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No te signifiques (18)

Por Jorge Díaz.

Hoy voy a hablar en serio. No esperéis chistes, diálogos graciosos en medio, visiones un poco absurdas… Tampoco voy a tratar de literatura, casi nunca lo hago ya, hoy quiero hablar de las cosas que me preocupan de verdad.

Hace unas semanas escribí sobre la ley Sinde. Conté una tontería de fabricantes y ladrones de jarrones, de brujas malvadas que quieren hacer leyes y de bandidos que lo impiden… Aunque me significaba, quería dar una visión ligera sobre el tema, nada de enconarnos unos en una postura y otros en otra, yo expongo la mía de buen humor, vosotros me contestáis o pasáis de mí. Y si estáis en desacuerdo lo mismo me convencéis.

Leyó la columna bastante gente y tuvo más comentarios de los habituales, tanto aquí, como en el facebook, como en mi mail. También más radicales. Algunos a favor y otros en contra.

Y de los que estaban en contra, algunos lo argumentaban y otros no. Y de estos últimos, algunos me descalificaban y otros me insultaban. Nada grave, no he tenido que contratar guardaespaldas, no miro hacia atrás al salir de casa, no he perdido amigos…

Una parte significativa de los que no estaban de acuerdo conmigo, y además no razonaba los motivos, me insultaba por querer vivir del cuento, por querer cobrar por mi trabajo, por pretender que ellos no tuvieran la libertad de descargarse de internet todo lo que les diera la gana.

Bien, vamos a olvidarnos ya de esto de la ley, qué más da que a mí me paguen o no. Eso me preocupa mucho menos que la reivindicación del derecho a la libertad individual por encima de todo lo demás.

Capacidad de frustración. No sé si el término existe o me lo acabo de inventar deformando otro.

Vas a salir de viaje y escuchas en la tele que nieva en el norte y se recomienda no coger el coche. Tú piensas que a ti eso te toca las narices, has decidido ir al norte y vas al norte por tus santos cojones. Coges el coche, nieva y la carretera de Burgos se bloquea. Llega la cámara de Noséqué Directo, que va a hacer una conexión entre receta y receta, y echas de todo por esa boquita, que si qué vergüenza, que si este país es tercermundista, que si en Alemania que nieva tres meses al año no pasa esto, que si han tardado cuatro horas en llevarte una manta. La santa indignación.

¿Sabes qué? Que te jodas. Eso pienso: jódete, no haber cogido el coche. Nadie tenía que atenderte, saliste de viaje cuando te dijeron que no lo hicieras, ahora espérate a que se derrita la puta nieve.

–          ¿Es que no somos libres de salir de viaje cuando queramos?

–          Claro, nadie te lo ha impedido. Ahora te quedas en la carretera una noche, que es una experiencia que le podrás contar a tus nietos. A lo mejor ves lobos, ojalá.

Una empresa que invierte en estampillas de santos, en llaveros o en cualquier otra chorrada con increíbles márgenes de beneficio se va a la quiebra. En realidad era una estafa, de hecho se llamaba Estafadores Reunidos S.A., y todos mirábamos la publicidad pensando: vaya cueva de ladrones hay ahí. Un montón de familias a las que la codicia había hecho olvidar la precaución tenía sus ahorros confiados a la compañía. A ti, que lo más arriesgado que has hecho en tu vida es una quiniela, te miraban compadeciéndote:

–          Con los beneficios hemos cambiado el coche y hemos ido a un resort a Punta Cana. Eres tonto teniendo tu dinero parado.

–          Es que no tengo dinero.

–          Pues eso, que eres tonto.

Un día, la empresa sale en primera página del periódico: los accionistas de Estafadores Reunidos S.A. se han fugado con todo el dinero, miles de familias afectadas.

Inmediatamente hay una asociación de familias afectadas con un portavoz que sale en la tele diciendo que han perdido todos sus ahorros y que están sufriendo mucho. Y lo peor, que el Estado tiene que ayudarles. Olé sus cojones. ¿Y el coche y Punta Cana?, ¿se llevaron a un pobre para que conociera mundo?, ¿ayudaron ellos?

Les pudo la codicia y han perdido, ahora que se jodan. Capacidad de frustración.

Cuando yo era pequeño les pedía a los reyes una bicicleta y me traían unos calcetines. ¿Qué hacía? Me jodía. Y así todos mis compañeros de colegio, con calcetines nuevos el día 9 que empezaban las clases otra vez.

¿Robábamos bicis? No, porque no se roba y eso lo habíamos aprendido. Capacidad de frustración: el año siguiente pedíamos otra vez la bicicleta y a lo mejor había suerte y nos la traían. Y la verdad es que raro fue el que acabó sin bici.

3 thoughts on “No te signifiques (18)

  • Le noto cada vez más preclaro en sus planteamientos, amigo Jorge. La columna de hoy, particularmente lúcida. Y con el fino sentido del humor que le caracteriza. Me he reído lo suyo.
    Gana usted puntos por momentos. Acabará de columista en un dairio de tirada nacional. O en un dominical de esos de prestancia y prestigio. Como si lo viera.

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  • ¿Mal fin de semana? ¿Le afecta el mal juego de su equipo?

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  • Qué bien me conoce, señor comisario. Cómo sabe que eso es lo único que me afecta de verdad.

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