Entrevista a Maruja Torres
“Todos tenemos nuestros Beiruts”.
Por Enrique Gutiérrez Llamas / Fotografías de Pablo Álvarez .
Esta mujer es, como ella diría, periodista-periodista… Lleva dentro un ángel caído, un Lucy, de largas pestañas que le da lecciones morales muy poco convencionales pero muy auténticas. Nos habla de sus lugares, de literatura y de periodismo.
Café Gijón, cuatro de la tarde, un lunes de estos otoños que ya son invierno. Maruja entra por la puerta abriendo los brazos y echándose hacia atrás, en una mano las gafas de sol amarillas. Da muchos besos y escoge una mesa para sentarse, es bajita, rápida. Pide un Whisky y lo va bebiendo a tragos pequeños, que saborea encantada. Nos dice que vamos a brindar.
Saca unas gafas de ver de una indeterminada y escalonada forma geométrica, sin montura, muy discretas hasta que ella se pone de perfil y resulta que, aunque sean monturas al aire, tienen el canto rosa. Las gira, nos las enseña, luego hablamos de sus botas y de sus últimos artículos, no para quieta, como si mil hormigas estuvieran moviendo sus brazos arriba y abajo, también moviendo su enorme anillo azul. Le pregunto por Beirut, al igual que se pregunta sobre los seres queridos que están en el hospital.
-Ya no es lo que era, pero he vuelto a una boda
Brindamos, por el buen periodismo, claro. Nos ponemos a hablar sin tener la grabadora encendida. Al principio le pregunto por Vázquez Montalbán y Moix, luego ella me hablará de Manolo y de Terenci. La entrevista la empezó ella.
-Pregunta guapo, pregunta
-En Esperadme en el cielo, dejas tu testamento entre la m de menopausia y la o de osteoporosis
El otro día lo hablaba con mi portera, que es amiga mía. Ella también me preguntó que dónde dejábamos el Nuevo Testamento, porque nos referimos a él así El Nuevo Testamento y El Viejo Testamento, porque ya he hecho otro. Le comenté que por qué no lo guardábamos en el mismo libro, pero creo que estoy ya entre otras letras, que ya tengo muy superado eso. Estoy en la u de ¡uzú!
-Ahí le quitas peso a la muerte, en tu libro. ¿qué perdimos cuando se fueron Terenci Moix y Manolo Vázquez Montalbán?
La muerte sigue teniendo su peso, un peso brutal. Con Manolo perdimos sus opiniones políticas, que eran una maravilla, independientemente de que estuvieras de acuerdo o no, era una persona con cultura. Con Terenci perdimos alegría porque era una Campanilla, con sus manías, sus fobias, sus filias, sus Egiptos, nos hacía mucha compañía y nos abría muchos mundos. Ha muerto mucha más gente, pero ellos eran mis amigos. Es la hostia, como va esto, va deprisa. La vida es una siesta
-¿Qué hubiera perdido el mundo si Maruja se hubiera quedado allí con Terenci y con Manolo?
No creo que mucho, lo digo sin falsa molestia. Yo pertenezco a una España muy concreta, una España que florece en la transición. Soy un referente para mucha gente porque he escrito en diarios referenciales. He estado en movidas de cine, en movidas gays, en todas las movidas que ha habido, la verdad es que no había más remedio, que eras activista o eras gilipollas, porque hasta los fascistas eran activistas, de lo suyo, claro. Para mi sorpresa a ciertos jóvenes les gusto por eso, porque dicen “coño, que esta tía que estoy leyendo es vieja” El mundo sigue girando y sigo perdiendo amigos, pero esa es la buena noticia; que yo no me muero.
-En un libro tuyo hay una cita “¿de qué sirve un libro si no trae ni estampas ni diálogos?” (es de Lewis Carroll) ¿De qué sirve un libro de Maruja Torres?
