EscenaViajen al fondo

El Desagradable Nelson Rodrigues

Por Carla Guimarães

Nelson Rodrigues

Le vi por primera vez cuando tenía apenas dieciocho años y ya me pareció desagradable. Yo, en aquel tiempo, bien podría haber sido uno de sus personajes, alguna nínfula perversa enamorada de su hermano, prostituída en algún burdel de lujo o violada en una calle desierta. Espero sinceramente no haberle inspirado en ninguna de sus obras, no solo por la sordidez de sus historias, sino principalmente por saber que sus personajes siempre terminan mal. Nelson Rodrigues es el dramaturgo brasileño más pesimista que he conocido.

Salí indignada del primer encuentro. ¿Quién se creía este pervertido? Mirándole con su traje y corbata bien podría parecer un viejo verde, un reaccionario, un retrógrado… Pero esto no era del todo cierto, sus obras hacían temblar a los más conservadores y, si Freud pudiera leer alguna, seguro que se frotaría las manos.
Yo estaba desconcertada, es cierto. El desconcierto es lo mínimo que puedes sentir al verle. Por eso empecé muy despacio, con mucho cuidado, hablando de su obra más exitosa: “Vestido de Novia”. Estrenada en l943, esta obra marcó una verdadera revolución en el teatro brasileño. No solo por la concepción del texto, dividido en tres bloques que representan la realidad, la memoria y la alucinación de la protagonista, sino por el montaje, llevado a cabo por la compañía Os Comediantes. Él no me hizo muchos comentarios, incluso parecía que no le hacía especial ilusión tener una obra tan exitosa. Dijo apenas: «Con Vestido de Novia conocí el éxito, con las obras siguientes lo perdí para siempre», y tenía toda la razón. Así que me sentí a gusto para meterme en terrenos más peligrosos, para meterme con sus llamadas obras míticas, para meterme directamente con él. Le pregunté si le gustaba la polémica y si acaso era eso lo que buscaba en sus textos, plagados de padres que se acuestan con sus hijas, hermanos que se matan, hombres que se amputan el pene, medeas que ahogan sus bebés, hijos enamorados de sus madres, hermanas enamoradas de un mismo hombre, infidelidad, prostitución, violaciones… Paré para respirar y buscar aliento, sino podría haber seguido enumerando todas las animaladas que he encontrado en sus textos por horas. Fue cuando Nelson aprovechó para interrumpirme. «Nunca lo he negado, hago un teatro desagradable». Y que conste que estas son sus palabras textuales, «teatro desagradable». Yo no podría estar más de acuerdo.

Había también una similitud muy grande entre su teatro y el del norteamericano O´Neill. “En Señora de los Ahogados”, por ejemplo, hay un acercamiento claro a Mourning Comes Electra. Pero Nelson lo negó, no quiso hablar del tema. Y yo dejé escapar una pequeña sonrisa, victoriosa. Sentí que era el momento adecuado para poner el dedo en la llaga, y quise preguntarle sobre la muerte de su hermano. Una mujer invadió la oficina de un diario para matar al padre de Nelson, un polémico periodista. Como no lo encontró decidió matar al hermano del dramaturgo. Siempre quise saber si esta tragedia personal había influido en la dureza de sus obras. Yo creía que sí, pero no tuve valentía para preguntarle, era un tema demasiado personal, no sería respetuoso con él. Preferí preguntar sobre la noche en que fue abucheado por todo un teatro. Nelson se rió, seguro le hacía más ilusión que hablar de su éxito. Confesó que al principio le entró una furia tremenda, que su deseo era bajarse y pelear con las miles personas que le abucheaban, pero que, poco a poco, las cosas fueron quedando claras en su cabeza. Si a alguien no le gusta una obra, simplemente se levanta y se va a su casa, sale antes de que se acabe, o se duerme en la butaca. La reacción exagerada del público significaba un verdadero flujo de conciencia. La obra les había tocado una fibra sensible. A partir de este momento Nelson comprendió que, para la consagración de su teatro, la gran apoteosis era el abucheo.

Me despedí sin tocarle ni siquiera las manos, yo era muy joven y él tenía fama de autor pervertido. Elogié la poesía presente en muchos de sus textos, fue un elogio sincero. «Toda desnudez será castigada», «Beso en el asfalto», «Una mujer sin pecado» y «Guapa pero ordinaria», los títulos de sus obras también me parecían increíbles, pero esto no se lo he dicho, ya sería demasiado peloteo. Y él cruzó la Calle Jobim camino a Ipanema, donde los “chicos de bien” fuman porros mirando el mar. Yo le acompañé con los ojos, un tanto fascinada, un tanto embobada. Es que yo había leído todas sus obras, una a una, una y otra vez. Asqueada y paradójicamente atraída por sus textos sórdidos y bellos.
Jamás conocí a Nelson Rodrigues, jamás ni siquiera hablé con él, pero creo que ya le conozco tanto, que si me lo hubiera cruzado por la calle, si hubiese podido entrevistarle, si hubiésemos tomado al menos un café, seguro que sería así de (des)agradable.

(Carla Guimarães es guionista y escritora, vive actualmente en Madrid).

2 thoughts on “El Desagradable Nelson Rodrigues

  • Te felicito por el comentario. De ahora en más para leer a otros autores que muestran de la vida la hipocresía de la que serás esclava, deberás usar unos calzones de lata. No seas puritana!!!

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  • Achei maravilhoso seu comentario.
    Obrigado.

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