Los silencios de las ‘Habitaciones cerradas’ de Care Santos

Por Carmen Fernández Etreros.

Habitaciones cerradas de Care Santos. Barcelona, Planeta, 2011. Cartoné, 496 pp., 20.90 €.

Hace una semana terminé Habitaciones cerradas de Care Santos y como suelo hacer con todas las novelas que leo la he dejado unos días reposar. Me gusta dejar enfriar lo que leo, lo que escribo, lo que veo, lo que pienso. El tiempo y el silencio suelen marcar distancias con los acontecimientos, las lecturas, los misterios… Por eso ahora me doy cuenta de que Care Santos ha intentado en Habitaciones cerradas ante todo remarcar la importancia del tiempo, de la historia, de los silencios, de los misterios que pueden esconder las puertas cerradas bajo llave… Hay secretos que necesitan el peso del tiempo para poder ser asimilados y descubiertos.

Habitaciones cerradas nos cuenta la historia de una familia: Los Lax. Una familia de burgueses catalanes, enriquecidos en la próspera Barcelona de comienzos de siglo, cuyas andanzas comienzan con el emprendedor bisabuelo, un hombre de negocios que alcanzó una posición familiar inmejorable gracias a la que vivirán en un palacete de Paseo de Gracia. Pero será Amadeo Lax, el hijo, un famoso pintor de retratos, el que cambiará la tranquila trayectoria familiar. Todo comienza cuando Violeta Lax, la nieta, que ya cuenta cuarenta años y una vida sosegada al lado de su marido un escritor de éxito, sus dos gemelos y su trabajo en el Art Institute de Chicago, recibe una misteriosa carta desde Nesso, un pueblecito cercano al lago Como, que la lleva a investigar en el pasado de su familia y de su desconocido abuelo.

Una novela ambiciosa y compleja que nos muestra el pasado desde muchas perspectivas: el relato de un narrador desconocido, los correos electrónicos que intercambia la protagonista con su madre, pero también las numerosas críticas de arte, las notas de los catálogos de los museos, las reseñas y noticias de prensa, informes… Con ello la escritora logra mostrar muchos puntos de vista enlazados en el tiempo y el espacio con un ritmo rápido y una trama elaborada.

Además la novela muestra una gran labor de documentación y un retazo de la historia de las primeras décadas del siglo: los desaparecidos grandes almacenes ‘El Siglo’, el mundo de las varietés y las noches de principio de siglo, las reuniones de los espiritistas que fue uno los primeros movimientos que apostaron por las ideas progresistas, el sufragio universal… También la forma de vivir de los hombres y mujeres de principios de siglo, la vida ocupada y al mismo tiempo desocupada de los hombres, el aburrimiento y el tedio de algunas mujeres, las costumbres y la vida del servicio en los palacetes acostumbrados a mirar los pies de los transeúntes por las ventanas de sus habitaciones en los sotanos, el frío de las noches de invierno… Matrimonios incluso felices, amantes discretas, partos, reuniones secretas, flirteos, relaciones prohibidas o enfermedades son habituales en la vida de la familia Lax. Y las incuestionables leyendas familiares como la de su abuela, Teresa, de la que todos dicen huyó a América con un amante…

Pero ante todo Habitaciones cerradas es una novela de silencios, que intenta contar lo que durante tantos años se tragó el silencio, las habitaciones cerradas, los pensamientos de sus protagonistas. Y también de mujeres porque son ellas las que callan y las que hablan, desde la vital María del Roser a la bisnieta Violeta que intenta comprender su presente a la luz del pasado familiar y poder comprender así también su vida actual, sus silencios y secretos.

En suma una novela firme y bien trazada que atrapa al lector desde las primeras páginas con la intriga y los misterios de estas habitaciones cerradas.

 

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