Para pasar un rato. No tengo otra aspiración y para eso es para lo que sirvo. Si sirve para algo más pues eso que queda ahí. Los artículos es otra cosa. Manolo (Vázquez Montalbán),es que siempre hay que volver a él, decía que los columnistas escribíamos para hacer compañía a otros lectores que piensan como nosotros. Ahí el objetivo es ser un mosca cojonera, que es algo muy útil, además me gusta.
-Dijiste que esa novela surgió porque necesitabas lecciones morales.
Sí, es la consecuencia de haber cambiado de vida. Lo escribí cuando acabé La amante en guerra, que narra cómo me fui a vivir a Beirut. Entonces lo que hago en el libro es decirme lo que me tengo que decir a mí misma, pero por labios de Terenci y Manolo. Lo que me quería decir no es otra cosa que “espabila que la vida es muy corta” y “cuenta cosas, que tú puedes” Claro, me levanto y me duele todo, pero tengo que aprovechar. Hubo un momento en el que no estaba bien pero me di cuenta de que “todavía puedes andar, nena” Lo que no puedes hacer es no acomodarte a tu edad, no puedes ir ligando jovencitos, ni ir recauchutada como van otras por ahí, pero si has tenido la suerte de tener un nombre, de tener repercusión y que te lean lo que no puedes es ponerte equidistante.
-Hablas de acomodarse ¿ahora es más fácil permanecer indiferente?
No lo sé, hombre al día siguiente de llegar a Madrid estaba aquí la manifa de los saharauis, que yo nunca me la pierdo, y había más gente que nunca. Por desgracia se tiene que morir la gente para que reaccionemos, esta sociedad está dirigida a que seamos acomodaticios, entonces es mucho más difícil ser activista que antes.
-El otro día estuviste dando un paseo por el retiro ¿llegaste a la estatua del ángel caído? ¿qué te dijo?
Sí, estuve por el Retiro, pero iba cagando hostias como quien dice y solo tuve tiempo de hacer fotos. No pude llegar a la escultura del ángel. La última vez que lo vi, fue un día que acababa no sé qué y me lo habían rodeado de furgones policiales. Pero yo tengo a mi ángel caído dentro. Es genial, un personajazo, con las uñas largas, pintadas de rojo, y los ojos flameantes, unas pestañonas y moviendo las alas y cruzando las piernas así, yo creo que tiene un musical como mínimo. Es el antipapa, el mejor antipapa que podemos tener en Madrid, irradiando desde Madrid al resto de Europa un poco de pecado.
-¿En qué momento se convirtió Beirut en tu casa?
Cuando la vi muy desamparada. Lo que pasa es que ha pasado mucho tiempo y un periodista no se puede engañar nunca.
Las risas agudas, los saltitos encima del asiento del Café Gijón desaparecen, le cambia el tono de voz, parece otra.
Ahora me da pena cómo han desperdiciado las oportunidades, después de la guerra civil de quince años, se convierten en gente vendida a los saudíes y al dinero. Perdieron el alma en esa guerra, nosotros la perdimos un poco en tres años de guerra civil, en los quince años de la suya da tiempo a perderla para no recuperarla nunca más.
-¿Qué hubiera sido de Maruja Torres sin Beirut?
Pues otra cosa, hubiera tenido Santiago de Chile. Todos tenemos nuestros Beiruts y todos tenemos la oportunidad de sustituirlos. Es el deseo de encontrar un Beirut es lo que no hay que perder. Lo de Ítaca de Kavafis, que ya está escrito; el viaje es lo que te encuentras.
-Hace poco murió Berlanga: antes los americanos venían gordos y sanos ¿cómo vienen ahora?
Vuelve a saltar encima del asiento, como se le acabaran de dar una buena noticia, no por la muerte de Berlanga, sino porque ha oído dentro de su cabeza la canción estelar que tanto nos ha definido. La canta.
