es decir, justo lo contario a lo que conocíamos con lo cuál la sorpresa es mínima.

 

Probablemente esté todo inventado, pero se echa de menos una escena inicial vibrante de verdad, algún asesinato más elaborado o crear una tensión tan insoportable como en la ya mítica escena en la que Ghostface se queda inconciente en el coche con sus victimas dentro del vehículo. Muy poco se aprovecha de la generación 2.0 más que alguna referencia al Facebook o a los móviles de última generación, con el juego que podría haber dado. Aunque es cierto que hay cierta frase que seguro que tendrá mucho eco en las redes sociales.

 

Ni siquiera Kevin Williamson terminó el guión que comenzó y lo tuvo que acabar el mismo guionista que escribió la tercera, Ehren Kruger. Guión escrito y pulido con la misma desgana que Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette recuperan unos personajes que no son ni la sombra de lo que llegaron a ser. Multitud de personajes que ahogan la trama y apenas consiguen desarrollar con acierto un par de ellos que son algo más que carnaza para Ghostface . En su mayoría son secundarios, con participaciones que por su duración parecen cameos, de las que son las nuevas estrellas de las nuevas generaciones gracias a sus personajes en televisión.

 

Aunque todo apuntara que esta nueva película estaría influenciada por la crudeza de éxitos como Saw (2004), a ratos parece que está más marcada por Scary Movie (2000) y sus secuelas. Si en las primeras películas aquellos que controlaban las reglas de este tipo de cine se ensalzaban, en Scream 4 (2011) se ridiculizan hasta tal punto que están atentando con su público más fiel. Aquél que está deseando extraer del caos presentado una lógica que termine explicando todo lo que ocurre. Y para terminar este hara-kiri de la franquicia, esa última escena adherida de forma artificial y con la que dan el último golpe de gracia. Esto ya no lo levanta nadie. O tal vez otro talón de muchos ceros.

 

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