La inmigración va al teatro
Por Carla Guimarães
La inmigración para mí no es únicamente un titular de prensa. Hace siete años decidí dejar mi país, Brasil, y emigrar a España. Como dramaturga y escritora, he plasmado esta experiencia en obras de teatro, guiones de cine y artículos de opinión. Aunque todos los textos han funcionado como válvula de escape para una gran cantidad de pensamientos y sensaciones, tuve la necesidad de estudiar el tema más a fondo, comprender el fenómeno y conocer cómo otros autores lo han tratado. De ahí nació el germen que, dos años después, generó las 320 páginas de mi tesis de doctorado: el tema de la inmigración en el teatro español contemporáneo. Este estudio une mi gran pasión: la dramaturgia, y el fenómeno que marcó mi destino.
Según el diccionario de la RAE Inmigrar significa: “llegar a otro país para establecerse en él, especialmente con idea de formar nuevas colonias o domiciliarse en las ya formadas”. Durante muchos años, en el imaginario colectivo de este país, este concepto se refería a los españoles como emigrantes, no como receptores de la inmigración. Lo cierto es que España nunca había escuchado y leído tantas veces esta palabra en la prensa nacional como desde hace tan sólo algunos años. Si este fenómeno resulta un hecho tan relevante en la sociedad española de la última década, es lógico pensar que el teatro ha reaccionado a este tema. Mi tesis se dedica a analizar como ocho autores españoles han reaccionado al fenómeno de la inmigración a través de diferentes obras teatrales.
Rey Negro, de Ignacio del Moral, narra la historia de un rey y su secretario que han huido de un país africano para escapar de una violenta masacre y han terminado como mendigos por las calles de una capital europea. Bazar, de David Planell, cuenta la aventura de dos marroquíes que quieren grabar una cámara oculta para la tele. Uno de ellos idealiza el país de acogida y el otro el país de origen. La Mujer Invisible, del LO´M Imprebis, es una traducción de Carla Matteini de la obra inglesa The Bogus Woman, de Kay Adshead. Esta pieza es una verdadera denuncia, ahora más actual que nunca, sobre la situación en los centros de detención de inmigrantes. Tentación, de Carles Batlle, es prácticamente una novela policíaca y narra la historia del mestizaje entre un joven catalán que explota a inmigrantes y una marroquí que huye de una boda concertada en su país. Animales Nocturnos, de Juan Mayorga, trata de la ley de extranjería y la describe en el chantaje de un nacional a un sin papeles que, poco a poco, se va convirtiendo en un esclavo del español. Forasteros, de Sergi Belbel, es la única donde el personaje central es la sociedad española, retratada por una familia llena de secretos, rencores y odios. Una familia que repite una y otra vez los mismos errores del pasado. El privilegio de ser perro, de Juan Diego Botto, está compuesta por cuatro monólogos sobre la inmigración. Uno de ellos, insertado por Diego Botto en el espectáculo, es Definitivamente adiós del gran autor argentino Tito Cossa. Curiosamente es la única obra de todas que recuerda que un día los españoles también fueron inmigrantes. La más emotiva, La Carta, habla de una historia real de dos niños africanos que fueron encontrados congelados en el tren de aterrizaje de un avión, junto a una carta dirigida a los líderes de Europa. El caso de ¡Maldita Cocina!, de Fermín Cabal y Amanda Rodríguez, es muy curioso. Se trata de una adaptación de The Kitchen de Arnold Wesker que, en principio, no tendría porque tratar de la inmigración, pero, al ver que los interpretes que iban a realizar la función eran mayoritariamente extranjeros, los autores han decidido poner el conflicto de la inmigración como tema central y situar la obra en el madrileño barrio de Lavapiés.
El resultado de este estudio, y del exhaustivo análisis de las ocho obras, revela una visión muy crítica por parte de los autores con respeto al fenómeno migratorio. Especialmente porque esta critica va dirigida a la propia sociedad española.
Actualmente existe un pensamiento general en la sociedad de que los esfuerzos de adaptación e integración son una tarea exclusiva del inmigrante. En realidad, la absorción y normalización del fenómeno migratorio son una tarea conjunta del inmigrante y de la sociedad de acogida, que deben ser debidamente apoyados e incentivados por el estado. El rencor del personaje Hassan de la obra Bazar, de David Planell, ejemplifica muy claramente la reacción de un inmigrante expuesto a una integración forzosa.