Vienen gordos y no son sanos, lo que pasa es que ahora estamos todos mucho más gordos. Pobrecicos los americanos, lo que pasa es que yo tengo muy buenos amigos americanos. No hay que confundir a los americanos con su régimen, ni siquiera hay que confundir al americano medio con el americano culto que ha viajado. Lo malo del mundo no son los americanos, sino el estándar de vida americano asimilado por todos; el materialismo, el consumismo… Y dentro de poco el que no haya estado del bienestar, el que no haya sindicatos buenos, que todos sean mafiosos: el capital a lo bestia. Y si encima lees las declaraciones de Aznar que, homenajeado por doscientos agentes inmobiliarios, les dice “sois una especia en extinción a la que hay que proteger”, o de Zapatero, converso a Wall Street e ilusionado. Yo lo más a la derecha que votaré será Rubalcaba.
-¿Y lo más a la izquierda?
-No existe. Voté a Montilla detestándole, porque no quería que CIU arrasase. El PP en Cataluña no es un problema, pero CIU va a volver arrasando y estrechando las mentes. Así que voté a Montilla, con la palangana para vomitar y las pinzas para no oler. Les voto, pero no les perdono.
-Terenci Moix dijo alguna vez que no quería morirse de aburrimiento en la Cataluña de Pujol.
Creo que hay muchas posibilidades de aburrimiento en Cataluña sin la necesidad de Pujol. Pujol era un producto de Cataluña, no nos engañemos, al igual que Rajoy es un producto de España. Para aburrirse en Cataluña sin Pujol, basta que cunda lo que ha cundido ahora: ese “la culpa es de los otros, Cataluña es la mejor y si no eres catalanista, si no eres soberanista…y que si Cataluña está en peligro” Yo solo he sido catalanista cuando he visto a Cataluña en peligro y que yo sepa, Cataluña no está en peligro desde que murió Franco.
-Y ¿qué hay de Barcelona, de tu barrio? ¿Qué significa para ti?
Ya no está, ya no es lo que era. Lo han borrado, entre Joan Clos y Hereu, lo han convertido en un barrio con edificios inteligentes y con toda la mierda de antes. Podrían haber hecho otra cosa, por ejemplo, partiendo de modelos como el que se sigue en El Cairo o en otras ciudades de países como Turquía, es decir, regenerar un barrio desde su propia gente, así las tiendecitas, la artesanía y sus habitantes lo cuidarían.
-Hace poco escribiste un artículo en el que decías que para recibir al Papa te pondrías un condón…
Afortunadamente ese artículo fue muy celebrado. Me hubiera puesto un condón para recibirlo, igual que los gays que fueron a darse un filete, yo como mujer lo hubiera hecho con otra mujer, pero no me apetece, claro. Wojtyla, igual, un actor frustrado que se montó el Vaticano solo por lucirse él. Por cierto que algunos catalanistas pensaron que el artículo era nacionalista ¡es acojonante!
Las preguntas son obligadas, qué se pondría para recibir a cada una de las personas que ocupan la actualidad política. No se corta.
-¿Qué se pondría para recibir al Rey?
Yo he estado con el Rey, fui víctima de la curiosidad morbosa que se nos levantó a los progres al comienzo de la democracia. Él nos invitó a unos cuantos a la fiesta de cumpleaños que da; íbamos Gil de Biedma, Jorge Herralde y su mujer, y los escritores de Anagrama. Yo iba por El País. Me vestiría como para ir a un museo, porque te da esa sensación, le pondría un marco y lo colgaría de una pared, tal como estaba. Es que es igual que un cuadro ¡sonrosadiiiiiito! ¡rubiiiiiiito! Por si acaso soy Republicana que eso no suele fallar.
-¿Para recibir a Zapatero?
Pobre Zapatero, ya no se le puede recibir, hay que despedirle. Pobrecito, le ha tocado una época pésima y lo ha hecho fatal. Perdió una oportunidad de oro, porque podía haber salido y decir “yo dije que el poder no me cambiaría, me piden los mercados mundiales que haga ésto y me voy, que lo haga el siguiente”. Yo como persona, en su lugar, no dormiría tranquila.
-¿Para recibir a Rajoy?
