Entrevista a El Hijo (Abel Hernández)

Madrileña me ha ayudado a definir el territorio por el que moverme”

Por Cristina Consuegra.

Tras la publicación de su primer larga duración, Las otras vidas (2007), El Hijo (nombre tras el que habita Abel Hernández, componente de bandas como Migala o Emak Bakia), regresa a la escena nacional con Madrileña (2010), un álbum con vocación de fábula sostenido por diez canciones tendentes a la desnudez melódica y su emoción controlada, al sonido preciso del que compone para dar a conocer otras sensibilidades y singularidades. Un trabajo abrigado por la certeza del que desea satisfacer la respiración de la vida y sus múltiples protagonistas.

En Madrileña hay algo que desconcierta. Este desconcierto favorece al autor conforme las canciones se dejan caer, imparables y poderosas, sobre la piel de nuestros oídos. Algo engancha desde la primera canción, “Siempre ella”, y alcanza cotas elevadas en “El hada de los dulces”; ese mismo algo que te tiene totalmente atrapado a la altura del corte nueve, “Balada baladí”, para dar por despejada todo tipo de duda en “Toda la noche nevando”. Madrileña aturde e hipnotiza como el aire sucio y fresco de Madrid.

Abel Hernández, junto con los arreglos y la producción de Raúl Fernández “Refree”, ha hecho el álbum que necesitaba componer, ha escogido Madrid como excusa y las relaciones de quienes la habitan como instrumento; habitantes que juegan a ser reales o ficticios, fantasmas o sombras del pasado, a ser corpóreos o intangibles. Un álbum que alimenta ficciones e inventa la ciudad de ciudades.

En Las Otras vidas (2007), el sonido del álbum está más oxigenado y las letras, tal vez, son menos concretas que en Madrileña (2010). ¿Es esta concreción lírica y “contaminación” acústica consecuencia directa del escenario de Madrileña?

No sé muy bien de qué es consecuencia lo que hago pero desde luego no hay una única causa. Me puse a escribir letras y hacer canciones nuevas como siempre porque lo necesitaba. Supongo que en algunos aspectos las canciones están mejor hechas en Madrileña. Lo que sí hubo fue una intención clara de que al grabarlas no sonaran a algo que no eran, a una banda que no existía como habíamos intentado en Las otras vidas, y de que se probaran todas las ideas musicales que a Raúl Fernández y a mí nos apeteciera en el momento. En Madrileña tuvimos más libertad, las ideas generales más claras y los arreglos concretos nada claros. Creo que quizá sea eso lo que notas.

Y el artista, ¿cómo cambia de un álbum a otro?

Supongo que envejece y aprende. Muchas cosas cambian en dos años. Dediqué bastante tiempo a tocar, a probar cosas nuevas con la armonía sobre todo y a sentirme más abierto en la manera de cantar.

Tus letras edifican canciones rotundas y simbolistas que resultan imprescindibles para comprender no sólo el curso de la escena nacional sino para entender la raíz de lo inmediato. ¿Qué otras voces literarias o musicales se esconden en Madrileña?

No sabría decirte qué voces se esconden aparte de las que salen de uno, que ya son muchas. Todo me influye, especialmente lo que me gusta. Pero la mayor alegría llega cuando tengo la sensación de haber hecho algo que no existía antes, ni siquiera un momento antes.

La Palmera” y “El hada de los dulces” son dos de mis canciones favoritas de Madrileña por el uso de la palabra y la voz. ¿Cómo surgen ambos temas?

“La palmera” viene de encajar una letra durante una madrugada de insomnio en casa de Ricardo, de McEnroe, en Getxo en una melodía que tenía metida en la cabeza (y que sale a su vez de una progresión de acordes algo singular). Fuera había tormenta y habíamos estado en una especie de fiesta en una casa celebrando que habíamos acabado de grabar su disco y había asistido a cierto baile de miradas entre personas. Creo que había visto una palmera ese día y la cama no era muy cómoda. De todo eso salió.

No recuerdo muy bien qué día escribí la letra de “El hada de los dulces”. Debió de ser en una tarde. Tenía la música clarísima. El riff con que empieza, que en la grabación parece más del piano, es una vieja idea que tenía desde hacía tiempo y lo demás vino fácilmente. Tenía en mente a Carmina Ordóñez no sé muy bien por qué y lluvia tras los cristales y un bar mítico de Madrid, el Palentino. Y la cuenta para entrar de Lennon, “Sugar, Plum, Fairy”. Y en mi mente todo tenía sentido. Ahora le veo otro, seguro.

Otro aspecto que llama poderosamente mi atención es el orden de las canciones… ¿eres tú el responsable del mismo?

Bueno, sí, aunque me ayudó mucho mi amigo Fernando Navarro.

Madrid es nombre de mujer… ¿es por ello por lo que está tan presente lo femenino en tus canciones?

Es que la madrileña del título puede ser una especie de idea de mujer también, creo… Supongo que lo femenino aparece tanto porque ello y la relación con ello es algo que me ha venido importando más que otros asuntos. Y si eso ocurre no puedo hacer mucho aunque me lo proponga.

La voz acompaña muy bien a los tempos y las letras de las canciones que componen el álbum; voz que, incluso, suena distinta según sea la canción. ¿Esto surge de forma espontánea o es algo premeditado?

Una mezcla de las dos cosas. Uno se plantea por dónde ir más o menos de forma intuitiva y va corrigiendo. En Madrileña me he empeñado en mejorar cosas que no me gustaban de mi voz en el pasado y en cantar con más expresividad y registros, porque, en general, cada canción la canta una voz distinta.

Como productor eres responsable de uno de los mejores álbumes del grupo McEnroe, Tú nunca morirás (2009). ¿Cómo te enfrentas a este otra faceta musical?

Con paciencia y sumo gusto. Me involucro mucho, quizá demasiado. Doy mucho y recibo mucho. Me permite aprender cosas y me encanta.

¿Cómo te ha afectado la sombra de Migala?

Si me ha afectado algo, ha sido en lo externo a mí y al trabajo musical. En lo musical y de letras muy poco. Ni me he fijado en ella, la verdad.

A nivel profesional y personal, ¿qué te ha concedido este nuevo trabajo?

Quizá ha ayudado un poco a definir en qué territorio se mueve El Hijo. En lo personal me ha aportado nuevas preguntas.

Parece que en los últimos años, en nuestro país, se ha producido una eclosión de festivales, grupos, salas, etc. ¿Crees que esto es algo positivo?

Creo que era algo que tarde o temprano tenía que pasar porque la acumulación y el ruido son signos de nuestro tiempo, y que algunos globos pueden estallarnos en las narices.

Y dentro de esta escena, ¿qué grupos admiras o sigues?

No veo más escena que la que a duras penas intentan crear las revistas, webs y demás. Al contrario, me parece que lo que hay son bastantes individualidades interesantes: me fijo bastante en lo que hacen mis compañeros. Además de seguir a los viejos colegas que ya se han lucido muchas veces, me atraen especialmente gente que escribe buenas letras y me aporta algo en lo musical como Single, Klaus&Kinski, Abraham Boba, Maderita o Refree o propuestas inquietas y hechas de curiosidad como Litoral. Además sigo mucho a grupos con los que he trabajado como Grupo Salvaje, Ornamento y Delito, McEnroe o Tórtel, ya que, a pesar de ello, me encantan.



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