Entrevista a Maruja Torres
«Desde que un atentado se llevó por delante el coche blindado del presidente en 2005… en Líbano se puede matar a quien sea.»
Por María Anaya (texto) / Fotografías de Pablo Álvarez.
Maruja llega puntual y nos acomoda a todos con sus bromas. Tiene besos cariñosos para las chicas y abrazos interminables para los chicos. Hoy soy la mujer de rojo, de rojo republicano. Este conjunto me lo compré en Italia, iba caminando y dije ¡Caramba, la República en vestido!
Esta semana presenta su primera novela policiaca Fácil de matar, en la que su alter ego, Diana Dial, investiga el asesinato de dos criadas a las que se lleva por delante la bomba con la que muere su dueño, un rico cristiano libanés. La novela trepida desde la explosión hasta el final, como le gusta a Maruja, y el lector con ella.
Hay una matriarca llamada Yumana, que es la perfecta mala malísima. Hay una panda de diplomáticos y hombres neocolonialistas que nadan en una abundancia sostenida por los brazos mínimos de víctimas a las que les ponen nombres de pega, haciendo notar lo poco que importan. Hay un hombre, Salvador, en el centro de las frustraciones de esta Diana que despierta muchas mañanas con una araña muerta aplastada en su muslo.
Hay en definitiva, un hartazgo de todo lo oscuro de Líbano que ha servido a Maruja Torres para construir una novela y rodear a su protagonista de algunos compañeros que seguirán con ella en sus próximas aventuras.
P. ¿Dónde empezaste a escribir la novela?
R. Empecé en Beirut. Estando allí tenía una extraña inquietud, que no sabía que era. Me quería ir y era muy difícil desencajarme de las rutinas que tenía allí. Entonces me di cuenta de que me estaba yendo de Beirut y Diana tenía que irse también.
P. Así que no hace falta echar un poco de menos Beirut para escribir sobre ella…
R. No, no. Yo estaba allí despidiéndome y en cierta forma ajustando cuentas con el Beirut que menos me gusta y con el que he partido peras, como si dijéramos. Ese mundo entregado por completo a la especulación inmobiliaria, ese es el espíritu que hay ahora y ese espíritu no me gusta.
P. ¿Tiene el Líbano puertas y ventanas cerradas, como Salva (hombre infranqueable del que Diana está enamorada), para una europea? ¿Cuánto esconde?
R. Si que las tiene. Y esconde mucho, esconde un “guerra-civilismo” que no es de dos bandos, sino prácticamente de siete contra once o doce contra seis. Luego esconde campos de refugiados palestinos que son brutales, esconde que trabajan los más pobres para los otros que viven muy bien, pero al mismo tiempo no hay lucha de clases. Es el único país que no se ha revuelto. ¿Por qué? Porque la lucha de clases consistiría en que al que aparca el Ferrari le gustaría estar conduciéndolo. La lucha es sectaria y por el control mafioso de los rendimientos del país.
P. El juego, el narguile… son las formas de compartir el tiempo entre Diana y el policía Fattush, su mejor amigo libanés. En toda la novela, no llega a tratar de manera amistosa con ninguna libanesa. ¿Cómo comparte su tiempo Diana con las mujeres?
R. La relación con el policía es muy bonita, yo quiero mucho a Fattush porque es un libanés como de los de antes. Con principios.
Con mujeres libanesas, imposible. En el Líbano la relación es amable, superficial, deliciosa. Pero si le dices a una libanesa “mi hermana se está muriendo”, se pone pétrea, porque una cosa muy libanesa es no querer saber malas noticias de ti. Sólo les interesa la cosa glamurosa, ser el París de Oriente o el Montecarlo.