A ese también habría que despedirlo. Yo nunca olvidaré que estuvo cerca de mi casa, en la Diagonal, cerca del Círculo ecuestre, firmando aquellos pliegos para presentar el Estatuto en el constitucional y diciendo que se iba a romper España. Ese es el Rajoy del que yo me acuerdo, el que viajaba en helicóptero.
-A Esperanza Aguirre…
Yo ya la recibí, en el festival de cine de San Sebastián, por cierto, es muy amiga de Pujol.
-¿Qué premio le daría?
El que le dieron a Jesús Aguirre, el de tonto contemporáneo. Pero ella no es tonta. Yo le daría el premio Cruasán de María Antonieta. Un cruasán, porque es indiferente al dolor de las personas. Es distinta de la Tatcher, Esperanza Aguirre es de buena cuna, de buena familia, diecisiete apellidos, un título nobiliario…
-En La verdad digital la han llamado cabaretera de las letras
Uf, Manolo (Vázquez Montalbán) me llamaba corista leninista, mucho más original. En ese periódico me han llamado de todo, estamos en paz porque yo a ellos también.
-Eres una gran cinéfila ¿qué actriz te gustaría ser?
En estos momentos Annette Bening. A Annette Bening en Conociendo a Julia, triunfando sobre sus rivales vestida de pavo real. Como Margo Channing en Eva al desnudo, quiero ser la protagonista que se queda con el chico. Y mira que esa película es tremendamente machista;
Un camarero de patillas decimonónicas se nos acerca, le dice que está igual que siempre.
-Igual no, más vieja, pero contenta.
Él le dice que está igual, le da dos besos y nos deja, Maruja le da las gracias y dice estar muy bien atendida allí. Cuando el camarero se ha dado la vuelta ella nos dice que aquel hombre debe ser descendiente de Curro Jiménez.
-En un cumpleaños ¿qué escena te gustaría que te representaran?
Yo que en el fondo y en realidad soy muy frívola escogería el baile de West Side Story, el primero, cuando las dos bandas bailan. Y canta, claro, como siempre que se le presenta la oportunidad, como más adelante cantará cuando, en Recoletos, le hacen fotos.
-¿Y si se tuviera que quedar con un galán de cine?
Bueno, es que mis galanes cambian tanto en la vida real como en el cine. Estaba enamoradísima del protagonista de Mad Men, hasta que lo vi en la película de Ben Affleck y comprobé que era el mismo, que hace todos los personajes igual. Antes de él estuve enamorada de Clive Owen, pero lo pierde todo cuando sonríe, pierde todo el encanto. Para quedarme con alguien y ser fiel, aunténticamente fiel, me quedaría, en lo viril, con William Holden, y con la ternura de Monty Clift, que me parece de las personas más guapas que han dado la escena del cine.
-Dentro de España…
Y mujeres ¿no?
-Mujeres también, claro
Romy Schneider, me hubiera hecho completamente lesbiana por ella, no un rato, completamente lesbiana. Pero menuda vida me hubiera dado, porque la tía estaba desesperada con tanta pastilla y tanta cosa. Para un polvo suelto Sharon Stone, pero amor-amor, Romy Schneider.
-Dentro de España, ¿cuál es su principal problema?
