¿Zombies? ¿De verdad?
Por Marianna Salvioli.
“El antiguo ascensor con cristales de flores labradas se deslizaba hacia arriba. Podía escucharse el acompasado sonido de los contactos al pasar por el piso”. Así empieza La investigación (Editorial Impedimenta), novela del polaco Stanislaw Lem (1921-2006) que, en esta ocasión, integra elementos de misterio a su tradicional narrativa de ciencia ficción. La obra de Lem ha sido traducida a decenas de idiomas y llevada al cine; en el 2002, por ejemplo, Steven Soderbergh (quien acaba de anunciar su retiro) estrenó Solaris. Es comprensible la sencilla adaptación de la novela de Lem al lenguaje cinematográfico, pues su escritura resulta bastante visual; cada línea puede ser llevada fácilmente a imágenes y en esto recae su mayor reconocimiento. El escritor se destaca por crear una atmósfera oscura, agobiante y laberíntica donde sería factible lo incomprensible.
Gregory, un teniente de Scotland Yard, lleva una investigación sobre extrañas desapariciones e intervenciones en los cadáveres de distintas morgues de la ciudad. Insistiendo en buscar una explicación lógica y razonable, irá poco a poco desarrollando sus propias obsesiones, mientras el caso sigue una línea cada menos explicable. De esta manera, el autor propone una reflexión sobre la confianza en la ciencia, el análisis y la estadística. Por lo tanto, el misterio deja de ser enteramente policíaco para volverse metafísico: ¿es viable que aceptemos el caos de la existencia, los hechos imposibles de resolver, sin querer forzarlos a un principio de causa y efecto? ¿Hay en Londres una agente que manipule los cadáveres… o han resucitado? “El orden matemático del mundo no es sino nuestra plegaria dirigida a la pirámide del caos”, escucha Gregory, sin que llegue a convencerlo esa posibilidad.
Impedimenta, además, ha creado una edición atractiva y cómoda, cuya portada representa un mapa recargado de vías rojas y confusas, muy correspondiente a la historia de la novela.
La investigación fue editada por primera vez en 1976, con una acogida bastante irregular. Me temo que puede repetirse ya que la fuerte y envolvente tensión de los dos primeros capítulos va disminuyendo progresivamente, en gran parte por los extensos diálogos y la elipsis de elementos (¿o cabos sueltos?). Esto podría ser achacable al hecho de que Lem decidió escribir la novela de manera espontánea, reconociendo luego que en un momento había perdido la inspiración.
Sin embargo, si Lost se caracterizó por dejar pasar los múltiples elementos que incluyó, y aun así obtuvo un promedio de trece millones de espectadores durante sus seis años de emisión, creo que podemos excusar las fallas y el ritmo ambivalente de de La investigación y, llanamente, disfrutar su lectura, dejarnos envolver por ese Londres oscuro donde los cadáveres (quizás) recobran vida. Por cierto, ¿eran zombies los de Lost?
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La escena final podría tener que ver con la frase de Lem que dice: “Si el hombre tuviera más sentido del humor, las cosas podrían haber sido diferentes”.