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Otra victima de la crisis, de Carla Guimarães

 

«Otra víctima de la crisis», de Carla Guimarães (escritora brasileña afincada en Madrid).


Alberto es otra victima de la crisis. Ya no sabe qué hacer. Se ha comprado un piso en Leganés con una hipoteca de treinta años. Alberto quería compartir un piso alquilado en el centro, pero a nadie le pareció una buena idea. Todos estaban de acuerdo en que alquilar no era una inversión inteligente. Eso es tirar el dinero a la basura, mejor invierte en algo que sea tuyo, para toda la vida… Además, si te vas de la casa de tus padres, lo ideal es que sea para algo mejor, ¿no?

 

Cuando acabó sus estudios, Alberto hizo una oposición para trabajar en la Biblioteca de la Universidad. Su padre trabajaba en una biblioteca y su hermano mayor también, sin embargo Alberto quería ser escritor y le gustaba la idea de irse una temporada a otro país, a vivir diferentes experiencias. Cuando probó suerte en las oposiciones no esperaba aprobar y se quedó tan contento que terminó aceptando el trabajo. No le pareció mal tener un empleo fijo, mientras su carrera despegaba. Y mejor aun si es en un lugar repleto de libros. Alberto trabajaría rodeado de muchos de los escritores a los que tanto admiraba. Todos estaban de acuerdo. Es una buena decisión. Un trabajo para toda la vida, del que nadie te puede sacar… Eso es todo lo que necesitas: seguridad. O eso le decían.

 

Alberto conoció a Sofía cuando tenía solo diecinueve años. Ella estaba en Madrid terminando sus estudios, pero vivía en Salamanca. Son novios desde hace diez años y se ven casi todos los fines de semana. A veces Alberto tiene dudas sobre la relación. No sabe si está con Sofía porque la quiere o simplemente porque es más cómodo. Mientras lo piensa ha fijado la fecha de la boda. Será el año que viene, en octubre. Sofía está muy contenta, aunque ambos están gastando un pastón entre la fiesta y el viaje de novios a Cancún, a un hotel de esos que te dan una pulserita y puedes consumir lo que quieras. Todos le decían esta era una inversión importante. Es una vez en la vida, además uno no se puede estar con tacañerías cuando se trata de algo tan importante como el amor. Después de la boda, Sofía se vendrá a vivir a Leganés, al piso que Alberto está comprando. Ya está casi todo amueblado y todos dicen que es una monada.

 

A Alberto le gusta mucho su trabajo, le parece fascinante cuidar de tantos libros. Tiene mucho tiempo para leer e imaginar mil historias. Aun no se ha puesto a escribir nada, pero está seguro que de un momento a otro la inspiración le va a llegar. Antes, cuando estaba en la universidad, escribía casi todos los días. Alberto sabe que es solo una cuestión de tiempo. Aunque ya han pasado casi siete años.

 

A veces Alberto se siente un poco frustrado y duda sobre el rumbo que está tomando su vida. Al fin de al cabo tiene solo veinte y ocho años. A veces no puede dormir por las noches y le falta el aire. Su jefe le dijo que es ansiedad, aunque Alberto prefiere pensar que es sólo asma. Lo cierto es que hay días en los que se siente muy infeliz. Pero Alberto ha descubierto una excelente manera de atacar la frustración: ir de compras. El mes pasado se compró un nuevo portátil, un móvil iphone, una cámara digital, dos pantalones, unas botas de montaña, un reproductor de mp3, un reloj sumergible y un televisor de pantalla plana.  Casi todo a plazos, porque todos le dicen que es lo mejor. Si puedes pagar poco a poco, porque darlo todo de un tirón. A veces Alberto piensa que no necesita tener tantas cosas. Que no tiene porqué bajarse al móvil cualquier broma que ve por la tele, que no tiene porqué estar a la ultima en tecnología, que sus pantalones viejos aun están como nuevos… Pero otras veces Alberto piensa que debería comprar un coche, como va a vivir en Leganés…

 

El otro día Alberto descubrió que estaba en crisis. Y a pesar de tener una deuda inmensa entre manos, su crisis no era financiera. En la segunda estantería de literatura extranjera descubrió un libro de Antonio Tabucchi llamado “Sostiene Pereira”. Alberto no sabe bien porqué, pero se sintió muy identificado con su protagonista. España no estaba en dictadura, Alberto no trabajaba en un periódico, no había perdido su esposa, pero sentía la misma frustración de Pereira. La ausencia de algo que nunca tuvo, la sensación de que todo sería siempre lo mismo, la idea de que quizás haya cosas que él ha optado por no ver, o no vivir. Alberto sintió, como Pereira, que su vida era un sin sentido. Había tomado decisiones a largo plazo y se endeudaba poco a poco sin darse cuenta, ahogado en felicitaciones de lo bien que lo estaba haciendo. Todos estaban felices. Todos menos él. Y aunque tenía la suerte de tener un trabajo para toda la vida y un piso monísimo, estaba casi en bancarrota, económica y emocional. Alberto estaba en un aprieto y esto le hacía gracia, claro, una gracia casi irónica. Ahora que todos los periódicos del mundo hablan de la crisis económica, Alberto se había dado cuenta de que lo que estaba en crisis era su estilo de vida.

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