España tiene un problema de cainismo muy grave. Hay un ensayo de Juan Pedro Quiñonero, que habla sobre en qué momento se jodió España, Zabalita. Y se remonta mucho, hasta las primeras expulsiones, es decir, que los problemas vienen desde el momento en el que encontramos un enemigo a quién echar. No podemos vivir con aquellos que no piensan como nosotros, en este país es imposible una cosa británica, un partido conservador como el británico, que ¡ojo! ha tenido hasta pronazis. Allí todo es hablable, a nosotros nos ciega la ira de repente, la ira verbal. Hemos avanzado mucho en muy poco tiempo, y por eso me da miedo el retorno de las derechas a todas partes porque eso provoca el enconamiento. Yo siempre lo digo, Gabilondo coincide conmigo, que Aznar sacó lo peor que teníamos nosotros dentro, yo tenía una mala leche impresionante en la época Aznar, me sentí muy relajada cuando entró Zapatero en el poder, bueno, de que se fuera Aznar realmente. Yo creo que debemos vigilar nuestros bajos instintos mucho. Pero sobretodo deberíamos leer, no a mí, no lo digo por interés, lo digo porque hay que leer mucho, ser un pueblo muy cultivado desde la misma educación que es nuestra asignatura pendiente, no la educación de poner ordenadores en el aula, la educación humanística. Estamos perdiendo mucho en humanidades, y llevamos así desde Felipe González, desde que éramos un país estupendo y nos iban a dar las olimpiadas, desde la segunda mitad de los ochenta. Recuerdo que en el 84-85 se suicidó un chaval en Valencia, en la politécnica, yo estaba en Cambio 16. Ese chico se había suicidado por la presión. Era la España que estábamos preparando, una España sin otros valores que los económicos. Pregunta, venga.
-¿Qué haces para no perder la ilusión?
Yo he estado muy jodida, me han pasado muchas cosas, he perdido a muchos amigos, ahora tengo a dos moribundos… Yo creo que la razón de no perder la ilusión es mi ateísmo, saber que no hay nada más me hace ser consciente de tener que aprovechar todo lo que hay. Y decir “qué suerte tengo hoy que no me duele más que esto.” Pero la cabeza la tengo muy bien, muy bien, de eso no me quejo.
-¿Hay alguna mujer política que vale la pena?
En segundo rango o tercero seguro. Ahí está lleno, donde se trabaja y no se da la cara, como en periodismo. Si llegan arriba es porque han cambiado las reglas de juego, todavía el mundo está por cambiar. Bachelet las cambió en Chile, que se va con el ochenta por ciento de aprobación pero se va, y buscan a la piraña de la derecha, es el mal del cristianismo. La gente está más a gusto. Se sienten más en la casa del señor si se giran a la derecha, creen que han hecho bien y por desgracia muchos pobres son así. La masa quiere orden, la gente es gente de orden y van a votar a la gente de orden. Los jóvenes no irán a votar, los que hicieron que quitáramos a Aznar fueron los jóvenes que salieron a votar indignados. Ahora también lo están, pero contra Zapatero, y con mucha razón ¡hijos míos! les dijeron que votar era un placer y no es verdad ¡es una puta mierda! Pero hay que hacerlo.
-¿Qué hacemos los periodistas que vemos muy mal la situación?
Aguantar, aguantar. Seremos necesarios siempre, la vida hay que contarla y publicar donde se pueda. Periodismo de guerrillas. Hay que considerar que estamos en el franquismo. Algo tan terrible como eso. Se saldrá. Pero no podemos impedir que los empresarios se hagan ricos a nuestra costa. A un amigo becario se lo digo mucho. Echa sobre tus brasas ceniza para que no se apaguen y no olvides que al menor resquicio, métela, clávala e informa. En el Newsweek han publicado una cosa sobre Haití de vómito, hablando de lo recelosos que son los haitianos. Se lo han publicado porque están desesperados por sacar pelas de los digitales. Estamos viviendo una época histórica, una vuelta al oscurantismo antes de, probablemente, el planeta de los simios, y eso es muy bueno para contarlo, mucha gracia para el periodismo. Tiene que haber una renovación, porque el periodismo es como la almohada, cuando está calentita le das la vuelta y está fresquita. Y no hay que hacer otra cosa, buenas entrevistas, buenos reportajes, buenos artículos, no tiene otro misterio. Pero hace falta dinero, y los de arriba no están dispuestos. Yo no me desesperaría, hay que ser animoso e intentar vivir con poco, no venderse, aprender. Hay que hacer la calle en esta profesión. Enamoraos, es lo único que no os podrán quitar, lo demás lo intentarán.
Pues eso.
Enrique Gutierrez Llamas.
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