La mujer muerta
Por Recaredo Veredas.
La mujer muerta. Manuel Rico. Rey Lear. Madrid, 2010. 392 páginas. 23,95 €.
Poeta y narrador, Manuel Rico es uno de los autores españoles de calidad más constante. Posee una perspectiva propia, marcada por el interés en nuestro pasado, por una mirada compasiva, aunque nunca complaciente, sobre los personajes y por una considerable agilidad narrativa. “La mujer muerta” fue considerada, ya en el momento de su publicación, una de las novelas más brillantes de su época. Su calidad se mantiene intacta diez años después de su publicación, lo que resulta de especial mérito ya que aborda situaciones muy ligadas a la época de su escritura. La causa de la permanencia no es otra que la profundidad, tanto de los protagonistas como de los temas de fondo, entre los que se incluye una sincera reflexión –honda, pero carente de falsos misticismos- sobre la creación artística. Una profundidad expuesta, como en casi todas las buenas novelas, sin artificios, buscando la pureza.
El estilo de Manuel Rico es a la vez nítido y rotundamente literario. El narrador de “La mujer muerta” mantiene a lo largo de toda la obra un registro tenso, ajeno a la delectación, sin anestilizaciones ni caídas. Un estilo fuerte que ayuda a la descripción de ese territorio áspero –del que Rico se ha adueñado- que es la sierra pobre madrileña. Las descripciones actúan como brillante correlato objetivo, ajeno a la delectación y cercano a la belleza.
Lo indicado no debe presuponer que “La mujer muerta” es una novela ardua. Contiene una historia sólida, dotada de cierta intriga, que se sumerge en el pasado, las quiebras y las dudas no solo des España sino de todo Occidente. Es una indagación en la influencia de la cultura norteamericana que enlaza con otra de sus novelas: días de frío y eisinhower.
“La mujer muerta” es, por lo tanto, una obra importante, rotunda, necesaria en este tiempo trivial, tan corto en novelas que exploren con rigor las zozobras de la madurez. Una obra, además, magníficamente editada por Rey Lear.