Luis Muñoz Diez habla con Carlos Iglesias de su película ISPANSI, un homenaje a los niños de la guerra y mucho más
Luis Muñoz Díez habla con Carlos Iglesias de su película ISPANSI, un homenaje a los niños de la guerra y mucho más. Con fotos de Pablo Álvarez.
Me siento a hablar con Carlos iglesias de su segunda película Ispansi -así llamaban a los españoles en la Unión Soviética- que toca un tema que parece, y lo es, del siglo pasado, pero que ha marcado y dejado huella en la sociedad de hoy. Mis cuatro hijos son nietos de una de esas niñas que salieron en aquel tren camino de la URSS con los babis debajo del abrigo y agarradas a una muñeca, dejando un Madrid sin gobierno y bombardeado con saña por los que decían querer liberarle. Por razones del destino su viaje acabo en Paris, donde la recogió un hermano. Vivió su exilio en Francia, del que físicamente volvió siendo una mujer, pero algo de ella quedo anclado en la capital francesa para siempre.
Carlos, tus dos películas coinciden en algo, tanto tu primer trabajo Un franco, catorce pesetas, como el segundo Ispansis, hablan de añoranza y de personas que se ven obligadas a salir de su tierra.
Sí, son españoles fuera de España. Me gustaría cerrar la trilogía con otra sobre los que se fueron, pero que fuera una comedia.
Tú, viviste parte de tu infancia en Suiza y me gustaría que me dieras tu opinión. El que se va ¿puede volver? Lo que pregunto es si esa vuelta no es otro exilio.
Hombre, depende de la persona, no todo el mundo vive la emigración con la misma intensidad, aunque le haya ocurrido casi lo mismo. Yo conozco casos de gente que ha vuelto y al poco tiempo había olvidado el idioma y todo, la experiencia les había resbalado… Yo te puedo hablar de mi caso y el de mis padres, que volvieron con dinerín para comprarse una casa, pero no en el barrio de Salamanca ni en Argüelles, por lo que ellos no volvieron al Madrid donde vivían sino a un barrio que cuando se fueron no existían y eso era otro exilio. Era un sitio más feo, más violento, en donde había realojados de chabolas. Al poco de llegar, mi madre me mandó a por una gaseosa fresquita para comer y me encontré que en el descampado de al lado de mi casa unos chicos habían matado a dos perros a golpes, aprovechando que se habían quedado enganchados después de copular. Yo era un niño suizo y no estaba acostumbrado a esas cosas, aún no estaba de moda la ecología pero allí me habían educado en el respeto a la naturaleza. Lo peor es que la gente joven que ha vuelto ahora a la España del 2006 al 2008, y ha visto la película, se ha sentido identificada conmigo. Y es que sigue habiendo mucha diferencia entre los dos países.
Después del éxito de Un franco catorce pesetas has tardado en volver a rodar, ¿por qué?
Ya con Un franco catorce pesetas me costó cuatro años encontrar financiación, porque todo el que leía el guión me decía que a quien le iba interesar la emigración económica de los sesenta a estas alturas, y a mí me sonaba a “ahora que ya no lo somos para que vamos a sacar los trapos sucios de cuando lo fuimos”. Yo, ya no vivo allí, pero no me da ninguna vergüenza contar que vivía en un sótano con mis abuelos, que eran porteros y trabajadores. Tenemos complejo de nuevo rico.
Seguimos creyendo que somos hidalgos y que es un desmérito trabajar.
Exactamente, como los hidalgos que se dedicaban a pasear con las mejores galas aunque en su casa no hubiera para comer.
Por qué te interesó levantar un proyecto como Ispansi, una película de la que eres guionista, director y protagonista, sólo te ha faltado producirla.
En lo que más he tardado es en reunir el dinero para hacer la película. El interés por los niños de la guerra me vino de uno de mis profesores en la escuela de arte dramático, Ángel Gutiérrez, que fue uno de esos niños. A mí, siempre me ha interesado la historia y le entendía porque teníamos algo en común, porque yo había vivido en Suiza. Cuando haces una segunda película quieres que sea igual pero diferente a la primera, y este tema era perfecto, me fui a Irún a documentarme, y llamo y me dice mi madre que había estado comiendo con una señora que había ido de maestra a la Unión Soviética acompañando a los niños y que vivía en Moralzarzal, al lado de mi casa. Me volví y hable con ella, tenía una visión desde el punto de vista de los adultos. A través de Palmira, que así se llama, conocí a varios de esos niños, que viven, curiosamente, en ese mimo pueblo.
¿Y de qué te hablaron?
