Ese joven poeta llamado Blas de Otero
Por Manuel Rico.
Uno de los más importantes libros de poesía aparecidos en 2010 no lo firmaba un joven poeta. Ni siquiera un poeta de la generación de los 80, o del 68, o del medio siglo. Era el libro inédito y póstumo de Blas de Otero, Hojas de Madrid con la Galerna. Poemas escritos a su vuelta del exilio, entre 1968 y 1978, en los que el poeta bilbaíno reflexiona sobre una realidad —la española de aquel momento— a caballo entre la dictadura y la democracia desde una perspectiva hasta cierto punto novedosa en él: la de la vida cotidiana, la de los momentos de desaliento o de optimismo, la de la lucha contra la enfermedad (se le extirpó un tumor pulmonar al poco de regresar a España) o la de la evocación de los días de infancia y adolescencia. También, la del amor tardío y la suma de costumbres que proporciona y sedimenta, tal y como nos confiesa, en el prólogo, Sabina de la Cruz. Es un Blas de Otero íntimo, que habla de las pequeñas cosas con la cercanía de un lirismo a pie de casa, a pie de calle, a pie de ciudad, pero también con la grandeza que aporta la visión crítica de una realidad nada apacible.
Si alguna enseñanza nos ofrece Hojas de Madrid a quienes habitamos este tiempo de globalización, ciberespacio y redes sociales, es que la poesía tiene algo de bastión irreductible, de lugar de meditación sobre las más hondas verdades existenciales, sobre el mundo en que vivimos a través de los seres y los objetos que nos viven y a través de los cuales, cada día, respiramos. Por eso, a lo largo del último mes, ante la pregunta realizada por los más diversos medios acerca del poeta joven que más me ha gustado en 2010, no lo he dudado: Blas de Otero. Eso quiere decir que la poesía y los poetas (como, en una dimensión distinta, ocurre con la narrativa y los narradores) viven en un territorio en el que el tiempo tiene un valor relativo. Es joven Blas de Otero del mismo modo que es joven Clarín. Es poesía de hoy el libro de Otero del mismo modo que es nueva narrativa La Regenta. Comparten con los poetas y narradores nacidos en la era de Internet un mismo espacio. Conviven en igualdad de condiciones, se interrelacionan y, sobre todo, nos enseñan, nos hacen gozar, conmovernos y, sobre todo, pensar. ¿Con qué instrumento? Con la palabra, con el lenguaje: no el lenguaje del periodismo ni el de las cartas comerciales ni el del informe técnico, sino con el lenguaje revelador, insustituible, mágico, inexplicable a veces, de la literatura. Del poema en Blas, del texto en prosa, en Clarín. Algo que Internet no sólo no diluye o prescribe, sino que, por el contrario, potencia, democratiza, hasta llevarlo a nuevas estancias y a nuevos horizontes.
Gracias por esta bella forma de recordar a Blas de Otero como un joven poeta que conserva su juventud, no sólo en su último libro, sino hoy y mañana. Espero que los jóvenes poetas también lo vean así. Al menos tus
palabras se lo cuentan de manera que se despierte en ellos el ansia de leerlo.
“Eta noche, solo.
Me encontré solo en medio de la Puerta del Sol.
Acompañado de mi cuerpo
y por mi alma,
como una idea pura
en su verso perfecto.”
……….
Manoly Fdez Santamaría