Elogio de la crudeza
Por Antonio J. Ubero.
1974. David Peace. Editorial Alba. 454 páginas. 19’50 €.
En esta nueva edad de oro de la novela negra, representada por un auténtico aluvión de títulos procedentes de las más diversas escenas, tanto europeas como americanas y, con cada vez más fuerza, asiáticas, el denominador común es el empeño de sus autores por adaptar las tramas al estado emocional de los lectores, ya sea con historias ambientadas en el pasado como coetáneas en las que estilo se impregna de la urgencia que exige el modo de vida actual. De ahí que esas lecturas reposadas en las que el investigador de turno se tomaba su tiempo para desentrañar los enigmas que se encontraba en el camino, hayan dado paso a narraciones convulsas en las que convive la economía discursiva con una excesiva expresividad. El imaginario también evoluciona, y al detective arquetípico le suceden otros personajes más prosaicos y cotidianos entre los que el periodista, como en el caso de esta novela, sobresale entre los demás. Todo esto no hace más que confirmar el extraordinario poder de la novela negra / policíaca para adaptarse a los tiempos, y ofrecer una lectura estimulante aunque no siempre relevante.
‘1974’ es la primera entrega de la tetralogía que al inglés David Peace inspiró los crímenes cometidos por el conocido como ‘destripador de Yorkshire’ durante los primeros años setenta del siglo pasado, y que aprovecha para analizar las realidades sociales en el norte Inglaterra entre los años 1973 y 1983. Una década convulsa en la que las crisis económica y política determinaron la rutina de unas gentes atribuladas e inquietas, que veían en sus instituciones más inconvenientes que ventajas y que se refleja en esa decepción e indiferencia que abonó el terreno a corruptos y criminales.
Peace narra la peripecia de Edward Dumford, un periodista meritorio que se empeña en investigar el pavoroso crimen de una niña, cuyo cadáver aparece mutilado y con unas alas de cisne cosidas a su espalda, por un camino que le traerá no pocos problemas. Empeñado en relacionar el caso con otros similares ocurridos años antes, Dumford se encontrará con la incomprensión de sus jefes, la competencia no siempre leal de uno de sus compañeros más veteranos y la oposición de unas autoridades que ocultan secretos terribles y que para mantenerlos a salvo emplearán métodos expeditivos que dejarán al protagonista bastante maltrecho, desorientado y emocionalmente trastornado.
Con un ritmo vertiginoso y un estilo que recuerda en no pocas ocasiones al James Ellroy de su última etapa, Peace despacha la aventura de su personaje en apenas 11 días, entre el 13 de diciembre, cuando se denuncia la desaparición de la pequeña Clare Kemplay, y la nochebuena de 1974, cuando Dumford abandona destrozado el lugar donde se revelan todos los secretos. En ese corto plazo comprime el autor un sinfín de sucesos narrados a base de oraciones fugaces, diálogos ágiles y descripciones tan arrebatadas que apenas permiten al lector hacerse una idea del aspecto de los personajes. Todo lo contrario que los ambientes, auténticos protagonistas en la narración, que aparecen tan diáfanos como turbadores. Cielos grises, lluvia, barro, páramos inhóspitos, calles oscuras y amenazantes, tugurios sombríos, mansiones tan ostentosas como inquietantes, comisarías tenebrosas son los lugares donde se desarrollan las acciones de un relato incómodo y a ratos deliberadamente confuso que logra atrapar la atención del lector sin perder fuelle en sus más de 400 páginas.
La crudeza de las actitudes y las escenas preside toda la narración a beneficio de un realismo brutal que no da ni una oportunidad a la ficción, proporcionándole un carácter documental que contribuye al desasosiego del lector al percibir una cercanía familiar con las actitudes de los personajes. Los elementos que caracterizan a la novela negra se convierten así en coartadas para sustentar el verdadero propósito del autor, no otro que mostrar una vívida imagen del lado más vulnerable de la sociedad, con sus miserias, dudas, miedos y culpabilidades.
Esta es una novela apreciable que, sin aportar nada excepcional al panorama narrativo de género, muestra todo el vigor de este nuevo estilo de contar marcado por un realismo crudo reservado sólo para paladares nada exquisitos aunque sí exigentes con la calidad.