Entrevista a Rafael Díaz Santander, editor de Valdemar

RAFAEL DÍAZ SANTANDER

De Editorial Valdemar


Por Trifón Abad

Hacer dinero nunca ha sido el motor de Valdemar,

hemos podido mantenernos fieles a nuestros

principios y editar lo que nos gusta”

En el resto del planeta, al nombrar “Valdemar” evocaríamos ipso facto el inquietante relato de Edgar Allan Poe. Pero en España las neuronas, al percibir ese nombre, adquieren la facultad de desdoblarse y piensan en un fondo editorial de más de seiscientos títulos, en libros de cuidada atención interna y externa, con precios nada desfasados y, sobre todo, con gran personalidad. Si a esas ideas les añadimos una pasión inhumana por todo lo que huela a terror o a gótico (del auténtico, no del que se ha puesto tan de moda que huele a falso a kilómetro) nos da por resultado la editorial Valdemar. Ensalzado por los amantes de la literatura más irreverente, este sello pionero en nuestro país genera debates que llenan páginas y páginas en foros de la red. Rafael Díaz Santander (uno de los dos fundadores del sello junto a José Luis González) analiza la trayectoria del sello Valdemar, sus proyectos de futuro y su amplio catálogo, oscuro y plagado de crecientes colecciones polimórficas.

Trifón Abad: Valdemar es uno de los sellos más admirados en España y una auténtica referencia de la literatura fantástica y de terror. De hecho existe un núcleo duro de fans que sigue todo lo que hace la editorial con verdadero fervor…

Rafael Díaz: Sí, a veces me parece que formamos como una especie de secta de adictos a la literatura de lo extraño. Creo que desde el principio Valdemar ha gozado de un gran prestigio y admiración entre el público lector, los aficionados a la literatura popular y de género, y pequeños sectores de la prensa. Me llena de orgullo, y en cierta manera de asombro, el cariño y la estima que nos profesan los aficionados a Valdemar, tanto cuando hablamos con ellos en eventos como la Feria del Libro, o cuando leemos los foros y blogs de Internet y otros medios más alternativos que la prensa oficial.  De manera que sí, podemos considerar a Valdemar una editorial de referencia en el entorno de la literatura fantástica y de terror, en su línea más seria y clásica… Recuerdo que Fernando Savater dijo a propósito de la edición de nuestra antología “Felices Pesadillas”, una antología de más de mil páginas con los mejores cuentos de terror editados en la editorial, que Valdemar era una de las mejores editoriales de terror del mundo (o tal vez sólo dijo de Europa), y es uno de los elogios que más me han emocionado, por provenir de una persona a la que admiro y que siempre se ha mostrado generosa con la editorial.

TA.: ¿Cómo fueron los inicios de la editorial?

RD.: Fueron bastante duros, como suele ocurrir en este negocio, a no ser que tengas una suerte inmensa o fondos ilimitados… Cuando fundamos la editorial, mi socio Juan Luis y yo sabíamos mucho acerca de los libros, pero nada sobre cómo fabricarlos, y la tecnología de la que ahora gozamos estaba en pañales o en el limbo, así que tuvimos que aprender a batacazos. Disponíamos de un dinero inicial, pero según pasaban los meses y aprendíamos a producir el tipo de libro que queríamos hacer, el dinero inicial iba evaporándose en el éter, de modo que cuando sacamos nuestros dos primeros títulos estábamos ya arruinados.

TA.: Y ya lleváis más de veinte años, ¿cómo salió la cosa adelante?

RD.: Sí, es una cosa que me asombra. De estos más de veinte años, los cuatro primeros apenas cuentan porque nuestro ritmo de publicación era muy lento, no dejábamos de ser unos aficionados que habían montado su propia editorial. Hubo un momento en que decidimos pasar al siguiente nivel y tomárnoslo en un plan más profesional. Pedimos un crédito que nos costó un riñón quitarnos de encima y abrimos las colecciones que aún hoy siguen siendo punteras en Valdemar: “Gótica”, “Avatares” y “El Club Diógenes”.

TA.: Esas tres son las líneas más prolíficas de Valdemar, pero habéis abierto nuevas vías, por ejemplo con la serie “Valdemar/Es Pop”, ¿podrías hablarnos más de esta colección?

