Descansen en paz
Por José Vaccaro Ruiz.
Descansen en paz. Carmen Baena Salamanca. Ediciones Atlantis.
El libro de Carmen Baena, de profesión médico forense, está a medio camino entre la autobiografía, la crónica de sucesos y la novela negra. Por sus páginas, la autora va narrando la experiencia de Marisol, su alter ego, en esa labor de levantar cadáveres, pasar consulta de lesionados e informar sobre las causas de la defunción de los cuerpos entregados a su examen. Y es precísamente ahí, en ese trabajo donde la muerte presenta su rostro más descarnado, en ocasiones consecuencia de odio, ira o ambición, y hace aparecer la miseria humana en su expresión más pura y, valga la expresión, descarnada.
Los casos que nos relata Baena nos hacen reflexionar en primer lugar sobre la fina frontera que separa la vida de la muerte y cómo, una vez producida esta, nos vemos reducidos a pura materia en descomposición que hay que meter en un congelador o cubrir con dos palmos de tierra cuanto antes para evitar que hieda. Es bueno enfrentarnos a esa realidad que nos acompaña desde que nacemos, y las pormenorizadas descripciones de la autora cargadas de precisión científica, al tiempo que de humanidad y, si se me permite decirlo, de caridad, nos llevan de cabeza a ello.
Pero el libro es mucho más que eso. Nos ofrece una atalaya desde donde divisar lo más profundo y escondido del ser humano. La ambición, la ocultación, la envidia, asoman por sus páginas como el verdadero motor que mueve el mundo, los hilos de las marionetas que sacuden con su pulsión a nuestros cuerpos sobrecargados de vísceras y huesos. La autora nos muestra las huellas que tales pasiones han dejado de forma indeleble en los cadáveres sometidos a su labor profesional. Porque en medio del vocabulario y la jerga forense, por otra parte perfectamente entendible, Carmen tiene la virtud de, con una frase o una palabra, levantar el telón y mostrarnos a la oculta tramoya y al apuntador que, agazapado en su concha, dicta las acciones y los gestos que el público asistente ve en ese teatro que es la vida.
El último de los casos relatados en el libro, el del moro, es el que contiene mayor densidad narrativa, vaciado personal de la autora y una radiografía más fiel del universo desconocido, esotérico y distante en que se mueve la justicia, y de esa actividad, la de la Medicina Forense, tan estrechamente unida a ella. El abuso de poder que permite la jerarquía, la ocultación, el deseo, la manipulación y el silencio cómplice, campan a sus anchas por los capítulos que nos describen la autopsia que Marisol practica al cadáver del moro, y las circunstancias que la acompañan. La sinceridad que rezuman esas páginas conmueve al lector y le obliga a implicarse en la trama.
Siempre he pensado que para medir la bondad de un libro es importante, al terminarlo, mediatar, dejando aparte el entretenimiento que nos ha dado, lo que nos ha aportado y enriquecido. Y en este aspecto, justo es reconocer que Descansen en paz pasa el examen con nota. Lástima que cuando uno llega a la última frase de las ciento noventa y nueve páginas de tu relato, que has concluido con un “nadie quiso saber nada”, piense que esa expresión de “Descansen En Paz” no es precisamente la sensación que deja la obra en quien la ha leído, una sensación que tiene de todo… excepto tranquilidad y paz.