P. Las víctimas son quienes más respeto merecen para el narrador.
R. Eso es verdad. Hay una realidad muy dura, brutal pero que existe y crea muchas víctimas allí. Aunque hay otra parte del Líbano que me gusta mucho: las pequeñas ternuras, el paisaje, la gente… lo hace contradictorio. No se puede amar sin odiar, pero últimamente el hartazgo era demasiado grande y al final tenía ganas de volver a mi país, aunque esto se está poniendo tan peligroso como el Líbano en cierto aspecto. En el aspecto de desaforo político, de falta de respeto por el otro.
P. Sin embargo, lo que muestras es más bien la vida de los funcionarios españoles y la gente local adinerada…
R. Claro. Yo estoy harta de personas blancas que viven bien, que se meten en el pellejo de una señorita que va en patera, viniendo de Camerún o de donde sea, te cuentan su tragedia y luego se forran con el libro. Yo eso no lo voy a hacer nunca. Yo voy a hablar y criticar a los que he visto y conocido, que no son exactamente literales, pero que me han inspirado.
Me he ido fijando en la gente. El personaje de la vieja matriarca, Yumana, es el resumen de todas las que he visto durante años en las peluquerías, los salones de masaje, en las tiendas comprándose tres rolex a la vez y recauchutándose.
Y ya si te vas a un salón de belleza… yo iba a darme masajes tailandeses y cuando salía, en el ascensor ya me encontraba con una madre, una nieta y una hija que salían con el mismo vestido, uñas pintadas y la nena con taconcitos con ocho años. Allí se han inventado los salones de belleza para niñas, directamente van saliendo barbies. Lo mismo cristianos que musulmanes. Aquello ha ido degenerando en un materialismo salvaje que incluye, y esto siempre ha sido así, el maltrato al servicio doméstico.
Yo no quería hacer un panfleto. A Diana la moviliza la injusticia, esas víctimas de las que nadie sabe su verdadero nombre, las llaman por otro nombre, y eso es algo que ocurre en la realidad.
P. La frase que más me ha gustado del libro es la siguiente. Ocurre cuando Diana sufre un pequeño desengaño del hombre por el que está colgada y dice de él “Da las horas como un reloj porque es lo que se espera de un reloj. Pero no siente el tiempo de los otros”
R. Es bonita, ¿verdad? Ahora que la escucho… porque una escribe y no se da cuenta. He conocido gente así y no sólo funcionarios. Son gente que va allí vive muy bien y no se fijan.
Yo he vivido muy bien dentro de un orden. Tenía que salir cada noche a poner el generador que compartía con la casa de al lado en marcha. Ya podía diluviar, que salía al callejón con capucha. También tenía a mi filipina muy bien pagada y aún nos seguimos por facebook. Ella me contaba cosas terribles, decía que las violan si salen solas. Como saben que nadie las va a reclamar ni proteger, paran un taxi y… la consigna es “nunca solas”. Pero esto ya es material para un libro de investigación…
P. Entonces, Diana busca justicia para las víctimas como una idea abstracta…
R. Ella es vengativa. Lo que me impulsó a escribir thriller fue pensar “qué bueno puede ser aprovechar esta decepción que tengo sobre tantas cosas…”. Empezar una serie de novelas policiacas o thrillers o como queráis llamarlas, en las que pueda hacer lo que no puedo hacer en la vida real, que es cargarme gente. Primero me cargo como autora a los que sirven de excusa y luego voy a por los culpables.
P. Pero, ¿hasta qué punto busca Diana ese “sentir el tiempo de los otros” que echa en falta en el hombre al que ama? Las víctimas le importan pero no me da la sensación de que se involucre demasiado en su vida.
R. Pero. ¿cómo se va a involucrar? ¿Quieres que monte una ONG? Que por cierto, allí sólo las hay para los palestinos, no para la servidumbre. Aquí hay un problema de “trata de blancas” (llamado genéricamente) que empieza en África, y que por supuesto se trata del nuevo esclavismo. Si yo pongo a Diana intensa, todo el rato llorando por las víctimas… Ella lleva la vida de una señora allí. Yo no defino a Diana como si fuera yo.
