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Entrevista con Santiago Miralles

«Rubens era un idealista cuya ilusión era alcanzar la paz en Europa»

Por Silvia Campillo.

 

A finales de 1628, Pedro Pablo Rubens llega a Madrid con funciones diplomáticas. Después de visitar Londres y París, los virreyes de Flandes le envían a Madrid con el fin de convencer a Felipe IV y a su valido, el conde duque de Olivares, para que se decidan a promover la paz definitiva en Europa.

Rubens alarga su estancia en Madrid durante nueve meses. Ya era el pintor más afamado de Europa y, por supuesto, el preferido de Felipe IV, a pesar de que Diego Velázquez fuese su pintor de cámara desde 1923. Expertos coinciden en que en esos nueve meses que Rubens pasó en España (no sólo entrevistándose con el rey, sino también copiando a Tiziano o mejorando alguno de los cuadros que había realizado para la colección real, como La adoración de los magos) es muy posible que conociese a Velázquez e, incluso, que compartieran taller. Entre ellos surgió una enorme fascinación que daría lugar, probablemente, a charlas más íntimas acerca de la pintura, la función del artista y, por supuesto, la Corte española.

El diplomático Santiago Miralles Huete recrea lo que pudo ser un encuentro entre los dos pintores en Velázquez y Rubens. Conversación en El Escorial (Turner), un híbrido que imagina la relación de los dos genios y que fue presentado ayer en Madrid con el apoyo del Museo del Prado.

 

P. ¿Cree que realmente existió dicha conversación entre Rubens y Velázquez?

R. Seguramente sí. Rubens estuvo en Madrid nueve meses y hay testimonios de que su taller estaba muy cerca o incluso compartía taller con Velázquez, entonces es de suponer que trabajando deberían tener mucha relación. Hay un testimonio, el de Pacheco (suegro de Velázquez), que dice que Rubens en Madrid casi no tuvo contacto con otros pintores excepto con su yerno. Seguramente hablaron mucho e hicieron una cierta amistad.

P. En su opinión ¿Rubens y Velázquez se admiraban como pintores?

R. Pienso que sí. Que Velázquez admiraba a Rubens es seguro porque Rubens, en esos momentos, era un hombre ya consagrado, era muy famoso, era el pintor más cotizado y más querido en todas las Cortes europeas … Cuando llega a Madrid lo hace con un halo de divinidad que a Velázquez impresionaría. Y luego, de lo que yo estoy convencido, es de que Rubens supo apreciar la calidad y el genio que había en Velázquez. Y por eso es muy posible que fuese Rubens quien convenció a Felipe IV para que Velázquez viajase a Italia y desarrollara un poco más su arte.

P. Habla como Felipe IV prefiere vivir en Madrid que en El Escorial. ¿Ya por el siglo XVII Madrid era una ciudad tan “caótica” y viva como ahora?

R. Era mucho más pequeña pero, al mismo tiempo, una ciudad con muchísimo movimiento. Era la capital de la gran potencia de la época. En Madrid se juntaban todo tipo de cortesanos y de gente que buscaba fortuna por lo que debió de ser un movimiento bastante interesante. Hay testimonios de la época muy divertidos que hablan de la actividad que había en Madrid en aquella época y eso llevado a la Corte, es decir, al Alcázar, debía de ser un mundo en sí mismo. Aquello debió de ser una Movida permanente. La Movida Barroca (risas).

P. ¿Se perdió mucha historia en el incendio del Alcázar?

R. Muchísima. Fue uno de los grandes desastres de nuestro patrimonio. Hay se quemaron cuadros, mobiliario y todo el tesoro de los Austrias, que era el mejor de Europa. Además de perder el edificio en sí, que era el gran símbolo de toda la monarquía de española.

P. Alude a la gran cultura y sensibilidad de Felipe IV. ¿Cree que el rey supo valorar no sólo a Velázquez y a Rubens sino también a Góngora, a Lope, a Quevedo…?