RD.: Bueno, la colección o serie “Valdemar/Es Pop”, es un fenómeno poco frecuente, pues está formada por la asociación de dos editoriales en una propuesta común: ofrecer género de calidad contemporáneo, de autores que están escribiendo y despuntando en este mismo momento. Toda la idea gráfica de la colección se debe a Óscar Palmer, el editor de Es Pop, que también es traductor de Valdemar. Es una colección muy enfocada al género negro (no a la novela policíaca) en su vertiente más dura, como “Capturado”, de Neil Cross, que es una novela negra sumamente perturbadora que colinda con el terror. “Acero”, de Todd Grimson, es una novela de vampiros que se adentra en cierto modo en el género negro. A la cara (en inglés Money Shot, que es la expresión que se utiliza cuando un actor se corre en la cara de su partenaire), de Christa Faust, es un hard boiled que transcurre en el mundo de la pornografía… Es una colección muy cuidada estéticamente y bastante diferente a las colecciones actuales de novela negra, donde abundan las sagas interminables de detectives, lo políticamente correcto, o lo que quizá es todavía peor: los detectives nórdicos.

TA.: Hoy contáis ya con un total de doce colecciones. La labor de edición debe ser ‘monstruosa’, ¿cuánta gente trabaja en Valdemar?

RD.: Durante este tiempo hemos formado un catálogo de casi seiscientos libros y la mayor parte de ese tiempo hemos estado sólo Juan Luis y yo. Hubo años en que sacábamos tres, cuatro e incluso cinco novedades al mes. No sé cómo lo hacíamos porque tampoco se puede decir que nos matáramos a trabajar y casi siempre hemos estado más bien raspados de dinero. Estamos acostumbrados a aprovechar el tiempo y a decidir rápido. Actualmente contamos con dos personas más, una en las tareas administrativas y otra en la producción y el almacén.

TA.: La reciente moda vampírica, el estilo gótico en general que lleva unos años en boga (en música, moda, arte) e incluso el cine (hace poco se estrenó «La Sombra Prohibida «), ¿os hace una indirecta labor de promoción?

RD.: No sabría qué decirte… Desde luego hay una moda gótica seria que se remonta a hace ya muchos años, entre los cuales tenemos buen número de lectores. En los últimos tiempos hay una moda bastante trivial que prende sobre todo entre los adolescentes, que devoran (otra vez) sagas interminables de vampiros adolescentes con alto y nocivo contenido emotivo de novela rosa. Los vampiros son buenos y entrañables. Y luego están las sagas de ángeles y demonios… en fin, no sé si algunos de estos lectores dan en algún momento un salto evolutivo y se ponen a leer literatura gótica de verdad, o cosas realmente perturbadoras como “Los cantos de Maldoror”, “Allá lejos”, o las obras del Marqués de Sade.

TA.: ¿Qué reflexión te genera la actualidad del sector editorial independiente en nuestro país?

RD.: Creo que estamos en uno de los mejores momentos en cuanto a la edición independiente en España. Soy bastante fan de las editoriales pequeñas y en los últimos tiempos han nacido un montón de editoriales que me gustan. Gracias a ellas sigo entrando en las librerías a comprar libros. Yo diría que el 90% o más de los libros que se editan, o que copan las mesas de novedades en las librerías, no me interesan en absoluto. O tienden al bestseller precocinado y deshidratado, o al pseudomisterio conspiranoico, o a algo casi peor, que es la Literatura con pretensiones para domingueros intelectuales. Todo ello me produce un mortal aburrimiento. En fin, que agradezco a las editoriales pequeñas el esfuerzo por mantenernos interesados todavía en la lectura.

TA.: ¿No os habéis planteado saltar de manera firme al continente americano?

RD.: Bueno, tenemos distribuidores allí y un montón de seguidores en latinoamérica, desde donde recibimos bastante apoyo. Es una lástima que los libros constituyan un artículo de lujo en muchos de esos países y esperamos que la situación económica vaya mejorando.

TA.: ¿Cuándo descubres que serías un apasionado de la literatura de terror?

