‘Kínder’: El problema de decir qué es la infancia y la familia (1 de 2)
La obra de teatro ‘Kinder’ de las autoras chilenas Francisca Bernardi y Ana María Harcha, que en el 2003 ganó el Premio Altazor, problematiza los conceptos de infancia y familia.
Los personajes que interactúan en escena, con un mobiliario de kínder garden, representan sus experiencias de infancia y adultez saltando de un personaje a otro indistintamente, siendo cada intervención un personaje nuevo o una propuesta colectiva de una familia distinta.
El texto dramático entrega ennumerados correlativamente los fragmentos que constituyen las intervenciones (no directamente diálogos) de los personajes. Entre medio de ellos, algunas canciones, recuerdos de programas de televisión y situaciones históricas y sociales que nos hacen descubrir que se alude a los años ochenta. Niños en los ochenta. Familias en los ochenta.
Una imagen tradicional y conservadora de familia exige: un padre, una madre, los hijos y una mascota. Imagen feliz y firme de una institución que nunca ha sido más distinta a como se plantea. Si pensamos la familia hoy, descubrimos que se conforma de las maneras más diversas, con integrantes que poco tienen que ver con el patriarca, la madre sumisa y devota y los niños pulcros y obedientes.
Con mucha ironía ‘Kínder’ va desarrollando las diferencias entre una familia y otra, desde la perspectiva de adultos que, sentados en las sillitas mínimas, recuerdan su infancia en insoportables viajes en auto para irse de vacaciones, salas de clases, juegos y canciones.
La impostación de la imagen de familia es algo que se recoge con mucha ironía, dejando ver lo patético de aquella intención. Se ironiza el decir mi familia es perfecta, me entretiene mi familia o amo a mi familia.
Los actores del montaje, tomando ahora todos el rol de una misma familia, se ponen como frente a una cámara fotográfica que hará el retrato de la familia ideal. Sonrientes, los personajes van dejando ver las riñas internas que poco a poco, con cada línea de diálogo, deshacen, para el público, la imagen de perfección que quieren producir.
Así mismo, la alegría y jovialidad de los niños contrasta con la violencia de padres estrictos que recuerda la letra de una canción infantil entonada por los personajes en una ronda (que muchos de nosotros cantábamos también): ‘amarillo se puso mi papá/ cuando le mostré/ la nota de este mes/ Amarillo me puse yo también/ cuando me mostró/ su nuevo cinturón”.
Lo que le sigue a esta canción, y que no incluye el montaje, es la violencia sexual con la que es castigado el niño, realidad que también se subraya con la violencia de otro padre que se acompaña con su hijo de cuarto básico a ver pornografía, para hacer de él un sujeto postmoderno.
Artículo escrito por Camila Camacho.
Foto vía | Ensayos de la obra (Cortesía de Denise)
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