DeLillo y el placer de que no te tomen por tonto
Por DJ Vonnegut.
Si alguien había pensado que Don DeLillo estaba en horas bajas, no tiene más que echar un ojo a su última novela, Punto Omega (Seix Barral) para darse cuenta de que el escritor norteamericano se encuentra en plena forma. Mundialmente conocido por Submundo, un novelón de tropecientas páginas (que he de reconocer que a mí, personalmente, se me atragantó en muchos momentos), Cosmópolis, Ruido de fondo y un largo etcétera, en esta nueva novela DeLillo nos lleva al desierto de Sonora o Mojave (no queda muy claro pero es indiferente: lo bueno que tienen los desiertos es que son iguales en todos lados) para encontrarnos con una historia intimista, donde los silencios y los gestos casi furtivos son los protagonistas.
La novela comienza con la descripción pormenorizada de una obra video-gráfica en el MOMA, 24 Hour Psicosis, en la que se pasa la película de Hitchcock a cámara lenta una y otra vez. Nuestro protagonista, Jim Finley, acude día tras día a ver la obra y permanece allí en la sala, a oscuras, mirando los fotogramas en un estado de contemplación que ya quisiera para sí el Dalai Lama. Luego ya nos adentramos de lleno en la historia que nos va a llevar al desierto. Jim Finley quiere rodar una película con un solo plano: la cara de un asesor del Pentágono mientras reflexiona sobre la guerra de Iraq. Como las sinopsis son aburridas (y porque para eso ya están las páginas web de la Fnac o de la Casa del Libro), digamos tan solo que el asesor está en el desierto, Finley se va para allá y luego aparece un tercer personaje, la hija del asesor, que le va a dar un vuelco a la historia.
¿Y ya está? ¿Eso es todo? Pues sí. Y suficiente. Porque DeLillo consigue engancharte a base de dejar que sea el espectador quien vaya interpretando lo que pasa, que seamos nosotros los que terminemos de dar significado (y de construir) la historia. DeLillo no da explicaciones, solo nos presenta a los personajes y los deja actuar y parece decirnos que a veces deberíamos pararnos a pensar los silencios y ver todo un poco a cámara lenta, concentrarse en los detalles, enfocar para ver, simplemente para ver…
En definitiva, en esta nueva novela DeLillo vuelve a demostrar que, por suerte, no es Paul Auster (me refiero al Paul Auster de, por ejemplo, El libro de las ilusiones, no al de la magnífica La Trilogía de Nueva York), no llega, plantea una situación y al párrafo siguiente, a toda prisa, va y te explica lo que acabas de leer, no sea que seas tonto o estuvieras despistado y se te haya escapado algo. Y eso, qué quieren que les diga, se agradece.
Creo que te has equivocado en algo: no es jim finley el que se lleva visionando Psicósis una y otra vez, sino «Dennis» (si ese es su verdadero nombre), el «posible» asesino de Jessica. Hay un momento (al principio de la obra) en el que una persona mayor de edad (Richard Elster, el padre de Jessie) y Jim Finley llegan a MOMA, pero enseguida se van. En este fragmento de la obra (que si no me equivoco aparece en el primer anonimato) es «Dennis» el que ve a nuestros protagonistas llegando a MOMA, es él el narrador.
El diario, de Noa.
Karma, y reconocer el error.
Noelia, noria…
Además, un miedo a la gente, tiene.
Que le gusta, la cama. Y se queda, en casa, siempre.
Ay, si siempre, tuvieras en tu casa, un abrigo.
Te pondrías, a comer , habas.
Espero que te convenzas, se que lo has pasado mal… recuerda, el mundo te apremia, tu amor a las personas, que más respetas. Fin.
S. M. L.