Verano creativo
Por Dinorah Polakof.
Cada vez que comienzan los días de clase, me pregunto que nos dejó la temporada de verano en libros para niños y jóvenes. Por fortuna y por lectura, he incursionado sobre gran parte de todo lo editado en estos últimos tiempos.
Una buena cantidad de material ocupó caprichosamente mi escritorio y los pocos huecos vacíos de las bibliotecas hogareñas, derramándose el exceso por el piso de la habitación. Tanto desborde se debió a la aceptación de integrar los Jurados de las Premiaciones del MEC, la Cámara Uruguaya del Libro, y las Editoriales que se sumaron a las que ya me confiaban la crítica de su producción.
Entonces, abordaré en este espacio los comentarios surgidos a partir del dichoso y estimulante paso por miles de páginas leídas.
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¿Quién no usó pañal? Walter Binder. Horacio Gatto. Calibroscopio. Colección Pez Volador. 2007. Buenos Aires. Catorce páginas acartonadas, brillantes, donde texto e ilustración presentan un exquisito modelo para ayudar al pequeño en la superación de una etapa molesta. Lograr la autonomía a la hora de desprenderse del pañal se ha manifestado como un proceso de largo tiempo y paciencia. Los padres deben acompañar el cambio, conteniendo, colaborando con todos los argumentos propios y disponibles. En ese sentido, el libro se instala como una herramienta de ayuda que abre puertas a una comunicación compartida. Ambos, hijo-progenitor, abundarán en los cuentos clásicos y divertidas rimas alusivas al tema. Los personajes ya conocidos están tratados con picardía donde abundan imágenes ilustrativas.
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Maruja Antibrujas. Federico Ivanier. Ilustrado por Daniel Pereyra. Ediciones Santillana. Alfaguara Juvenil. 2010. Montevideo. El argumento del varias veces premiado escritor propone una novela de intriga, aunque al circular y volar brujas podría inscribirse como novela fantástica. Una casa deshabitada, una niña huérfana con poderes, un tío inventor y siete gatos, Halloween y calabazas … ¡peligro! Para el comienzo Ivanier eligió una frase de Roal Dahl de Las brujas y con ello quiso asegurarse y asegurar al lector de qué iba la historia. Lo oculto transmite inquietud, pero la novela no alcanza la categoría del término. Si bien el autor recrea en forma excepcional el ámbito escolar y a sus alumnos en diálogos magistrales en relación a maestra, director, profesores especiales (léase El Colegio de los chicos perfectos), en este caso, no es suficiente. Porque la estructura propone una serie de conjuros bien formulados pero agrega rima y verso a casi el total de sus páginas. Y esto cansa. Me pregunto cuál es el sentido de la repetición en una novela destinada a lectores de diez años cuando como juego verbal funciona para niños de menor edad. Para ejemplo: “tenían unas cortinas cetrinas, corridas como bambalinas” o “…a rodar el dado, ocurrió lo inesperado.” Y también en los capítulos versados como “Prohibido tocar el sapo perdido, ¿entendido?”. Sin embargo, son los encuentros dialógicos como los de las páginas 108 a la 111, los que validan a Maruja Antibrujas, donde impera el sarcasmo, vital elementos del humor y área que el autor desarrolla con acción desopilante. El transcurso de la novela de final feliz se ve realzado por las atractivas ilustraciones de Pereyra.
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me da mucho gusto poder llegar a ti dinorah y mas placer siento saber que te has dedicado a escribir y mas para niños susana me comento de tu actividad hace un tiempo si me recordas con el mismo cariño que yo guardo para ti espero tu respuesta cariños carmen