El miedo a la contaminación con otras culturas y a la pérdida de las tradiciones son excusas que pueden camuflar el racismo y la xenofobia. La cultura es un concepto en constante evolución. El racismo en Europa está cada vez más relacionado con culturas y nacionalidades que con las razas. La constante defensa de lo nacional frente a lo extranjero deja entrever este “nuevo racismo” en la sociedad de acogida. Sobretodo porque el actual mestizaje de la sociedad española es un fenómeno imparable, como puede ser visto en las obras Forasteros, de Sergi Belbel, y Tentación de Carles Batlle. Curiosamente ambos son autores catalanes, que viven en una sociedad que defiende fuertemente su identidad, justamente porque esta fue perseguida durante muchos años.
Pero el esfuerzo de integración de la inmigración por parte de la sociedad de acogida no debe ser visto como una tarea de solidaridad con relación a los inmigrantes. Según los datos oficiales del informe de Miguel Sebastián para la Oficina del Presidente de Gobierno en el 2006, el 50% del empleo creado en el país ha sido inmigrante. Los inmigrantes han pasado de contribuir al crecimiento del PIB de 7% a casi 40%. La mano de obra inmigrante ha sido esencial para el crecimiento de la economía española y sigue siendo necesaria para el desarrollo del país. Los intereses son mutuos y los esfuerzos también deben serlo. La actitud de superioridad moral que se ve reflejada en el personaje de la misionera de la obra Rey Negro, de Ignacio del Moral, expone esta falsa idea de solidaridad, donde la sociedad de acogida posee la grandeza humanitaria y el inmigrante es un simple necesitado.
La problemática de la ilegalidad también está en el centro de las preocupaciones de los autores. No tener papeles significa no tener derechos, no existir. El inmigrante sin papeles está en las manos de empresarios, que le explotan en negro, y de las mafias nacionales e internacionales. Largas horas de trabajo, bajos sueldos y malas condiciones son características del trabajo inmigrante, como está descrito en las obras ¡Maldita Cocina! de Fermín Cabal y El privilegio de ser perro, de Juan Diego Botto.
Las leyes españolas de extranjería, criticadas por diferentes formaciones de derechos humanos, no tratan a los trabajadores inmigrantes en igualdad de condiciones con los nacionales e, implícitamente, terminan por relegarles el status más bajo dentro de la sociedad. La metáfora de la obra Animales Nocturnos, de Juan Mayorga, es la ejemplificación más clara y contundente de esta crítica.
Normalmente la mirada europea hacía las condiciones de vida, la democracia y el respeto a los derechos humanos en países de África, Asia y América Latina es muy crítica y, en muchas ocasiones, también muy acertada. La democracia en la que se vive actualmente en Europa, con sus aciertos y errores, es el sistema que mejores resultados ha obtenido hasta el momento. También es un sistema que ofrece una posibilidad de cambio, aunque este sea lento. Pero no es menos cierto que esta avanzada civilización también ha contribuido en la drástica situación de los países del tercer mundo- sin decir con esto que tenga la culpa exclusiva. Europa es una sociedad civilizada, pero no respeta los mismos derechos humanos que defiende cuando se trata de la inmigración. Detrás de muchos discursos políticamente correctos de la Europa moderna, también se puede ver la barbarie. Una barbarie expuesta en el grito de socorro de La Mujer Invisible, del LO´M Imprebis.
En los muchos matices que pueden ser observados en las obras analizadas, el mensaje principal queda muy claro: la sociedad española debe hacer su parte como sociedad de acogida. Esto no significa que muchas de las obras no critiquen otros aspectos del fenómeno e incluso el comportamiento del propio inmigrante. Pero los autores españoles han optado por criticar e intentar cambiar el medio que conocen y que tienen más cercano. Quizá les resulte muy complicado cambiar la situación de los países de origen de los inmigrantes, combatir las mafias o cambiar la política internacional, pero siempre se puede intentar cambiar e influir en la sociedad de la cual uno forma parte.
* Carla Guimarães es Doctora en Teoría, Historia y Práctica del Teatro por la Universidad de Alcalá de Henares.