Atardeceres (I), de Juan Carlos Aguirre
“Atardeceres (I)”, un relato de Juan Carlos Aguirre.
¡De la rutina estamos hechos!
Muchas cosas hacemos para entretenernos y ganar dinero. Nos lo dicen algunos y nuestra propia sensatez también. Y no sólo eso, sino que debemos tener la cabeza ocupada y no pensar en tonterías, ni banalidades que puedan debilitarte: “Ay, amigo, cuida tu mente y tu cuerpo, pero sobretodo tu mente”. Esto es lo que te podría decir cualquier persona que cada cinco minutos mira el reloj. Desde luego yo no.
Casi no tenemos tiempo para nosotros mismos, ni para el sosiego de un momento muy personal. Me refiero a ese tiempo que te dedicas a descansar de tu propio ser”.
Andrés Belmonte, un hombre de mediana edad, de cuarenta y tres años para ser exactos, sufrió un accidente mortal en la autopista, la noche de ayer. El exceso de velocidad le jugó una mala pasada. La última.
Una hermosa y saludable niña nació en Valencia, a la misma hora que moría Andrés, en Murcia. La niña, a la que sus padres llamaron Carmen, era sobrina del fallecido.
Andrés Belmonte, minutos antes de morir, mientras conducía, pensaba en que siempre quiso pintar; quería dedicar horas de horas a escuchar a Beethoven, Franz Liszt, Chopin, Erik Satie y meditar acerca de la vida y escribir poesía. Todo eso recordaba minutos antes del accidente. Pero nunca lo hizo. Había planificado hacer todo eso de mayor: “aún soy joven”, decía.
Los padres de Carmen, tristes por la noticia, vieron a la niña y se vieron a ellos mismos como si fuera un espejo. Sabían de los sueños de Andrés, que nunca realizó y que ellos tampoco realizaron. Una lágrima se deslizó por sus rostros y se miraron. En aquella mirada decidieron que a su hija no le ocurriría lo mismo que a ellos. Atardecía en Valencia.
Cuando tengas un minuto de tu valioso tiempo, dedícatelo a ti. No vaya a ser que la vejez o las circunstancias te pasen factura. ¿Cuántos han llegado a la “edad de oro” y sienten la necesidad de recuperar el valor del tiempo perdido? Observa el parque en un día soleado lleno de personas mayores tomando el sol, mirándose unos a otros, y a nosotros y entenderás de qué te hablo. No sé tú, pero yo en sus miradas veo un terrible vacío. No me refiero a todos, pero en muchos sí. No lo sé, igual exagero, pero es la percepción que tengo. Tal vez al llegar a esa edad me coma mis palabras, aunque si te digo esto es porque lo veo y lo siento así. Eso de esperar el final debe de ser algo bastante complicado. Yo, treintañero, no podría decirte qué sienten ellos, pero aproximarme si que puedo. La verdad es que en algunos he visto el hastío y en otros he visto la resignación. Hastío de acabar ya, pronto, y resignación en los otros, de aceptar el inminente final. En ambos casos, el vacío es una constante que aparece en sus retinas. Lo que quiero decir, es que si en vez de hastiarse y de resignarse cultivaran su espíritu con, ¡qué sé yo! algo que les llene, algo que les haga sentir satisfechos. No sólo se trata de la biológica necesidad de haber procreado y ver a sus retoños prepararse para seguir sus pasos, no. De eso no se debería constituir la rutina. Correr en busca del éxito o en la pasividad del mediocre aburguesado. Rotundamente no. Creo que si no se cultiva el espíritu una larga y triste vejez nos espera. También los hay quienes llegan al final sin haberse dado cuenta de eso. O, quizá, sí se dieron cuenta pero ya era demasiado tarde para mirar atrás. No sé tú, amigo lector o lectora, pero a mí la rutina me parece más traicionera que un avaro. Vale, puedo reconocer que la rutina te ordena las cosas e ideas para seguir un derrotero. Acepto todo eso, pero llegará el momento en que te sientas desbordado por la abundancia de tiempo. Y cuando te sobre ese tiempo, y hayas dejado a tu espíritu yermo, no te quedará nada que cultivar. Nunca aprenderás a cosechar en tu interior aquello que en tu vejez llene ese vacío natural. La rutina es una creación artificial que es necesaria en su justa medida. Nunca debe ser prioritaria, la prioridad eres tú.
Sabemos medir nuestro tiempo, pero ¿sabemos medir el tiempo del universo?
La vida da muchas vueltas y tal vez me coma mis palabras, llegado el momento. Pero sí te digo una cosa: ahora es el momento de hacer todo lo posible por no hastiarse ni resignarse. A cultivar…