R. Felipe IV, aunque no era un gran rey político como demostró, era una persona con mucha sensibilidad artística y cultural. Le gustaba el teatro, la poesía… Tenía una admiración tremenda por todos los pintores de la época a los que protegía. Gastó muchísimo dinero en comprar cuadros y en construir edificios, como el Palacio del Buen Retiro. Él lo que hizo fue continuar una tradición familiar porque el coleccionismo real español comenzó con Isabel la Católica y sobre todo Carlos V y Felipe II fueron grandes coleccionistas de pintura. Lo que mejor que hay en el Prado hoy en día es la colección de los reyes.

P. En esa conversación que usted recrea en el libro, Rubens alude continuamente a que es necesario pintar con “modernidad” e incita a Velázquez a ser un pintor “moderno”. ¿A qué se refiere?

R. Creo que Rubens pensaba es que, para ser un buen pintor, había que ejercitarse mucho y que la base de eso era la pintura romana del Renacimiento (Rafael, Miguel Ángel…) y el color veneciano (Tiziano y Tintoretto). La genialidad de Rubens consiste en tener la técnica y el saber hacer del Renacimiento y darle el toque de modernidad barroco que es lo que le faltaba en esos momentos a Velázquez, que aún era muy tenebistra y caravaggista. Eso cambia cuando va a Italia y entra en contacto con la pintura italiana y de aprender a componer “a la romana”.

P. De la discusión que usted recrea, yo destacaría dos ideas. La primera es la preocupación que tienen ambos por la dignificación de su profesión. ¿En el siglo XVII aún se consideraba una profesión mundana?

R. Al pintor se le consideraba, todavía, un artesano. Era alguien que trabajaba con las manos y, por tanto, no era digno de estar en según qué ambientes y de ahí la lucha que tuvo siempre Rubens porque se le reconociese como caballero. El Greco, por ejemplo, pasó toda su vida reivindicado que se reconociese su trabajo como algo intelectual y no manual. De hecho, en esa época, los pintores intentan que les eximan de pagar una alcabala porque ellos dicen que no eran artesanos, sino creadores.

P. La segunda idea son las funciones diplomáticas de Rubens y su empeño por que se implantase la paz en Europa. ¿Por qué cree que un personaje como él podría tener tanto interés en ello?

R. Rubens cumplió funciones diplomáticas con verdadera dedicación, gastando mucho tiempo y dinero. Creo que lo hizo porque él tuvo una biografía muy complicada. Él vivió en carne propia las guerras en Flandes y, sobre todo, la lucha entre protestantes y católicos así como la ruina de su ciudad, Amberes. Hay muchos testimonios de Rubens en los que se lamenta de como su ciudad, que era el puerto más rico de Europa, quedó arruinado por las luchas con los holandeses. Sufrió durante toda su vida, durante toda su infancia, la miseria y la pobreza que lleva consigo la guerra. Se le quedó grabado muy dentro y por eso yo creo que su afán permanente era conseguir por un lado, que Amberes recuperase la prosperidad y, por otro, que no hubiese guerras en el mundo. Suena muy utópico y un poco tonto, pero yo creo que Rubens en el fondo era un idealista y que su gran ilusión habría sido alcanzar la paz en Europa, crear una Cadena de Confederaciones en Europa, como él lo llamaba.

P. ¿Cree que en las dificultades para que Europa alcanzase esa estabilidad influyó de manera negativa el conde duque de Olivares?

R. Para mí Olivares hizo lo que pudo. Creo que fue un hombre con gran capacidad pero que vivió en un momento dramático de España y no supo ver más allá de lo que tenía delante. Pero tampoco se le puede reprochar nada porque era su modo de concebir el mundo y también era un poco el ambiente que había entonces en la Corte española.

P. ¿Con quién se queda? ¿Con Rubens o con Velázquez?

R. Es una pregunta complicada pero… Digamos que me quedo con la personalidad de Rubens y el talento artístico de Velázquez.

 

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