La bicicleta de Selva
La bicicleta de Selva de Mónica Rodríguez. Ilustraciones de Anuska Allepuz. Ed. Anaya, 2010. 72 pp,. 21 x 14 cm. 1ª ed., 1ª imp. Cartoné. 10 euros . I Premio de Literatura Infantil Ciudad de Málaga.
Por Rebeca Martín.
Hace más de 60 años que el protagonista de esta historia conoció a Selva. Era una chica que olía a desierto y en sus ojos, reflejaba el mar. Siempre iba con una bicicleta muy antigua y destartalada que había pertenecido a su abuelo. “-A veces -, decía Selva, -las cosas viejas son más bonitas porque guardan historias-”.
Un día, Selva quiso contar su historia y le escogió a él. Fue una historia tan conmovedora que, aún sesenta años después, todavía la recuerda. Se entremezcla en su memoria con el olor a desierto, la piel oscura, una sonrisa plagada de mar y una voz tan azul como sus ojos. Tan azul como su bicicleta.
Mónica Rodríguez, ingeniera nuclear y escritora de literatura infantil y juvenil, ha obtenido el I Premio de Literatura Infantil Ciudad de Málaga por esta novela. En ella no sólo ha conseguido reflejar con maestría el incipiente cariño que se profesan los dos protagonistas, sino también otros sentimientos de amor fraternal, personalizados en las figuras de los abuelos, y ejemplificados a través de palabras que hablan del desierto, del mar, del cielo y de los sueños. Son lugares a los que el lector viaja de la mano de Selva y del narrador a través de la imaginación.
Las ilustraciones de la obra, de Anuska Allepuz, a veces recrean la atmósfera descrita por las palabras y en otras ocasiones tan sólo exponen elementos más simples, más gráficos. Destacan fundamentalmente dos tonos, que a veces invaden la página completa: el azul de la bicicleta de Selva, y el color ocre del desierto.
“Hay recuerdos que duran toda la vida” afirma el narrador de la historia. Y hay anécdotas, añado yo, aventuras que nacen de los sentimientos compartidos y se convierten en historias como ésta.