El regreso, de Bernard Schlink
Una vez más, Bernhard Schlink nos obliga a enfrentarnos con el filo de las ideas en una novela que, sin ser propiamente una obra filosófica, emplea la parte profunda de pensamientos cotidianos para construir su trama.
El regreso plantea la lucha presente y el recorrido mítico del hombre por volver a un origen, o a un lugar que al menos le resulte conocido. El protagonista pasa los veranos en casa de sus abuelos paternos, pero nunca ha conocido a su padre, y allí, mientras los ancianos corrigen pruebas de libros que luego edita una pequeña empresa local va conociendo algo de su pasado hasta que un día lee una de esas novelas ínfimas en las que trabajan sus abuelos y se encuentra con la historia de un soldado que regresa a casa después de estar prisionero en Rusia y descubre que su mujer está casada con otro.
La historia, inconclusa, le obsesiona y trata de buscar al autor, quizás proque encuentra algún lejano paralelismo con su propia vida.
Con el paso del tiempo, la obsesión no desaparece y, siguiendo ese hilo, busca más información sobre su propio padre y qué le sucedió en la guerra, hasta encontrarse con sombrías facetas de su pasado, y del de Alemania toda. Quizás cabría esperar aquí que Bernhard Schlink cayese en el trillado sendero de los lamentos y las víctimas del nazismo, pero no sucede nada de eso: el protagonista de la novela trata de comprender aquelolos tiempos, lo que la gente hizo y lo que la gente pensó, ya través de diversas andanzas se encuentra con que es tan grave comprender las cosas como no comprenderlas en absoluto.
Y se encuentra con algo aún peor que pone ante el rostro del lector: no hemos mejorad nada ni somos mejores que aquella gente. Cualquier presión mínima o cualquier pequeña penuria puede convertirnos en mezquinos, egoísta y delatores.
Como siempre, Bernhard Schlink, porta un espejo. Pero no lo pasea por el camino como haría Stendhal, sino que lo lleva inquietantemente a cuestas por los laberintos del alma humana hasta obligarnos a reflexionar sobre lo más hondo de la nuestra naturaleza. Quizás pro eso algunos creen entender cierto toque de maldad en lo que este autor escribe: porque no da concesión alguna a lo que debería ser, ni deja resquicio al buenismo que tantas veces nos ataca por la espalda confiscándonos la realidad. Con Schlink todo es tremenda, despiadadamente real.
Con Schlink no hay más demonios que nosotros mismos.