Dragon Age II: Vida y obra de un campeón
Por David Tejera Expósito
La semana pasada se puso a la venta Dragon Age II, juego desarrollado por Bioware para PS3, XBOX 360 y compatibles. Se trata de la segunda parte de Dragon Age: Origins, un juego de rol occidental con ambientación medieval que sorprendió a propios y extraños por su ejecución prácticamente perfecta de una fórmula que necesitaba un revulsivo para volver a ser actualidad y que, a pesar de ello, no disfruto de todo el éxito que merecía un producto de tal calidad. Dragon Age II vuelve dos años después con cambios para acercarse al gran público, pero con la promesa de no olvidarse de la fórmula que lo convirtió en uno de los grandes de la historia reciente de los videojuegos.
La quinta ruina ha pasado rápidamente y los bardos aún cantan canciones sobre el héroe de Ferelden que encarnamos en la primera parte del título.
En esta ocasión, tomamos el papel de Garret Hawke (aunque podemos cambiar el nombre y el sexo de nuestro protagonista al principio de la aventura), un exiliado de la región al que conocemos mientras escapa con su madre y sus dos hermanos hacia la promesa de un futuro mejor, a la ciudad de Kirkwall, donde tienen su raíces y quizá una fortuna que reclamar. Kirkwall, la ciudad de las cadenas, antaño una ciudad en la que el esclavismo estaba en boga, es ahora libre y está regentada por el vizconde Lord Marlow Dumar. A la llegada de nuestro héroe, las relaciones entre los magos y los templarios, un conflicto recurrente en el mundo de Thedas, son cada vez menos esperanzadoras y empieza a haber problemas serios al respecto. La gente mira con recelo a los elfos dalishanos que viven en las afueras de la ciudad. Los exiliados de Ferelden son vistos como inmigrantes que vienen a robar el trabajo y los recursos de las gentes de Kirkwall y las mafias de esclavistas campan a sus anchas por los barrios más pobres de la ciudad.
Con esta premisa comienza Dragon Age II, segunda parte de uno de los juegos más alabados po la crítica especializada del último lustro. La historia está narrada de una manera magistral: comienza in media res en una posada, una extraña mujer le pide acaloradamente a un enano imberbe que necesita conocer la historia del campeón de Kirkwall desde sus inicios, de cómo llegó a la ciudad y cómo llegó a ser una de las figuras más importantes de esta. Varric, el enano, se descubre como uno de los mejores amigos del campeón, acompañándolo desde los comienzos de su aventura diez años atrás, la historia se traslada al pasado y vemos a nuestro héroe huyendo de Ferelden hacía el puerto de Kirkwall. Pero que esté bien contado no quiere decir que lo que cuenta sea bueno. Dragon Age II tiene una falta de ritmo alarmante. Mientras que hay momentos en los que no podemos parar de jugar para descubrir qué le ocurre a nuestros personajes, hay muchos otros que no pasan de ser una mera transición de eventos que desearíamos que acabaran cuanto antes para seguir el hilo de la trama principal, una trama borrosa que se centra en el desarrollo de los personajes y de la ciudad de Kirkwall más que en eventos épicos que hagan que no soltemos el pad, algo que puede que no sea del gusto de todos los jugadores.
Como todo buen RPG que se precie, la aventura se desarrolla a través de las misiones que nos vamos encontrando en nuestro deambular por la ciudad, misiones que nos reportarán puntos de experiencia y dinero para mejorar nuestro equipo y el de nuestros compañeros. Manejaremos a cuatro en total: nuestro campeón y otros tres más que tendremos que seleccionar entre un elenco lo suficientemente variado como para realizar cualquier combinación de grupo que se nos venga a la cabeza. Las tres clases principales serán la de mago, ladrón y guerrero, cada una de ellas con las especializaciones pertinentes (guerrero a dos manos, mago de apoyo, ladrón de ataque a distancia, etc…) que le dan al título la variedad necesaria amoldar la experiencia de juego a nuestras necesidades. A parte, cada personaje secundario tendrá especializaciones propias de su trasfondo personal y habilidades únicas.
Es en estos personajes donde nos encontramos con el gran acierto de este Dragon Age II. Bethany, la hermana de nuestro campeón que escapó con él de Ferelden ; Varric, un enano ladrón con un humor y un comportamiento muy peculiar; Isabela, una pirata que llega a Kirkwall tras perder su barco para esconderse de su oscuro pasado; Fenris, un guerrero elfo que ha sido sometido a terribles experimentos con lirio; Anders, un mago y ex-guardia gris que alberga en su interior una poderosa fuerza incontrolable; Merrill, una elfa maga dalishiana que abandona las costumbres de su pueblo para vivir en la ciudad; y Aveline, la esposa de un templario que conoces en tu camino hacia Kirkwall. Todos estos personajes que forman un grupo la mar de variopinto, están profundamente desarrollados a lo largo del juego: podremos entabla conversación con ellos para conocerlos mejor y también realizar algunas misiones para ayudarlos con su problemas y ganarnos su amistad y puede que hasta algo más. Asimismo, mientras andamos por la ciudad de Kirkwall, mantendran conversaciones entre ellos que nos permitirán conocerlos un poco mejor.
