La tómbola del mundo
Por Ignacio del Valle.
Que el vasto mundo siga girando. Colum McCann. RBA, Barcelona, 2010. 480 páginas. 21 €.
Ya lo decía Marisol, que el mundo es una tómbola que gira y gira y cambia de color. Lo mismo que opina Colum McCann en su Que el vasto mundo siga girando. Esto es lo que yo llamo un novelón, uno de esos libros que retrasas acabar porque te lo estás pasando como un enano y aprendes tanto que es una desgracia que no continúe. Y últimamente ocurre tan poco, ¿verdad? Estamos resabiados, es lo que hay. Pues bien, Colum recrea los setenta en Nueva York en todas las direcciones y en todos los sentidos, con esa estructura que a mí tanto me pone, llámese Magnolia, Crash, Historias de Nueva York, Short Cuts o Grand Canyon. Personajes y más personajes en viajes de la predestinación al caos y vuelta a empezar, prostitutas, millonarias de Park Avenue, sacerdotes de la Teología de la Liberación, hackers muertos en Vietnam, funambulistas colgados del WTC, artistas extraviados en dédalos interiores… Historias centrífugas que convergen y se disparan, todas compartiendo el mismo aire; primera persona, tercera, omnisciente, masculino, femenino; diferentes velocidades dependiendo de la necesidad del contar; poliedros, panópticos, distintas capas de lecturas, un conjunto en el que el todo nos da más información que la mera suma de sus partes, una fragmentación, sí, pero con sentido, no el tocomocho que muchos autores nos quieren colar como novelas. Y nos habla de la decencia, de la crueldad, de la pérdida, de la duda, del amor, de la belleza. Y nos habla, nos habla, nos habla. Una escritura que es, citando a Doctorow, como conducir en la niebla, moviéndose sin saber adónde se va, hasta que las piezas de repente encajan y entonces uno se pregunta: ¿por qué demonios ha sido tan complicado llegar a esto? En ese camino nos deja frases redondas, perlas, zafiros, diamantes, gotas de oro: “Los huesos de su caja torácica parecían un extraño instrumento musical“; “te quiero como al chocolate, como a la nicotina”; “los ejércitos conquistadores terminan por convertirse en prisioneros de sus posiciones”; “le conté la verdad, pero no fui sincera”; “un beso en la boca, intenso como la sal”. El tipo se sale, se lo digo yo. Personalmente voy a leer el resto de sus libros, aunque, siendo francos, lo haré sin ninguna esperanza: resulta difícil encontrar una pértiga que mida lo suficiente como para superar este listón. Eso sí, queda tanto por contar…