Mala Ciencia, de Ben Goldacre

Por Silvia Campillo

Japón está viviendo unas horas críticas. El planeta vive a la espera de noticias desde Fukushima y, aunque las informaciones que van llegando son contradictorias, los medios de comunicación se apresuran a anunciar el Apocalipsis Nuclear. ¿Realmente estamos a la espera del fin del mundo, o ante un nuevo ejemplo de mala praxis periodística?

El psiquiatra y columnista británico Ben Goldacre, en Mala Ciencia (Paidós) no duda en señalar a los periodistas como los grandes culpables de las mentiras y las leyendas urbanas que giran en torno a la ciencia. Para él «las personas de los medios de comunicación son titulados en áreas de humanidades con escasos conocimientos sobre ciencia, que, además, se enorgullecen de su ignorancia en la materia». De esta manera, el libro abre de nuevo el eterno debate sobre en manos de quién ha de estar la divulgación científica.

Goldacre introduce su reflexión en torno a las charlatanerías y falsedades que giran alrededor del universo científico aludiendo al mítico discurso de C.P. Snow sobre las “dos culturas”, donde se explicaba la incomunicación que existía entre las humanidades y las ciencias: «Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al mundo existencial». Sin embargo, de lo que Show no habló es sobre cuáles son los “buenos” y quiénes los “malos”, asunto que Goldacre esclarece al afirmar que «en la actualidad, los científicos y los médicos se ven superados en número y en potencia de fuego por nutridos ejercicios de individuos que se sienten autorizados a emitir juicios sobre asuntos que son una simple cuestión de evidencia, pero sin preocuparse siquiera por adquirir un nivel básico de comprensión de las materias por tratar».

La solución ante tal conflicto sobre la incapacidad que poseen los periodistas para emitir información científica puede tener dos soluciones. Por un lado, que dichos mensajes se difundan a través de medios especializados, como por ejemplo la revista inglesa New Scientist que en 2008, coincidiendo con la edición original, calificó el libro de Goldacre como “una de las lecturas esenciales del año”. Este tipo de formatos, por cuestiones de natura, tienen la capacidad para desarrollar el procedimiento de una investigación científica, así como detallar los matices empíricos realizados en dicho estudio que, por otra parte, se asemeja formalmente a la estructura de análisis e investigación social dada por Berganza Conde en Investigar en Comunicación (Mc Graw Hill). El segundo remedio es que los científicos ocupen puestos en medios de comunicación de masas para que quede en sus manos la labor de transmisión informativa de la ciencia. Es esta la forma en la que queda está asegurado, pues, que cuando quien decir apoptosis, por ejemplo, digan apoptosis y no muerte celular. Porque, como Goldacre indica: «Adquirimos la información de la boca o de la pluma de las mismas personas que han demostrado en reiteradas ocasiones su incapacidad para saber leer, interpretar o dar testimonio fiable de las pruebas verdaderamente científicas».







Ben Goldacre

La ciencia como producto

En Mala ciencia también se habla de la realidad que se esconde tras multitud de estudios que se disfrazan de logros y avances científicos, a través de casos concretos que el autor ha ido recopilando a lo largo de los años. Por ejemplo, el del doctor Cliff Arnall que, como Goldacre explica “es el rey de las noticias sobre ecuaciones matemáticas especiales, y entre su producción más recuente se incluyen las fórmulas para calcular el día más deprimente del año, el más feliz, el puente festivo más perfecto y otras muchas (muchísimas) más”. En el caso del 2008, la investigación de Arnall para determinar cuál era el puente ideal para reservar unas vacaciones estuvo patrocinada por Sky Travel.

A pesar de que el libro se centre en la realidad británica, en España también hay ejemplos de que detrás de muchas de las informaciones científicas que los ciudadanos reciben diariamente a través de los medios de comunicación se oculta el departamento de RRPP y marketing de alguna empresa o multinacional. La Universidad (privada) de Navarra, en 2004, realizó un estudio sobre las propiedades de Actimel cuyos resultados no sólo servían para otorgar un certificado de calidad al producto sino que, además, Danone convirtió dicha investigación en la protagonista de su campaña publicitaria.

Más información:

Mala Ciencia, Ben Goldacre
272 páginas
ISBN: 978-84-493-2496-3

Formato: 15,5 x 23,3 cm.

Encuadernación: Rústica con solapas
Colección: Contextos
Traductor: Albino Santos Mosquera

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