Llegados a este punto nos toca hablar del combate, que viene a ser la piedra angular del título y una de las principales razones de toda la polémica que ha habido con esta segunda entrega de la franquicia, tanto por parte de los aficionados como por parte de la prensa. Dragon Age II es un juego mucho más dinámico que su antecesor. A parte del ataque básico, tendremos un número limitado de habilidades para el combate que tendremos que seleccionar previamente y que podremos activar a medida que se desarrolla la acción y que nos gastarán vigor o maná (dependiendo de nuestra clase) por lo que hay que utilizarlas inteligentemente para no quedarnos indefensos. En consolas, cada pulsación de botones se ve reflejada en la pantalla con un ataque del personaje al que este estemos manejando en ese momento. Para los jugadores más tácticos —y para no desvirtuar por completo la esencia del original— también se incluye la opción de parar la acción en cualquier momento para dar órdenes a nuestro grupo de manera individual, una dinámica engorrosa con un pad que resulta ser imprescindible cuando jugamos en los niveles más altos de dificultad.
La dificultad es otro tema que ha sido bastante retocado con respecto a la primera entrega. El nivel normal está claramente enfocado a disfrutar del juego sin ningún tipo de interrupción, como si de un juego de acción se tratara. No tendremos que preocuparnos de la configuración de nuestro equipo, ni de utilizar habilidades concretas contra ciertos enemigos ni en el momento adecuado. Un paseo para el jugador más experimentado, pero al mismo tiempo una manera de que el gran público descubra lo que el juego es capaz de ofrecer. En «difícil» la cosa ya se empieza a complicar, tendremos que microgestionar nuestro grupo, actualizar y encantar el equipo de nuestros personajes, tener variedad y equilibrio en las clases, los personajes y las habilidades de estos que les vayamos poniendo al subir de nivel. En el nivel «pesadilla» es cuando el juego alcanza su máximo esplendor. Aparte de lo anteriormente comentado, la estrategia se transporta al cada situación que nos encontremos en los combates, nos veremos obligados a pausar el juego continuamente cada vez que vayamos a realizar una acción y nuestros hechizos y habilidades afectarán no solo a los enemigos, también a nuestros compañeros. Todo un reto para los que disfrutaron como enanos con la primera parte.
La gestión del inventario también se ha visto alterada en esta entrega, podríamos decir que se ha simplificado. Tendremos el control total del equipo de nuestro campeón, pero no del grupo al completo. Los personajes secundarios tendrán armaduras personalizadas —y a veces incluso las armas— que no podremos cambiar normalmente a lo largo de toda la aventura, aunque podremos realizarles pequeñas mejoras para que no se queden atrasadas en comparación con la de nuestro protagonista y también cambiarán dependiendo de como se desarrollen los acontecimientos. Los objetos se ordenan automáticamente y hasta habrá una categoría de objetos desechables cuya única finalidad será la de venderlos en las tiendas para sacar algo de dinero. También podremos crear pociones y runas y venenos para nuestras armas y armaduras, pero no es necesario que vayamos recopilando materiales, simplemente tendremos que encontrar por el mapa los nodos donde crecen y luego en la tienda se nos dará la posibilidad de crearlos utilizando estos nodos y pagando un módico —y a veces prohibitivo— precio.
Todos los cambios en las mecánicas que hemos comentado anteriormente podían valorarse a gusto del consumidor, habrá gente que
prefiera más la simpleza a las complicaciones de un juego más profundo, pero la mayor lacra de Dragon Age II se encuentra en sus localizaciones. Podemos estar más o menos de acuerdo con que la acción se desarrolle solamente en la ciudad de Kirkwall, algunos exteriores y en una zona de los Caminos de las Profundidades. Kirkwall es grande y está muy bien recreada —aunqué quizá trás más de 20 horas de juego se nos empiece a hacer bastante repetitiva—, pero el problema de Dragon Age II son los mapas de las zonas. Las mazmorras, los sótanos, mansiones e incluso algunos exteriores utilizan un número muy limitado de mapas que, en muchas ocasiones, nos da la impresión de estar recorriendo el mismo escenario aunque nos encontremos en lugares completamente diferentes. Con ligeros cambios, cerrando algunas puertas y utilizando los mapas al revés como si de un espejo se trarara, se trata de disimular este terrible error de diseño que juega completamente en contra del entretenimiento del jugador, convirtiendo en tedio lo que podría haberse convertido en una entretenida aventura en el interior de una mina llena de muertos vivientes, por poner un ejemplo.
Dragon Age II es un gran juego y de eso no cabe duda alguna. Tiene grandes aciertos, como los personajes secundarios y su desarrollo; y también errores garrafales como el que acabamos de comentar, pero sus bondades pesan mucho más que sus defectos y seguro que os mantendrá pegados a la consola las más de veinticinco horas que dura la aventura principal. Bioware vuelve a conseguir lo que mejor se le da: grandes historias, grandes personajes y toda una aventura por vivir.
Lo mejor:
– Los personajes secundarios son de lo mejorcito
– Su duración, que un juego sobrepase las veinte horas es muy extraño hoy en día, y se agradece.
– A pesar de sus defectos, se nota que es un juego muy cuidado
Lo peor:
– La trama principal no está a la altura
– Poca variedad de lugares y de mazmorras
– Le falta el doblaje al español
Puntuación: 8
Después de leerte me ha dejado de llamar la atención el juego. Así que gracias, jejeje