Job [Editorial Trotta]
Por Carlos Javier González Serrano.
Job. Julio Trebolle y Susana Pottecher. Madrid: Trotta, 2011. 20 €, 256 pp..
Trotta nos presenta en una muy cuidada edición -de nueva traducción- uno de los relatos más actuales del Antiguo Testamento: el Libro de Job. Todo ello acompañado de las magníficas notas a pie de página de sus autores: Julio Trebolle (profesor del Departamento de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad Complutense de Madrid) y Susana Pottecher (escritora y traductora, licenciada en Filosofía y máster en Ciencias de las Religiones). En esta misma editorial, sendos especialistas publicaron Libro de los Salmos. Himnos y lamentaciones (2001).
La historia de Job resulta ser un caso aparte respecto a otros Libros de los incluidos en el canon del Antiguo Testamento (narración que a muchos lectores les resulta pesada, y que no ven en ella más que una alusión a vetustas supersticiones que, en el mejor de los casos, queda reducida a mera poesía e ingenio humano). Sin embargo, lejos de suponer el Antiguo Testamento (AT) un conjunto de elementos más o menos dispersos, me parece que en él podemos encontrar -a hombros de Chesterton en su comentario al Libro de Job– una idea común: la de que todos los seres humanos no somos más que los instrumentos de un poder supremo. De hecho, los héroes del AT no han de ser considerados primariamente como hijos de Dios, sino como esclavos suyos. Paralelamente, podemos resaltar la extrema soledad de Dios -único y auténtico protagonista del AT. Leemos en Chesterton: «Se supone que los santos del cristianismo son como Dios, como si fueran pequeñas estatuillas de Él. El héroe del AT, sin embargo, se supone que sólo es de la misma naturaleza que Dios en la misma medida en que una sierra o un martillo, en la sombra, pueden parecer una prolongación del carpintero. Esta es la clave y la característica principal de las Escrituras hebreas en conjunto».
La historia que leemos en el Libro de Job explicita el desarrollo de una doble relación: por un lado, la que Job mantiene con Dios; por otro, la que aquél establece a través de un interesante diálogo con tres de sus amigos (Elifaz, Sofar y Bildad). Lo que ya en primer lugar hace atractivo el relato del que nos ocupamos es su chocante comienzo: una conversación entre Dios y Satán (que, como nos explican los autores de la edición de Trotta, no es aún la figura del “diablo” de la tradición judía o cristiana, sino «el fiscal de la corte celeste que indaga las acciones de los humanos y presenta ante Yahvé la correspondiente denuncia»), en la que éste tienta a Aquél. Dios pregunta a Satán: «¿Has puesto el ojo en Job, mi siervo? Ciertamente no hay otro como él en la tierra: hombre justo y honrado; temeroso de Dios y apartado del mal». Pero Satán, convencido de poder quebrar la confianza de Dios en Job, le contesta…: «¿Job, temeroso de Dios de balde [por nada, gratis]? ¿Pero no lo has protegido en torno, a él y a su familia, a cuanto es suyo? Bendejiste el trabajo de sus manos y se esparcen sus rebaños por el país. Pero ¡lánzale tu mano, toca lo que es suyo!, ¡a ver si no te maldice a la cara!». Job permanecerá fiel a Dios, no sólo en esta primera prueba en la que hijos, nietos, sirvientes y ganado mueren, sino también en una posterior en la que el protagonista ve su cuerpo lleno de llagas y dolorosas pústulas.
En este momento comienza el doble diálogo entre Job y sus amigos, y Job y Dios: «¿Por qué nace un desdichado, se da vida a un infeliz…?». En este sentido, Julio Trebolle y Susana Pottecher explican en el comentario que sigue al Libro de Job, que «para Adán el castigo es la muerte. Para Job lo es la vida. Su primer soliloquio o lamento es una reescritura del relato de la creación en el Génesis. Cuando maldice el día en que nació […] está maldiciendo el día primero de la creación que debería desaparecer junto con todo lo creado». Y más adelante añaden: «Job subvierte y deconstruye tanto la creación como la “historia de la salvación”, convertida en una de condena. La creación fue hecha por la palabra, el “hágase” del Génesis. Él, por el contrario, invoca la palabra mágica para destruir lo creado».
El relato concluye con la aparición de Dios ante Job, pronunciando un discurso ininteligible con el que nuestro protagonista habrá de conformarse. Chesterton explica que la lección de todo el libro es que como mejor quedamos confortados es a partir de paradojas, que constituiría lo más tranquilizador para nuestro espíritu. Del Libro de Job Goethe dijo que “funde poesía, religión y filosofía”. Para Lord Byron es “el primer drama del mundo”. Chesterton, del que ya hemos hablado, escribó que “la Ilíada es grande sólo porque toda vida es una batalla, la Odisea porque toda vida es un viaje, el libro de Job porque toda vida es un enigma”. Y, más contemporáneamente, también se han referido al Libro de Job estudiosos de la literatura como G. Steiner: “Job el edomita grita pidiendo sentido… Pide a Dios que se dé sentido a Sí mismo”, y N. Frye: “Quien se interese por la Biblia y la literatura acabará dando vueltas en torno al libro de Job como un satélite”.
Esta completa edición de Trotta ofrece una nueva versión en castellano del libro bíblico, lo decíamos más arriba, más moderno y provocador. Esta nueva traducción transmite su lirismo y fuera espiritual recuperando su carga simbólica y literaria a partir del contexto religioso del Antiguo Oriente. En la segunda parte de la edición los autores desarrollan un extenso recorrido por las numerosas y encontradas interpretaciones que la obra ha suscitado en el judaísmo, cristianismo e islam, así como su reflejo en la literatura, iconografía y pensamiento de cada época. Una obra que sin duda recomiendo a cualquier amante de la literatura y de las fuentes que nutren nuestra civilización occidental.
«En este libro la cuestión que realmente se plantea es si Dios castiga invariablemente el vicio con castigos terrestres y recompensa la virtud con prosperidad terrestre. […] Si los judíos se pudieron salvar, el Libro de Job fue el que los salvó. El Libro de Job es primordialmente importante […] por el hecho de que no finaliza de un modo convencionalmente satisfactorio. A Job no se le dice que sus desgracias se deben a sus pecados o a algún plan para su mejora. […] La lección de todo el libro es que el hombre se conforta mejor con paradojas; y esto es, según todos los testimonios humanos, lo más tranquilizado» (Chesterton).