A los diez años, Poncho K se hizo mayor de edad
Sala Caracol, Madrid. Por Manu Tomillo.
Cuando se abre el telón de la madrileña Sala Caracol, los focos del escenario sólo tienen ojos para una figura, delgada, sin camisa, cercana, con el pecho descubierto y compartiendo lo más íntimo, las letras de sus canciones. Aunque siga apareciendo en escena como el Robe , de aquel lema de ser una reencarnación del líder de Extremoduro que tenía la lírica de Unamuno han pasado diez años, lo que se celebra ahora es un cumpleaños, diez años en la carretera, todo son risas, abrazos con los amigos, entre guitarras eléctricas, amplificadores y una atmósfera cargada con la ilusión de un público que sabe que está viendo entre acorde y acorde a una estrella del rock and roll, con la humildad de los más grandes.
Poncho K se ha ido ganando un hueco en la difícil escena del rock más underground y de barrio gracias a sus directos, cargados de tensión, contundentes riffs de guitarra y la sinceridad del que canta lo que compuso cualquier mañana quién sabe si de resaca.
La gente que lo ve lo hace desde el primer momento enchufada, ya sea por bulerías, a ritmo del rock más melódico o bailando con ska, en la sala hay ganas de diversión, de regalarle al cantante algo más que el precio de la entrada. A la fiesta de la Caracol iban a acudir buenos amigos, el poeta Marcos Ana es el primero, pero en el momento en que el polifacético y artista con todas las letras Kutxi Romero sube al escenario, el huracán que después sería el concierto empieza a tomar forma.
La noche no ha hecho más que comenzar, abajo risas y bailes, arriba los versos de canciones que piden llevar una vida de perro o de historias que se hacen con las manos, no importa, nada podía salir mal, en una noche de celebración da igual que sean temas con lustre o los que suenan en el último disco. A todos nos ha pasado, seguro que sí, si tienes ganas de que salga redondo, sale seguro. Y mucho más aún si junto a ti se acercan músicos como Luter, Manolo Kabezabolo o Rubén Pozo, todos ellos con mucho que decir dentro del rock, pero cada a uno a su manera, a sus ritmos y cadencias.
Suena “Cuando deje de vivir a la intemperie”, el público para ese momento del concierto está eufórico, canta y se desgañita con todas y cada una de las letras, y no sabemos si el propio músico se da cuenta de lo que está cantando, pero a fe que ya llegado a ese escalafón de músico consolidado, ya le sonríe la vida y su público fiel le reconoce de dónde viene, pero también ha dónde quieren llevarle si por sus gritos y aplausos fuera.
Poncho K es de esos tipos dentro de la música que en sus directos derrocha no sólo contundencia, también sentimiento, contagia de alegría y ha sabido entender eso que cantaban Leño de la manera de vivir del rock. “Qué bueno es el jodío” dice Kutxi Romero desde un lateral del escenario, no hay nada más que añadir.
Foto: Pedro Moral