Un Romanticismo intrépido
El filósofo francés Michel Onfray reflexiona sobre el Romanticismo, y con su reflexión nos invita a pensar un periódo histórico tan intenso como fecundo.
Pasen y vean.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Kds2_jzvmDY&feature=related[/youtube]
Asombroso. En diez minutos no consigue decir nada salvo un vago discurso negacionista, y tampoco con convicción. Además, lo propiamente romántico nada tiene que ver con contemplar la inmensidad del firmamento y volver desde ella hacia la propia pequeñez, que es lo que hacían los antiguos, sino justamente al contrario: contemplar la insondabilidad de la propia alma y proyectarla por analogía al cosmos. Y lo sublime, por otra parte, ya se manejaba como categoría estética en el neoclasicismo. En fin, rien de rien.
Saludos Óscar.
El vídeo que ofrecemos es sólo la primera parte de nueve más.
Sobre el cosmos infinito de los antiguos, creo que no estás en lo cierto. El universo griego es finito –debe ser así para ser perfecto- e incluso se ve su límite: la esfera de las estrellas fijas.
Sobre la idea de lo sublime, más que un debate acerca de cuando aparece, lo interesante es ver cuando toma su máxima expresión, es decir, cuando entrega al mundo intelectual toda su potencia, y, no sólo lo cree Onfray, es en el Romanticismo cuando esto ocurre.
Trabajo en una tesis sobre Aristóteles: el universo es finito, en efecto, pero enorme. No es eso lo que critico, pues. Lo que digo es que hay un error morrocotudo en creer que el romántico se siente pequeño ante el universo newtoniano, antes al contrario, el romanticismo es la afirmación de la grandeza del hombre en la integridad de sus facultades -y no sólo en el conocimiento, que también-, hasta el punto de que se siente capaz de ocupar el puesto de Dios (moralmente hablando para el arte: el Don Juán de Zorrilla desafiándo al cielo…). Pero sin duda tienes razón en lo último que dices
Lo que creo que quiere decir Onfray, es que en este periódo se recupera la visión organicísta de la Naturaleza que se había perdido con la filosofía de Descartes y, sobre todo, con la física de Newton. Naturaleza como un todo incontrolable -vs Hobbes- que cuando muestra sus fuerzas despierta en el pecho del hombre una emoción en la que se mezclan la belleza y el terror. Una emoción que desborda toda nuestras facultades y nos deja paralizados y -aquí entra lo que dice Onfray y puede dar lugar a equivocos- empequeñecidos.
Por cierto, Óscar, agradecemos tu participación, y ya que eres compañero filosófico te ofrezco hacer un texto sobre el Romanticismo y publicarlo en la sección.
¿Te animas?
Saludos.
“La verdadera sublimidad sólo tiene que ser buscada en el ánimo del que juzga, no en el objeto natural”, Kant en la Crítica del Juicio, es decir, coincidiendo con el arranque del romanticismo alemán con los Schegel. Todo lo que dices es cierto y muy buen dicho, pero lo impresionante de esa naturaleza orgánica es que sea un caos que la razón ordena para la vida práctica. Mucho tiempo después Feuerbach dirá en La esencia del cristianismo que Dios no es más que la proyección al exterior del infinito que le corresponde al hombre de suyo. El malentendido está, creo, en confundir el hombre particular finito con la totalidad de la especie o su esencia. El texto que sugieres ya lo tengo -13 o 14 páginas- si lo quieres, pero se centra sobre todo en la literatura.
Aunque se me ocurre ahora otra posible fuente de confusión: es posible que Onfray maneje la interpretación inguena de Freud acerca de las “tres heridas del narcisismo occidental”.