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Sobre la soledad

Por Gonzalo Muñoz Barallobre.

Soledad, cuanto miedo te tienen. Saben que cuando los envuelves, cuando los sumerges en ti, no hay escapatoria. Toda máscara, todo simulacro, arde dentro de tu clima. Y se ven a solas con su rostro desnudo, con su vida sin disfraz, con su dolor en estado puro, con su miedo latiendo y perfumándolo todo. Sí, ellos te intentan evitar agarrándose a los otros. Buscan amigos. Persiguen al amor. Se entregan al ruido. O se lanzan a una actividad frenética que no les deje ni un segundo libre. Pero se engañan y en el fondo lo saben. Nadie puede escapar de ti. Siempre llegas dispuesta a dar luz allí donde no queremos fijar nuestra mirada. A desvelar nuestros nidos de sombras. A revelar las mentiras que nos hemos contado y que nos hemos creído. Y es que tu llamada a la honestidad quema demasiado.

Tal vez, la clave está en no dejarse llevar por la primera reacción. Deberemos pensar a cerca de ella, de su sentido y de su valor, y tomarla como lo que en verdad es: una aliada. Y es que ella es la casilla vacía que nos permite todo movimiento emocional. Y así, toda posibilidad de escucharnos, de conformarnos como nos hemos elegido, pasa por ella. Un espacio necesario que nos permite maniobrar, que nos permite recogernos y protegernos del mundo cuando lo creamos necesario. Y es que a través de ella nos podemos mirar y encararnos. Coger fuerzas para salir al encuentro de los otros. Respirarnos. Analizar el núcleo de nuestros miedos. Revisar el origen de nuestras esperanzas. Y sobre todo, aprender a estar a solas con nosotros mismos para terminar aprendiendo a amarnos. Y a través de ese amor, salir al encuentro del mundo y en busca de los demás.

La vida nos pone constantes pruebas, oportunidades únicas para reconciliarnos con ella: cuando nos encontramos en medio de una encrucijada existencial, cuando tenemos que mantenernos fieles a nosotros mismos, cuando alguien nos necesita, cuando tenemos que levantarnos de una derrota o de un éxito, etc. Y es que nadie decidirá, se mantendrá firme, acudirá a la llamada o se levantará por nosotros. Ahí es donde nos medimos. Donde se ve si tenemos la fuerza necesaria para afrontar lo que acontece.

Ganar en soledad es ganar en libertad y nobleza. Aprender a habitar ese espacio necesario nos ayuda a ser menos frágiles y, sobre todo, a ser menos dependientes. Y así, el camino que labremos podrá ser verdaderamente nuestro. Y es que toda singularidad, toda autenticidad, pasa por ella.

A mí me gusta crear pequeñas piezas, pequeños pensamientos que puedan llevarse en la memoria sin que la sobrecarguen. Síntesis que, como pequeñas canciones ambulantes, puedan acompañarnos día tras día. En esta ocasión ofreceremos la que sigue y con ella cerraremos este texto: cuida a diario a tu soledad y nunca te sentirás solo.

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