Lucinda Williams – Blessed
Por Javier Franco.
Algunos descubrimos a Lucinda Williams con Car Wheels On A Gravel Road (1998), un manifiesto de country-rock, en el que la norteamericana destilaba un sonido directo sin renunciar por ello a sus raíces musicales. Pocos sabíamos, en ese momento, que la que firmaba ese disco llevaba ya más de veinte años en la carretera. Car Wheels parecía más una obra de eterna juventud, que un trabajo de una veterana de los escenarios.
Esa mezcla de sonido clásico y desparpajo juvenil sería la que terminaría encumbrando a Lucinda como una de las grandes voces del country moderno. Se añadía así a una larga lista de artistas que habían reflotado en los últimos años los sonidos tradicionales del viejo oeste, sin perder por ello novedad en su propuesta. The Jayhawks, Uncle Tupelo, Wilco, Whiskeytown, Steve Earle, Elvis Costello, incluso el mismísimo Bob Dylan, por nombrar a unos cuantos.
La confirmación para Lucinda (¿era necesaria?) llegaría con Essence, primer álbum de la cantante en el recién estrenado siglo XXI. El disco, tranquilo y cautivador, mostraba la versión más pura de la cantante, hasta el punto de convertirse en uno de los grandes álbumes de la última década para los amantes del sonido americana. La artista coqueteaba con el alternative-country, apoyándose en artistas como Ryan Adams, que firmaba su genial Gold esa misma temporada.
Le seguirían World Without Tears, West y Little Honey, álbumes en los que Lucinda sumaba a su propuesta musical matices blues, rock y folk, aunque sin perder en ningún momento el rumbo inicial. Acostumbrada a llevar a rajatabla la máxima del perfeccionismo, algunos pensaron que tres álbumes en un lustro eran demasiada carga para una artista que, en sus inicios, había necesitado veinte años para completar cuatro trabajos discográficos. Sin embargo, lejos de arrugarse, la norteamericana siguió su senda, sin importarle mucho lo que dijera la crítica.
Ahora llega Blessed, un álbum que demuestra que la gran dama del country moderno tiene cuerda para rato. Aquí hay tiempo para el country y el blues, para las baladas que cautivan, y para el rock que nos hace levantarnos del sillón. Comenzando por “Buttercup”, la canción que abre el disco, y terminando por la despedida nostálgica de “Kiss Like Your Kiss”, firmada junto a Elvis Costello. Como de costumbre, Lucinda consigue mantener el pulso a lo largo de todo el disco, sin apenas resbalar.
Sin embargo, siempre tiene la norteamericana un par de canciones que marcan el territorio sonoro de sus álbumes, un par de temas escogidos para quedarse en la mente y convertirse en clásicos. En esta ocasión, ejercen de maestras de ceremonias “Convince Me” y “Blessed”, dos cortes cuyo crescendo , mucho me temo, terminará venciendo en los conciertos de la artista. Sin menospreciar por ello, claro, el rock oscuro de “Awackening”, el medio tiempo de “Copenhage” o el blues sosegado de “Born To Be Loved”.
Para cerrar el círculo, la cantante regala un segundo disco en el que desnuda las composiciones de este Blessed. Voz y guitarra a solas, para demostrar que lo suyo son simplemente y llanamente canciones. Composiciones puras en las que salen a relucir letras de viajes y amores encontrados, textos lineales que van directos al tuétano. Siempre dijo la artista que lo suyo no eran las canciones protesta. “A Steve Earle […] estas se le dan mejor”, dice socarrónamente. Sin embargo, consigue la norteamericana colar un tema como “Soldier’s Song”, con claros ecos bélicos, o “Ugly Truth”, pequeña historia de pérdidas y derrotas. Aunque, en esto también, termina venciendo el tono optimista de “Blessed” o “Convince Me”.
Hay que reconocerlo. Esta Lucinda no tendrá ni la la profundidad literaria de Dylan, ni el carácter combativo de Steve Earle, ni siquiera la fuerza pop de un peso pesado como Bruce Springsteen, sin embargo, ha sido capaz de crear todo un universo dentro de la música norteamericana. Lejos, sin desviarse del camino, allí donde la música suena más allá de los focos y las cámaras.
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de Lucinda Williams