En aquel tiempo toda la buena gente era pobre

Por Graciela Rodríguez Alonso.

Foto: Muriel Spark.

“En aquel tiempo toda la buena gente era pobre”. Hablamos de 1945, Londres, recién acabada la Segunda Guerra Mundial. Vamos a conocer a cierta gente pobre que allí vive. Se trata de las señoritas de escasos medios que se alojan en el club May of Teck. Club es el eufemismo británico para residencia de señoritas de escasos medios y May of Teck es el nombre de la princesa Victoria María de Teck, madre de Jorge VI, el rey tartamudo al que ahora todos conocemos más que a nuestro propio abuelo. Si menciono el árbol genealógico del club-residencia es porque el May of Teck (edificio victoriano que sobrevive a los bombardeos enemigos pero no a sus secuelas),  es personaje fundamental de la novela.

El curriculum de las señoritas es variado. La mayoría son hijas de cura, el resto trabajan como mecanógrafas o dan clases particulares y una minoría procede de familias aristocráticas venidas a menos. Pero si algo las une, obligadas a vivir lejos de sus familias, es el abandono… que ellas aprovechan para pasarlo lo mejor posible. Rodeadas de escombros, sobreviven dependiendo del racionamiento (y de los ligues) para obtener comida y ropa. Las familias no acuden a verlas, como mucho envían muy de vez en cuando alguna carta y todas, menos Selena, la belleza del club, Jean, la intelectual y Joanna, famosa por su capacidad para declamar poesía y enamorada pero jamás correspondida, todas, buscan novio o marido. Alrededor de las señoritas revolotean y liban multitud de caballeretes, oficiales casados, ex soldados, y el poeta Nicholas Farringdon. Dejemos por un momento a las señoritas para ocuparnos del poeta, anarquista y autor del poemario  Los campos sabáticos.

El asesinato de Nicholas Farringdon en Haití, ocurrido mucho tiempo después del final de la guerra, es el hilo conductor de la historia de aquellos viejos tiempos. Jean, que en 1945 trabajaba en la editorial cutre que no publicó Los campos sabáticos, irá llamando por teléfono a las señoritas que le conocieron para darles noticia del martirio de Farringdon. Así sabremos cómo quedó prendado de Selma con la que se acostaba por las noches en la azotea del May of Teck y cómo admiraba las declamaciones de Joanna cuya voz grabó haciendo uso de su acceso a determinado material gracias a su trabajo en los servicios secretos. La atracción que sentía por el May of Teck le costó la vida años después. Me gustaría poder contaros los hechos terribles que acaecieron en el May of Teck por culpa de una bomba fantasma y de una claraboya que daba al tejado y por la que las señoritas escapaban untando sus cuerpos, a pesar del férreo racionamiento, con margarina (¿conocía Bertolucci esta historia?). Pero sólo Muriel Spark es capaz de contarlo con sentido del humor e ironía. Yo no daré ni una pista de lo que ocurrió poco antes de que se celebrara el día de la gloriosa victoria. Sin embargo citaré a Greggie, “aquello fue un acontecimiento a medio camino entre una boda y un funeral, pero a escala mundial”, y uno de los versos que más repetía Joanna: “¿Qué será de nosotros ahora, sin los bárbaros?”. Había llegado el momento de que cada cual buscara su lugar en un mundo nuevo y los bárbaros ya no estaban allí para cargar con las culpas.

Las señoritas de escasos medios de Muriel Spark, Editorial Impedimenta, Madrid, 2011

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