¡Vivan las brujas!
Por Jesús Labanderia.
No sé qué hacer con mis mañanas si no escribo, confesaba John Updike (1932-2009) cada vez que le preguntaban por su prolífica carrera. Fue un motor incansable de narrar. Infatigable. En Updike hay aliento y lucidez; volumen y profundidad narrativa. Obtuvo por méritos propios el cartel de cronista del adulterio porque en sus libros desarmaba al hogar americano, prendía la llama y todo aquel que estuviera dentro ardía; ardían los matrimonios hasta convertirse en zombies urbanos que paseaban sus almas por las convenciones sociales de Norteamérica. Febril y cínicamente.
Sus primeros textos aparecieron en el prestigioso New Yorker. Su estilo punzante y sarcástico fue la seña de identidad para describir los vicios de la rutina yankee. Describió hasta la extenuación el sueño del sueño americano. Sus miserias, la doble moral y la ya mítica mediocridad de la inmensa mayoría de sus ciudadanos.
Las Brujas de Eastwick (Tusquets Editores) es sólo un ejemplo al que hay que añadir un nuevo ingrediente: la brujería. Situémonos. Tres protagonistas: Jane, Alexandra y Sukie. Tres brujas peculiares que viven encerradas en el pueblo de Eastwick, una localidad provinciana de Rhode Island asentada en los cimientos de la moral puritana de la época. Una época, finales de los 60, donde se atisban ráfagas de cambio, el movimiento hippy está surgiendo. Y estas brujas seductoras y ferozmente atractivas se sienten hastiadas del paso lento de los días, y sus poderes anclados están deseosos de nuevas aventuras. Y es ahí, donde aparece el fantasma de Darryl Van Horne, un solterón misterioso y adinerado que cambiará sus vidas. En la casa de Van Horne hay orgías, magia, seducción… mientras Eastwick mantiene vivo las miserias del monstruo puritano.
El enfrentamiento de estos dos espacios le sirve a Updike para reflejar magistralmente las diferencias de la época y las necesidades vitales del ser humano.
Las brujas de Eastwick fue la primera novela de Updike que fija su mirada en la mujer, descrita con pasión.
Una novela recomendable por su humor y su técnica narrativa, por su vitalidad y por su maldad, y porque todos somos un poco brujos y brujas, y porque la brujería es necesaria para salir de la rutina; y que cada cual interprete la brujería a su manera. Eso sí, cuidado con las brujas (os), sobre todo, si buscan vengarse…
PD: Y sí, esta es la novela que se adaptó al cine con Jack Nicholson, Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer como protagonistas.
No recuerdo que fuesen «ferozmente atractivas» en la novela.