De lo duro que fue la separación de sus familias, del constante deseo de volver y de la desilusión cuando pudieron hacerlo en 1956. Se dieron cuenta que no tenían nada que ver ni con la sociedad española ni con su propia familia. Algunos se volvieron la Unión Soviética y no volvieron más. Como tarde mucho en conseguir financiación pude hablar con 63 de ellos.
Veo que fue difícil encontrar el apoyo económico necesario.
Sí, porque se interesó por el proyecto la productora Maestranza. Yo conocía a Antonio Pérez, pero ahora es necesario coproducir, y lo curioso es que es más fácil hacerlo con otros países que con las comunidades españolas, es a alucinante…
¿Por qué?
Porque cada comunidad es un reino de taifas y para darte una ayuda te obliga a rodar unos días determinados y a contratar técnicos y a actores de esa comunidad.
¿También actores?
Sí. Yo quería que entrasen en el proyecto las autonomías de Asturias, la Vasca y la Cántabra, porque la inmensa mayoría de los niños salieron de allí, pero me pedían algo que no les podía dar, porque el guión tenía unos escenarios concretos y ya tuve que cambiar el rodaje de Madrid por Sevilla, pero eso se podía hacer, entraba dentro de la historia, pero lo que ellos querían no.
En la película, la Unión Soviética está “reconstruida” en Suiza.
Sí, no teníamos garantías para poder rodar en Rusia, las construcciones de los años cuarenta en las ciudades industriales han desaparecido y a la hora de coproducir, Rusia, no está en la Comunidad Europea y no entra en el plan de ayudas. Hemos tenido una ayuda del Cantón de Jura donde hemos rodado, al margen de la participación de la televisión Suiza. En pleno rodaje, nos pilló la crisis y tuvimos que prescindir de algunas de las escenas más costosas y de parte del presupuesto que se emplea en la promoción.
La película esta perfecta como está y lo que no se ha rodado no falta en ninguna parte. Lo que si es una contrariedad es la falta de presupuesto para la promoción, porque en una promoción escasa puedes jugarse la recaudación de la película y la posibilidad de rodar la siguiente. Formalmente, ¿cómo has afrontado la película?
Mi intención, era hacer un homenaje al cine épico propagandístico soviético, una recreación del neoexpresionismo ruso, por el aporte que significa para la cultura cinematográfica. En cambio, la parte que hemos rodado es España es más costumbrista, cercano al neorrealismo más propio del carácter latino.
La historia, es una historia de amor y desencuentro, casi un símbolo de las dos Españas. Paula, es una mujer de alta sociedad con unos profundos valores religiosos y Álvaro un comisario político comunista.
Sí, es una historia de reconciliación y respeto. Yo siempre digo que es una historia sobre los niños de la guerra que sirve como marco para otra historia.
La fotografía de Tote Trenas es magnífica, ha sabido simular la luz plomiza del paisaje ruso y la luz deslumbrante de la Sevilla franquista y palaciega.
A mí, de la fotografía, hay un momento que me gusta especialmente, y es cuando estoy con Paula –Esther Regina– junto al ventanal en la casa de reposo.
Tengo que felicitarte en todos tus cometidos. Como guionista, has sabido dotar a todos lo personajes de una humanidad que traspasa la pantalla y, de algún modo, has salvado hasta al hermano falangista de Paula, como director, la película tiene factura y como actor estás muy bien.
Yo, antes que nada, soy actor, y si escribo un personaje lo escribo para mí, y si dirijo la película se que nadie me lo va a quitar.
¿Te ha gustado la película?
Sí, me ha gustado, y quien me ha fascinado ha sido Esther Regina, es una actriz rica en registros. Tiene un físico delicado y fino, como si fuera una porcelana, y una fuerza que impresiona.
Ella es la auténtica protagonista, la que lleva el peso de la película. Yo ya trabajé con ella en Un franco, catorce pesetas, igual que casi al resto del reparto.
Cuéntame…
…No, no me preguntes más por la película que ya no voy a contar más.
Es cierto, hablar más sería descubrir la intriga, que la tiene… A Carlos le animo a que siga insistiendo a los productores para que le permitan contar estas historias que duermen en nuestra memoria y deben ser contadas para que no se olviden. Sobre todo, si se hacen de una forma tan respetuosa y conciliadora como él lo ha hecho.
A mí me gustó mucho la primera de Carlos Iglesias, “Un franco…”. Esta la voy a ver fijo. Creo que tiene cosas que decir, aunque quizás me ocurre que me gustó no sólo qué contó sino cómo lo contó en la primera. Me parece que en Ispansi me va a pasar igual.