Dos miradas sobre 'Cisne negro' (II)
Por Alejandro Contreras.
La vida de Nina Sayers (Natalie Portman) ha estado dedicada en cuerpo y alma a la danza desde pequeñita. Su madre Erica (Barbara Hershey) fue una bailarina amateur que no llegó a nada, y pone todo su empeño en que Nina logre a ser una estrella para lo cual ejerce un férreo control de su formación, sus entrenamientos y de cualquier aspecto que la pueda distraer al respecto.
El director artístico Thomas Leroy (Vincent Cassel) está preparando una nueva producción del Lago de los Cisnes y necesita una nueva primera bailarina que releve a Beth Macintyre (Winona Ryder), a la que ya considera que es demasiado mayor para seguir bailando. Nina, al igual que el resto de sus compañeras, se presentará al casting. Thomas cree que Nina tiene técnica de sobra para dar vida al cisne blanco, pero es demasiado inocente y le falta experiencia en la vida para dar los matices necesarios para el cisne negro, el reverso negativo del blanco.
Cuando Nina pensaba que ya tenía el papel perdido, una reacción suya a un beso robado por Thomas consigue que el papel acabe siendo para ella. Comienza los duros ensayos y no consigue sacar lo que necesita el personaje del cisne negro. No solo su cuerpo comenzará a resentirse sino su estado mental ya que cada vez son más continuas las alucinaciones y los comportamientos psicóticos.
La aparición de Lily (Mila Kunis), una bailarina más joven que ella y que encarna la personificación en vida del espíritu del cisne negro, hará sentir a Nina que su puesto corre peligro y que todos se burlan de ella. Su mayor competidora en el baile será a la vez una aliada para que Nina pueda comenzar a recorrer un camino que ella jamás ha transitado y que le llevará a lo más profundo de su lado más oscuro.
Para poder sacarle todo el jugo a esta película hay que tener muy fresco el argumento original de la obra El lago de los Cisnes. En ella, la joven princesa Odette era condenada por el malvado hechicero Von Rothbart a ser una mujer por el día y un cisne por la noche. Este hechizo sólo podía ser roto si algún joven se enamoraba perdidamente de ella, aunque si esa promesa de amor se rompía ella sería un cisne blanco de por vida.
El principe Siegfried se enamora de Odette y decide anunciar su compromiso en el próximo baile real. Ante lo cual, el hechicero decide confundirle enviando a su hija Odile al baile con la forma de un cisne negro. Siegfried confunde a Odile con Odette, y al declarar su amor al cisne equivocado condena a la pobre Odette a ser un cisne hasta el resto de sus días. Sólo le queda una manera de romper el hechizo y es con la muerte, con lo que la obra termina con la muerte de ambos y su posterior ascensión a los cielos.
Digo lo de tener fresco porque los guionistas han usado la historia de la princesa Odette para construir la de la bailarina. Pero no es una simple traslación del cuento original al siglo XXI, sino que el personaje de Nina irá adentrándose tanto en su doble personaje que irá descubriendo paralelismos de éste en su propia vida. Desde la primera escena de la película donde Nina tiene una pesadilla donde se encuentra con un bailarín que bien podría ser el malvado hechicero del cuento, Nina irá descubriendo analogías entre lo que le va ocurriendo a ella y la historia de Odette, aunque no siempre tenga muy claro a qué personaje de la historia se va correspondiendo aquellos que interactúan con ella (y aún menos el espectador).
No es la única referencia que se ha tomado para esta película ya que se revisan algunas de las tesis que el ensayista, investigador y financiero libanés Nassim Nicholas Taleb publicó en su libro “El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable” (The Black Swan Theory). Allí explicaba cómo algunos eventos poco probables y de difícil predicción, tiene un impacto desproporcionado más allá de lo que se puede pronosticar. En concreto, la interpretación perfecta que consigue el personaje de Natalie Portman, tan perfecta que ni siquiera la anterior bailarina logró, tiene un impacto brutal en todos aquellos que la rodean (y que dios me libre de destripar).
Ha sido indudable recordar Million Dollar Baby (2004), no sólo porque las protagonistas de ambas tuvieron que dedicar bastante tiempo a entrenarse para sus personajes, sino porque al verlas iba descubriendo que la película que tenía delante no era para nada lo que parecía a priori. Lejos de ser una versión de Showgirls (1995) en el mundo de la danza clásica, nos encontramos con una película mucho más rica, compleja y que a ratos apunta al terror, contando con una protagonista tan atormentada como el protagonista de Pi (1998), el primer largometraje que dirigió Aronofsky. Y además con un juego entre realidad y ficción, tan de moda este 2010 con Origen (2010), que conseguirá que al final de la proyección cada espectador tenga la sensación de haber visto una película distinta.
La película es impecable en su factura, en sus efectos especiales, en su guión, en su dirección y en el elenco de actores seleccionados. Todos están para premiarles, desde la madre tigre Barbara Hershey, la bailarina venida a menos Winona Ryder, el director artístico Vincent Cassel y la astuta y sensual Mila Kunis. Pero sin lugar a dudas la que está absolutamente maravillosa es Natalie Portman con un papel que le ha exigido dar el doscientos por cien de lo que exige cualquier otro personaje protagonista.
Sin lugar a dudas Cisne Negro (2010) es una grandísima película, moderna, transgresora y que todo el mundo debería experimentar. Sin lugar a dudas una de las mejores películas del 2010 y que con el paso del tiempo será mucho más recordada que otras coetáneas que han salido mejor paradas en las nominaciones de los Oscars 2011 (por ejemplo El discurso del rey (2010)).
La pelicula es efectista, tramposa y previsible. Solo se salva la interpretación de la Portman. No entiendo como este tipo de cine fallido cosecha tantos halagos.
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