No te signifiques (22)
Por Jorge Díaz.
Odio las columnas de “no se me ocurre nada”. Pues si no se te ocurre nada no escribas, no nos des la tabarra con las tonterías que piensas mientras esperas a que se te ocurra algo: deja paso al que esté detrás, que seguro que tiene un montón de ideas y no tiene sitio donde publicarlas. Y cuando al de detrás se le acaben, al siguiente y al siguiente, hasta que la inspiración te haya vuelto, si es que te vuelve, y te toque otra vez. Pero no nos aburras, por favor; no empieces a decir que enciendes un cigarrillo y otro más y que un día de éstos has de plantearte muy seriamente dejar de fumar, tal es la tos que te entra al levantarte porque eso ya está dicho.
Esta introducción es para los que piden que dé caña, como le decían a Guerra.
– Dales caña, Alfonso, dales caña.
Y Alfonso les daba caña, que menudo cañero estaba hecho. Ahora se le echa de menos. Lo decía un poeta latino: algún día hasta esto lo recordaremos con agrado. Sé que la cita no era así exactamente y sé que debería saber el nombre del poeta, pero no lo recuerdo, quedaos con la idea y aplicadla si tenéis ánimo.
No es mi caso hoy, que conste, me sobran las ideas, lo que pasa es que las columnas “no se me ocurre nada” son una categoría que creo que hay que eliminar y colgar de los pulgares a los que las perpetran. Es mi pequeña aportación contra ellas.
– ¿Y el día que no se te ocurra nada a ti?
– Ya veremos. Probablemente cambie de opinión, estoy dispuesto a cambiar de opinión siempre que me convenga. Es la historia de mi vida.
Me sobran temas e ideas. Esta semana había pensado en tres, las cartas de Ruiz Mateos, la continuación de mi columna anterior sobre lo que se lee en el metro y mi viaje a Japón, con sus problemas de comunicación, ahora que está de actualidad.
– ¿Has estado en Japón?
– Sí, quince días. Creo que no me he aburrido tanto en mi vida, ni siquiera mi increíble y animada vida interior me sacaba del sopor. Pese a eso, siento simpatía por los japoneses y lamento lo que les está ocurriendo. A ver si les echamos una mano.
Llegué a escribir ayer una columna sobre la literatura epistolar basándome en las cartas de Ruiz Mateos a Botín. Pero después me dio un poco de apuro, ¿habéis oído aquello de la leña y el árbol caído?, pues ya sabéis a lo que me refiero.
– Será mejor hacer leña del árbol que está caído que tirar otro para hacerla, ¿no?
– Visto así…
Esa visión me permitiría hablar de don José María, doña Teresa y todos sus hijos. También podría centrarme en cómo viviría don Emilio Botín la llegada de las cartas.
– Señor Botín, tiene carta del señor Ruiz Mateos.
– ¿Y qué dice?
– Que ha rezado por usted en la capilla de casa.
– ¿Dice que ha rezado o dice que ha hecho una ceremonia?
– No me ha quedado claro.
– Es que, después de lo que le dijo el otro día a Peralta sobre Cuba, no me fío.
– Perdone, señor, ¿qué le dijo?
– No soy capaz de reproducirlo fielmente, pero algo así como que le mandaba la figura de la virgen patrona de Cuba, que se daba la feliz coincidencia de que la abuela de Peralta había nacido allí y que eso significaba que Fidel Castro iba a morir.
– No entiendo, señor.
– Toma, ni yo, es un silogismo muy extraño, lo están estudiando en el banco. Y Peralta anda preocupado el hombre, con razón. Bueno, vamos a intentar olvidarlo. ¿Dice algo más?
– Pregunta que si quiere usted que le mande brandy viejo.
– Ya sabe que no bebo.
– Creo que habla de varios millones de litros, no creo que quiera que se los beba usted, por lo menos no de una sentada. Es para invertir.
– Contéstele que no, y si se empeña en mandar una botella que se la lleven a la cocina y la usen para cocinar, que le da muy buen sabor a los guisos.
– Y ya lo último, quiere que reciba usted a sus hijos varones.
– Eso sí que no, no porque son todos iguales y hay que andar contándolos para saber si no se ha escondido uno en el despacho. Dígale que mande uno y que ya le hacemos fotocopias aquí.
En cuanto me decida por uno de los temas que tengo previstos le meto caña, como Alfonso.
La frase exacta era: “hijos varones (inmejorables)”
amor de padre
menos mal que no tuvo un lapsus y dijo “intercambiables”