P. Por supuesto que no. Yo hablo del personaje
R. El personaje es exactamente lo que sale en la novela. Tiene esas preocupaciones que aparece en la novela. El personaje no se despierta por las mañanas pensando “voy a arreglar el mundo. ¡Oh, la esclavitud cómo está!”. Diana es imperfecta. Es una mujer que para empezar se acuesta con una araña en la cama y tiene un desenlace que, como tú sabes, no es precisamente modélico. Por el medio abarca lo que abarca y eso es lo que hace que la novela tenga humanidad. Porque si ella es buena, sale a la calle, se destroza ante todo lo que ve, luego se va a casa con su familia y hacen una lasaña, entonces ya soy Donna Leon.
P. Mmmh… quizás en casos más concretos… hay una criada a la que parece que Diana se queda con ganas de conocer mejor…
R. Claro que se queda con las ganas. Esa es una de las partes que joden a Diana. Claro que se queda con las ganas.
Mi personaje es tacaño, va de rebajas y duda en comprarse el conjunto de ropa interior completo. Yo no soy así. Yo me compraba libros como una loca, por cierto muy buenos. El periodismo en Oriente medio se vende mucho mejor que aquí y me he traído una biblioteca a casa. Diana es una mujer muy frustrada, más frustración que estar enamorada de un imbécil… bueno, no, de un ser oscuro y tenebroso.
Y ¿no te gusta el embajador de España? ¡Es una locura! Lo he tenido que desorbitar para que no se reconozcan.
P. ¡Es genial! Y la Fundación Quijote…
R. Si, no me veo yo ahora mismo dando una gira para la Fundación Quijote. Jajaja. Ahora con las revueltas árabes se está demostrando que existe un Neocolonialismo. Es ese mundo “pre aires de libertad” el que pretendo reflejar. Ya sabes que para el siguiente libro mando a Diana a Luxor, ya estoy tomando notas.
P. Otra cosa. Me ha encantado el Café de los espejos
R. Pues ya no está. Existía de verdad, tengo fotos. Ahora en vez de tomar notas, hago fotos con la digital. Tengo fotos que me emocionan del Café de los espejos, porque ahí he escrito mucho. Parte de El amante en guerra y todo Esperadme en el cielo.
P. Se ve que es un sitio donde te sientes recogida, un lugar para reflexionar…
R. Mira. Cuando había guerra y se oían los disparos, yo caminaba hasta el café y estaban: un camarero de retén, la dueña y el tipo del narguile, solicos. Llegaba y me decían “¿cómo has podido venir hasta aquí?” y les respondía que arrastrándome como quien dice. Me preguntaban primero por la situación, al ser yo periodista, y en seguida que por qué no me marchaba del país, yo que podía.
Les decía que siempre me quedaba, en esos momentos sobre todo. Me sentaba con ellos a fumar y beber y cuando la cosa calmaba, me volvía a casa. Por eso le tengo un cariño loco al café. Por suerte no he visto su final. Al parecer el dueño del edificio les pidió más pasta por el alquiler, ellos no podían pagarlo y al final ocurrió lo de siempre en estos casos: moving y luego despediding (ríe).
P. En cuanto a las relaciones de Diana con los hombres. Parece que mantiene un juego con cada uno de ellos.
R. Bueno, ella ya tiene 54 años, está de vuelta de todo y puede hacer lo que quiera.
P. Se ve que sabe jugar con cada hombre a lo que tiene que jugar…
R. Si, de todas formas está muy pillada por Salva. Más de lo que ella quiere reconocer, pero también tiene esa cosa moral. La moral a cierta edad te ayuda mucho y funciona como un gran abofeteador y despertador. La ética… hay cosas por las que no se puede pasar. Es como un hombre que te pega, eso no. Por eso he dejado de fumar, porque el cigarrillo es como un hombre que te pega, te puede gustar mucho, pero te está matando.
