Palestina
Por José Luis Muñoz.
Palestina. Hubert Haddad. Demipage, 2010. 181 páginas.
No es Hubert Haddad, un tunecino de madre argelina y raíces judías y bereberes, un recién llegado al mundo de la literatura, ya que ha escrito quince novelas, pero el prestigioso premio literario francés Renaudot, que obtuvo por Palestina en 2009, parece haberle abierto las puertas para ser conocido entre nosotros y ser publicado por Demipage en una edición tan austera como lo es la novela y su propio título.
Cham, un soldado israelí, es apresado por un comando palestino que mata a su compañero de armas y lo hiere. Dado por muerto, es abandonado en un cementerio. Cuando vuelve a la vida y es acogido por Falastín, una palestina pacifista, y su madre ciega, Asmashane, se olvida de su identidad y adopta la de Nessim, su hijo desaparecido. Y como palestino vivirá en propias carnes las humillaciones y escarnios a que son sometidos diariamente por sus antiguos camaradas.
¡Si el ocupante pudiera, también desviaría las nubes! ¡Nos robaría nuestra lluvia!
Hubert Haddad construye esta novela emotiva y de denuncia sin caer en fáciles y comprensibles maniqueísmos, de los que huye, quizá, porque sus ancestros están en uno y otro bando, y ofrece una narración seca, concisa, vigorosa, sin vericuetos, muy centrada en el insostenible día a día de la población de los territorio ocupados, con algunos momentos especialmente tensos como cuando Cham, el israelita prisionero que ha olvidado su pasado, se convierte, en su proceso de asimilación de una nueva identidad, en terrorista y envuelto en explosivos sube a autobuses, deambula por mercados atestados de gente dudando hasta el último momento si hacerse estallar o no, quizá el momento más brillante de esta novela a la que sólo le pondría una pega: la indefinición psicológica de los personajes a los que el lector casi nunca consigue ver.
Los seniles que están al mando se mueren de miedo y no conocen otra cosa sino el empleo de la fuerza. La mayoría llegó de Europa, con unos malvados lobos pardos pisándoles los talones. Arreglan sus cuentas con la Historia a través de nosotros. Somos un poco su reflejo…
Narración, a la postre, optimista sobre uno de los conflictos más enquistados de la humanidad y que, hoy por hoy, sigue sin solucionarse.