"¡Indignaos!", de Stéphane Hessel [Destino]

Por Carlos Javier González Serrano.
 

¡Indignaos!, Stéphane Hessel. Ediciones Destino, 2011. 5 €, 64 pp.


Ediciones Destino nos presenta ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel. El autor, con una larga e interesante vida de noventa y cuatro años a sus espaldas, nació en Berlín en 1917, de padre judío, escritor y traductor (Franz Hessel), y de mandre pintora y melómana, también escritora (Helen Hund). Como José Luis Sampedro escribe en el «Prólogo» de esta obra, las palabras de Hessel responden a «un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia». ¿En qué mundo vivimos?

 

Stéphane Hessel vivió de primera mano la acerada lucha entre la resistencia francesa y la inminente ocupación nazi. Perteneció al Consejo Nacional de la Resistencia y muy pronto vio en Charles de Gaulle un estandarte a seguir: «Desde Londres -escribe Hessel-, donde me había unido al general De Gaulle en marzo de 1941, supe que este Consejo había preparado un programa, que adoptaría el 15 de marzo de 1944 y que proponía para la Francia liberada un conjunto de principios y valores sobre los que se asentaría la democracia moderna de nuestro país». ¿Pero cuál fue el verdadero motor de su adscripción a este movimiento?: la indignación.

 

Hessel alenta a los jóvenes a coger el testigo de aquella indignación: «[C]oged el relevo, ¡indignaos! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no pueden claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia». El autor nos desea a todos nuestro particular motivo de indignación, pues «cuando algo te indigna como a mí me indignó el nazismo -nos confiesa Hessel-, te conviertes en alguien militante, fuerte y comprometido. Pasas a formar parte de esa corriente de la historia, y la gran corriente debe seguir gracias a cada uno. Esa corriente tiende hacia mayor justicia, mayor libertad…».

 

Aquello que otorga entidad y enjundia a un pensamiento es que de hecho pueda ser comunicado –es decir, que en germen contenga la posibilidad real de formar parte de un discurso publicitado. Nos movemos, en este sentido, en el terreno de las potencias. No se trata de disponer de un amplio elenco de posibles respuestas a posibles contingencias, o de albergar un acervo ingente de conocimientos que faciliten el transcurso de lo cotidiano, sino de sabernos poseedores de la capacidad de expresar lo que pensamos, con la certeza de poder ser escuchados. Así, un foro público representa una ventana desde la que se debe observar y ser observado, y en definitiva, desde la que uno pueda sentirse vulnerable. Por ello estima Hessel que la indiferencia es la peor de las actitudes: «si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue».

 

A juicio de Stéphane Hessel, podemos distinguir dos nuevos grandes desafíos de nuestra época: 1) la gran distancia que existe entre los muy pobres y los muy ricos, que no cesa de aumentar, y 2) la reivindicación de los derechos humanos y la denuncia de la situación del planeta. «A los jóvenes, les digo: mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación». En definitiva, ¡Indignaos! responde a la necesidad de hacerse cargo de las exigencias existenciales de nuestro mundo, para no terminar sucumbiendo -como explica Sampedro en el «Prólogo»- «bajo el huracán del «siempre más», del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes». Sesenta páginas que leerás en un abrir y cerrar de ojos, y que quizás constituyan el principio de tu propia indignación, e incluso más allá, el comienzo de la acción motivada por ella.

 

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