RD.: Tendría quince o dieciséis años cuando vi en un puesto de la Cuesta de Moyano un libro cuyo título me dejó bastante flipado, aunque no conocía al autor (el viejo Lovecraft): “Viajes al otro mundo – Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter”… De alguna manera ese libró fijó un derrotero en mi vida, porque marcó mi gusto por la literatura fantástica y de terror, y porque se me quedó grabado el nombre del traductor: Francisco Torres Oliver. Me hice fan de él. Y cada libro que encontraba con su nombre me deparaba una nueva maravilla. No sé exactamente por qué, pero desde que empecé a leer me fijé en el nombre del traductor.

TA.: Háblame de la relación con vuestros traductores, figura fundamental en el perfil editorial de Valdemar.

RD.: La relación entre Valdemar y los traductores es tan estrecha que generalmente terminamos siendo amigos. Es una parte de la edición que siempre quisimos cuidar, y poco a poco fuimos colaborando con traductores de prestigio. Trabajamos mucho con Mauro Armiño, que creo que lleva ya tres premios nacionales, y que dedicó más de cinco años de su vida a hacer la traducción y la edición crítica de “A la busca del tiempo perdido”; con Francisco Torres Oliver, que tiene el premio nacional a toda una carrera como traductor; con Juan Antonio Molina-Foix, también especializado en ediciones críticas, y que ha realizado para nosotros la edición de los cuentos completos de Lovecraft, o el ”Canon de Sherlock Holmes”; José María Nebreda, especializado en el terror… Entre los más jóvenes están Marta Lila Murillo, que ha realizado excelentes traducciones de autores como Robert Howard, o la famosa antología de Los hombres-topo quieren tus ojos, de un género tan difícil como es el pulp… Y, claro, Óscar Palmer, que es el más joven, y que ya demostró sus cualidades con la completísima traducción y edición de Drácula, o con las traducciones de Edward Gorey. Aparte de esto, Óscar es bastante inquieto y ha fundado su propia editorial, Es Pop, donde lo traduce todo. De modo que sí, se puede decir que Óscar es bastante prolífico.

TA.: ¿De modo que defiendes que se puede ser fan de un traductor como de un escritor?

RD.: Sí, eso creo, por su estilo, por el tipo de literatura que elige traducir… y Óscar Palmer se está convirtiendo en uno de ellos. Fuera de Valdemar, por ejemplo, soy fan de Javier Calvo. Puedo no haber leído nada de un autor, pero si ha aceptado traducirlo Javier Calvo para mí es garantía suficiente para comprarlo.

TA.: A Valdemar le caracteriza un eclecticismo que abarca desde el género de terror hasta el de aventuras, tanto en cuento como en novela. Las opciones de publicar serán múltiples, ¿cómo organizáis el programa editorial

RD.: El catálogo de Valdemar es un reflejo de nuestros gustos como lectores, que es también muy ecléctico. Creo que hemos contribuido bastante a dar cierto prestigio a la literatura de género, que estaba muy maltratada en España, y a acercarla un poco al Main Stream. Por otra parte, hacer dinero nunca ha sido el motor de Valdemar, de modo que hemos podido mantenernos fieles a nuestros principios y editar lo que nos gusta. Es cierto que esta renuncia a la comercialidad más descarada nos ha impedido meternos en líneas de literatura contemporánea –que también nos apetecería–, donde es más difícil competir con editoriales grandes y prestigiosas como Anagrama, Tusquets o la línea seria de Mondadori. Hace falta tener una economía muy saneada para meterse ahí, y además corres el riesgo de pasar desapercibido. Por muy buenos que sean los libros que edites, lo normal es que tardes un tiempo en ganarte la confianza de los lectores, y en ese tiempo es muy posible que consigas arruinarte. No obstante, poco a poco iremos intentándolo. Es lo que estamos haciendo con «Valdemar/Es Pop», y con la reciente «Intempestivas-Ficción», donde ya ha aparecido “Ambrose Bierce y la reina de picas”, de Oakley Hall.

TA.: Me temo que te has desviado un poco de la pregunta..

RD.: Quizá sea para eludir el tener que confesar que somos tremendamente desorganizados. Siempre que trazamos un plan, ya sea trimestral o semestral, hacemos lo imposible para conseguir incumplirlo. Somos ontológicamente entrópicos.

TA.: ¿Cuántos títulos editó Valdemar en 2010?

