Esto es solo una aproximación
Por Guille Ortiz. Laura dice: “Hay personas que saben seducir pero no han aprendido a dejarse seducir”. Quizás ahí esté la clave de todo el engranaje. La diferencia de ritmos. ¿Y dónde quedo yo en todo esto? Yo, el gran seductor. Yo, el gran incomprendido. Recuerdo momentos en los que me he dejado engatusar, claro que sí, y los recuerdo como momentos preciosos. Recuerdo las frases de la Chica Indecisa, en Barcelona, justo cuando nos conocimos y tonteamos un poco y yo cogí mi chaqueta con ese aire de “bueno, yo ya he cumplido, ahora que la remate Messi”.
Ella me miró con una cara desoladora y me suspiró casi: “No te vayas”, mientras negaba en la cabeza. Fue precioso. Igual tú estás muy acostumbrado a que te suspiren “No te vayas”, que te lo diga una chica guapísima a la que acabas de conocer en un bar del barrio de Gràcia. Igual tú estás muy acostumbrado a dejarte seducir, pero yo no. Yo toco y me voy. Toco y me voy. Mi historia con la Chica Indecisa fue un desastre absoluto, claro, combinaba el amor con el arrepentimiento como nadie, esa combinación tan femenina.
Una vez, en un estudio de grabación, me llevó a un aparte y me dijo, sin más, con la misma cara: “¿Puedo abrazarte?” No sé quién demonios pensaba que era yo, no sé si pensaba que yo necesitaba algo más que un abrazo.
Habría más momentos bonitos, claro. Tampoco demasiados. Si miro hacia atrás no recuerdo haber recibido demasiadas frases de ese tipo. Quizá todo se resume, como dice Laura, a que no estoy preparado. No se dicen cosas bonitas a alguien que se ve que no está preparado para escucharlas, todos tenemos nuestro ego. Yo juego mi partido y celebro mi fiesta y lloro si quiero, pero dejarme, me dejo lo justo.
De hecho, esta iba a ser una columna sobre seductores y no sobre seducidos. Iba a ser una columna de diálogos. Los diálogos que alguna vez he querido pronunciar y a lo mejor incluso he pronunciado. Un relato. Algo así:
– Podrían darte el premio y convertirte en famosa. Todos deberíais convertiros en famosos y así yo podría ser una especie de cronista a lo Capote.
– Yo no voy a ser famosa. No me gusta que me persigan.
– Eres actriz. No te quedaría otro remedio. Yo podría ser un escritor famoso y a todo el mundo le daría igual, contigo sería distinto… Me gusta la idea. “Somos sólo amigos”…
– ¿Tú y yo?
– “… Blanca Moreno vista en un banco con un barbudo, paseando con evidentes muestras de afecto por la calle…”
– Y es que somos sólo amigos, ¿no?
Blanca no mira nunca a los ojos, ni siquiera cuando hace esta pregunta, que Carlos finge no oír.
– …no veo ningún periodista por aquí, creo que no estamos en peligro. En cualquier caso, desmentir es lo más divertido. Podrían pensar que es un montaje. Podríamos vender un montaje.
– Si haces eso, no creo que podamos decir lo de “sólo amigos”.
– Es muy fácil, suelta mi mano.
Blanca piensa en soltarla, pero lo que hace es soltar cuatro dedos y dejar el meñique colgado del meñique de Carlos. Una vez alguien le dijo: “quieres estar en todas, por si acaso… Lo que aún no sabes es por si acaso qué”.
Los dos vigilantes de seguridad cruzan la calle sin mirar a ninguno de los lados. Enfrente hay un grupo de chicos sentados y fumando. Uno de los vigilantes se sienta al lado y empieza a hacer gestos. Blanca no puede saber qué es lo que está pasando, pero ríen, al rato le dan una colilla y el hombre se la fuma.
No debería hacerlo, piensa, mientras Carlos vuelve a coger la mano entera, deslizando el dedo pulgar hacia la muñeca, en forma de caricia.
– “¿Solo amigos?” –recuerda ella.
Él se toma su tiempo y medio sonríe mientras saca un cigarro del bolsillo de la camisa con su otra mano.
– Esa es una pregunta trampa, salvo que no sea una pregunta.
– Quizás no sea una pregunta, ¿no?
– En cualquier caso, no te podría contestar. Me parece que lo haces para que te diga “sí, sólo amigos” y entonces te quedarías mucho más tranquila, porque tú piensas que no es lo que yo pienso. Aun así te tranquilizaría oírlo, sería como firmar un contrato o algo parecido.
Blanca suelta sus cinco dedos, los dos vigilantes vuelven a cruzar la calle, uno de ellos va haciendo eses, el otro parece preocupado por que la gente les haya visto, aunque no es un momento en el que haya demasiada gente por la calle.
– La otra posibilidad sería contestarte: “No, no somos amigos”, pero eso no sé muy bien qué querría decir: “No, todavía no somos amigos, apenas nos conocemos” o lo más obvio: “No quiero ser tu amigo, quiero besarte, follarte, dormir contigo, volverte a follar y así sucesivamente”. También sabes que eso no te lo voy a decir. No de momento.
– ¿De momento?
– De momento. Si yo te digo ahora “somos amigos” estoy perdido, si te digo “somos más que amigos” estaría mintiendo. Tú estás deseando cualquiera de las dos respuestas para ver si sales corriendo o si te quedas. Por eso es una pregunta trampa. Por eso no voy a contestar.
Suelta el humo de una sola bocanada y mira en un punto fijo que queda más allá de Blanca. Intenta coger su mano otra vez pero no lo consigue. Sonríe. Blanca está preocupada, pero no tiene armas para defenderse. Eso está bien, piensa Carlos. Eso me da tiempo. ¿Tiempo para qué? Ya veremos. Ese tipo de preocupaciones son las preocupaciones de ella.
Oye las voces de los vigilantes cada vez más lejos: “Estás dando un ejemplo horroroso, has deshonrado a la profesión…” y cuando llega el autobús de Blanca intenta besarla en la boca, pero ella pone las dos mejillas y lanza un beso desde lejos.
Como si le gustara el guión, sí… pero aún no estuviera muy convencida de la historia.
Foto: Javier Vallas -www.javivallas.es-