P. ¿Puede un europeo en Líbano vivir de espaldas a Europa?
R. Mira, Beirut es un lugar que pretende ser europeo. El Beirut de las embajadas, el Instituto Francés… todo esto, el Beirut cristiano. Hay muchísimos paripés, mucho montaje cultural al que van tres porque ni si quiera han sabido difundirlo.
Hay mucha conferencia de estas a las que van señoras que llevan caramelos y sacuden las pulseras. Cuando llega el turno de preguntas no te preguntan otra cosa que “¿Qué piensas del Líbano?”. Esperando que digas que es maravilloso y que los musulmanes son atroces.
Es verdad que es muy difícil vivir de espaldas, pero yo lo he conseguido bastante. Hay cosas a las que no tienes más remedio que aparecerte y te apareces cinco minutos. La fiesta nacional de España por ejemplo, vas y en cuanto ves que hay veinte monjas, diecisiete curas libaneses y españoles y que están “paripeando”, entonces te acercas al tío que te acompaña y le dices “oye guapo, yo es que me fumaría una pipa o me bebería un whisky en otro sitio. Estoy harta de estar de pie con un vino de honor en la mano.”
También he conocido a diplomáticos muy buenos, sobre todo al principio. Después mucha gente se ha ido marchando por jubilación, cambio de destino o porque estaban hasta las narices. Así es como yo me he ido quedando solita en esa parte buena del Líbano. Para ir de paripé en paripé, pues no estoy.
P. ¿Quién es más fácil de matar en Beirut?
R. Desde que un atentado se llevó por delante el coche blindado del presidente el 14 de febrero de 2005, que acabó para siempre con el día de los enamorados… Se puede matar a quien sea. Podrán colaborar los israelíes, los sirios… pero hay una forma de vivir que incluye el matar. Me encanta una frase del personaje de la vieja matriarca que dice “si el tiempo mata todo lo que existe, deberías reconocer que nosotros ayudamos al tiempo”.
P. Al final los más interesantes son los malos
R. ¡Claro! Ya me he escrito tres libros hablando de los buenos y de lo que me gusta del Líbano. Esta es una novela policiaca.
P. ¿Qué me cuentas del personaje de enlace para la segunda novela Lady…?
R. Lady Roxana. Es un personajazo del que no pienso contar nada. Pero bueno, voy a mezclar el antiguo antiguo Egipto que le gustaba a Terenci, el Egipto donde están dispersas las cenizas de Terenci, es decir, la Alejandría griega, el Egipto islámico, tan poco conocido, que es el de los chicos que están en la calle sin trabajo. Todo con una intriga y con una historia de amor muy bonita que por una vez no será de Diana.
P. Me daba la sensación de que Lady Roxana venía a compensar el personaje del policía, Fattush.
R. El policía tiene que volver a salir. Fattush puede tomarse unas vacaciones para pasarlas en el Cairo y ayudarla en el próximo caso, cuando se embarquen en un crucero por el Nilo como los de antes. Yo lo he hecho en un barco de vapor, ese es el barco. Un gran homenaje a Agatha Christie: reunir por causa de un crimen a una serie de gente en un barco con sólo 14 habitaciones y una suite, con lo que tienes sólo una serie de personajes y… no te cuento más. Pero tiene su punto, ¿no? Y aquí Diana ayudará a los enamorados, porque es buena en el fondo.
P. Está claro que el ambiente oriental le da mucho más juego a la serie.
R. Si. Voy a hacer la cuenca mediterránea que es como dijo Antonio Baños: en contraposición con el thriller oscuro de los nórdicos, el thriller luminoso. No olvidemos que en la cuenca mediterránea se inventó el crimen político, la corrupción y el aceite de oliva.
Aunque sea con muletas o incluso en silla de ruedas, Maruja promete seguir presentando las aventuras de Diana hasta completar este viaje mediterráneo. Quedan muchas millas marinas entre el puerto de Alejandría y el de Barcelona.