Con el culo al aire
Por Luis Muñoz Díez.
En el cine, la difamación es difamación y la calumnia es calumnia, pero cuando se sufre en la vida cotidiana y fuera del celuloide es dejarte con el culo al aire.
El otro día volví a ver El escritor de Roman Polanski. Una magnifica película. De esas que te enganchan y te hacen mirar la cartelera de los próximos estrenos antes salir de la sala porque te apetece volver al cine. Es una historia de engaño y traición a todos los niveles: sexuales, políticos, literarios, etc. en un mundo en que nadie es lo que parece.
La historia está bien atada, muere todo el que tiene que morir y al final queda totalmente claro quien ha sido la víctima y quien el engañado.
Esta es la grandeza del cine, te permite saber cosas que algunos personajes desconocen y les incumbe tal y como ocurre en la vida misma, pero el espectador sabe la verdad y con este conocimiento los valora con justo criterio.
De El Escritor, y su ficción, pase a la barroca vida cotidiana, en la que rara vez acabas sabiendo lo que se dice de ti. Ignorando cual es la opinión de personas con las que has convivido años y por “h” o por “b” has dejado de ver. Nadie te lo repite, porque es fácil oír la difamación de un tercero pero violento contar lo que otro opina de ti, y lo peor es que ese silencio cómplice alimenta la duda de que sea cierto.
Si rara vez llegas a saber lo que se ha dicho, sufres una verdadera distorsión de la realidad, en la que se llega a sobreponer lo que se dice con la verdad. Unido a una vergüenza profunda porque sea público un pedacito de tu vida que tú guardabas con celo. Y ya es difícil de medir la dimensión de la sacudida si se te hace responsable de algo que no has hecho. El pudor te paraliza con la idea del ridículo al que has estado expuesto. Algún alma bien intencionada te dirá “que lo importante es lo que tu conciencia dicte”, pero somos seres sociales y en una medida necesitamos la aprobación de los demás, y más si se te acusa de algo que tú mismo desapruebas.
Hay muchas maneras de matar y no hay muerte peor que la que se sufre en vida, cuando uno es apartado o rechazado –era una forma de castigo en los pueblos antiguos y en ciertas etnias-. La maledicencia se puede vestir de buena voluntad, como cuando sabes que alguien que creías amigo ha descalificado tu trabajo y se reviste de responsable cinismo, mostrándose como víctima y preguntando a todo el que puede con el fin de propagar más su juicio negativo. “¿Cómo le voy a decir yo esto?” Con estas personas sufrimos un engaño, porque quien es capaz de llevarte ese cuento mañana lo hará contigo, y sólo busca sonsacar otras palabras negativas para susurrarlas a un tercero.
Toda maledicencia es mala, desazona y desconcierta, pero la que hace sentir verdadero vértigo es la que propaga una persona cercana, alguien con quien has convivido, dormido y copulado. Alguien a quien has amado hasta confundir donde acababas tú y donde empezaba ella. A la que has mostrado toda tu indefensa desnudez, esa persona posee un poder que tú mismo le has otorgado, sabe muy bien donde duele, cómo y dónde puede provocar mas daño, y vaya si lo consigue, con su golpe frío, certero y directo.
En esos casos se añora el cine, en donde todo queda tan claro. A veces con muertos de por medio. Incluso entiendes a esa gélida primera dama de El Escritor que ha sostenido una impostura durante años, a la que pone carne la bellísima Olivia Willians, y la entiendes, porque director y guionista, auxiliados por todo un equipo, se han molestado en explicarte el por qué de sus actos. Todo queda claro, muy al contrario que en la vida cotidiana, en que te quedas con el culo al aire y sumido en una confusión que formula mil y una preguntas que nadie responde, y si osas esbozarlas ves como a tu alrededor escurren el bulto y te repiten “que no es su problema”, y ciertamente no lo es, logrando que te sientas más ninguneado, más hueco y te asalte la certeza de que lo que pasa es que esta vida no la entiendes y pides, como cantaba Luis Eduardo Aute, “cine, cine, cine, cine… más cine por favor, que todo en la vida es cine, y los sueños cine son”.