RD.: Supongo que alrededor de 30, contando reediciones, y es uno de nuestros años más flojos en ese sentido. La famosa «crisis», ya sabes…

TA.: También recuperáis títulos descatalogados, como el caso de «La maldición de Hill House», de Shirley Jackson o «El ángel caído» de William Hjortsberg. ¿Cómo desarrolláis el seguimiento de las obras descatalogadas o de obras de éxito en otros países?

RD.: Desde el principio ésta ha sido una de nuestras principales funciones como editores, recuperar obras que merecían la pena, ya fuera porque estaban fuera de circulación o porque necesitaban una nueva traducción. Si bien esto sucede con más frecuencia en el ámbito de los clásicos, qué duda cabe de que hay obras más contemporáneas que también merecen una recuperación, como es el caso de las obras que citas. No hay exactamente una función de seguimiento. Editamos obras o autores que creemos que merece la pena que se conozcan en España, y también obras que hace tiempo desaparecieron de las librerías y que consideramos que las nuevas generaciones de lectores deben conocer. Es fácil que uno encuentre en cualquier librería “El retrato de Dorian Gray” o “Drácula”, de los que hay cantidad de ediciones, pero imposible encontrar el “Inferno” de Strimberg, o “El Monje” si alguna editorial como Valdemar no lo hubiera vuelto a editar…

TA.: Tratáis de mantener en catálogo casi todo lo publicado,  al menos de las colecciones que siguen «vigentes», imagino que debe ser muy difícil.

RD.: Más que difícil, es prácticamente imposible. Ten en cuenta que tenemos un catálogo de casi seiscientos títulos, y cada año se nos van agotando algunos de ellos. No tenemos liquidez suficiente para sacar las novedades mensuales, con sus correspondientes traducciones, y reeditar los títulos que se agotan. Necesitaríamos un camión cargado de euros. O subir la facturación… pero con la crisis estamos un tanto estancados. Supongo que esto les está pasando a todos. Lógicamente, vamos reeditando, pero en estas circunstancias tenemos que dar preeminencia a los títulos que más se venden, así que muy a nuestro pesar algunos títulos siguen esperando en la lista de reediciones pendientes. Tendremos que tener un poco de paciencia, sé que hay muchos fans de Valdemar pendientes de las reediciones en la colección “Gótica”.

TA.: En Valdemar se cuida mucho el libro a todos los niveles, las cubiertas destacan porque lucen con un ADN propio. ¿Os aporta esto tranquilidad ante la llegada del libro electrónico?

RD.: De momento estamos muy tranquilos con la llegada del libro electrónico. No lo veo como un enemigo del libro impreso. Quien lee un libro electrónico lee un texto en crudo que se dibuja en una pantalla con multitud de deficiencias tipográficas. Es curioso, porque como soporte los lectores electrónicos o las tabletas tipo ipad son muy cómodos, pero la lectura en sí resulta bastante incómoda por la cantidad de deficiencias tipográficas y de maquetación que ofrecen, sobre todo si eres tan maniático de estas cosas como yo. Pero, qué duda cabe, se pueden leer. Quien lee un libro impreso tiene tanto un objeto como un texto. Los libros bien hechos no entran en competencia con el formato electrónico. Ambos formatos pueden convivir perfectamente. Por otra parte, hay como unas «enormes» expectativas económicas generadas con el libro electrónico, como ocurre con todas esas cosas cuyo valor más prominente es el «futuro». Los ejecutivos se vuelven locos con estas cosas (joder, es que el futuro es muy prometedor, el futuro está lleno de «pasta»). Pero lo que ocurre es que en este país se lee poco, ya hay dificultades para vender los libros en papel, así que no sé por qué extraña razón la gente se va a lanzar como loca a leer y comprar libros en formato electrónico. Además, el precio que tienen los libros electrónicos es de verdadero escándalo. Y, no nos engañemos, la mayor parte de quienes tienen lectores electrónicos se descargan los libros gratis en internet y no están dispuestos a pagar precios abusivos. Y menos por un formato tan susceptible de copia. Es decir, que se te queda un poco cara de gilipollas si pagas 17 euros por una descarga legal de la última novela de Umberto Eco (en papel 24 euros, sólo 7 euros de diferencia) cuando cientos de personas se bajan o se pasan por correo el mismo texto por 0 euros.

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