Lucha a lucha, entrevista a Assumpta Roura
Assumpta Roura (Barcelona, 1952) cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona; diplomada en sociología de la comunicación por la Universidad Paul Valerie (Montpellier) en 1990 con el trabajo de investigación ‘Sociología y comunicación en los albores del siglo XXI: pautas mediáticas y una nuevos comportamientos sociales’. Como periodista independiente empezó a escribir sus primeras crónicas y artículos en 1976 en el desaparecido Mundo Diario de Barcelona, al que le siguieron Avui, La Vanguardia, etc. Además de su faceta artística (literatura y fotografía) imparte cursos, conferencias y seminarios para diversas entidades y es traductora de inglés, francés, portugués e italiano.
Pregunta: La literatura, ¿la mejor terapia?
Respuesta: No. La literatura es un oficio artístico que ya tiene muchos siglos y que, como ya explicó Homero en ‘La Odisea’, intenta buscar alguna explicación sobre el conflicto del vivir mismo que lo que conocemos cómo realidad no nos da. Con la literatura aprende y comprende mucho mejor tanto el autor como el lector, por mucho que los aprendizajes sean distintos, como cada autor y lector son distintos. La terapia es otra disciplina en la que a veces se utiliza la escritura no literaria para que el paciente ordene con palabras lo que vive como un desorden psicológico. Ahora bien, en la cultura de la banalización y del mercado, en la que todo vale, es cierto que los mercaderes tratan de hacernos creer que cualquier libro de autoayuda y otras barbaridades es literatura. Un buen libro puede hacer que el lector enferme, lo que significaría que ha comprendido.
P: ¿Para cuándo poesía?
R: La buena poesía, siempre, pero como lectora. La poesía es la arquitectura misma de la palabra, es decir lo más difícil. De ahí que me merezcan tanto respeto los clásicos o poetas actuales como Raquel Lanseros, para mí la mejor voz poética actual, junto con Benjamín Prado, Alejandro Céspedes o Luís García Montero. Yo soy incapaz de escribir poesía, no soy poeta y se nota.
P: ¿Qué quieren expresar tus fotografías?
R: Yo no cojo la cámara, es la cámara la que me coge a mí y aunque puedan parecer palabras manidas, no lo son. Yo salgo con mi cámara muy de vez en cuando y sin ningún objetivo concreto. Entonces ella y yo jugamos. Si después alguien encuentra que el resultado del juego expresa alguna cosa, serán sus ojos, su sensibilidad, quien lo diga. Yo sólo juego, se lo prometo. Es más: el único compromiso que tenemos la cámara y yo es no tener ningún compromiso.
P: ¿Qué novela te hubiese gustado escribir?
R: De entre las que están escritas y me apasionan, sólo pretendo aprender. Quienes las escribieron son dueños absolutos de sus palabras, de sus silencios, de la historia que encierren. Es una propiedad que a nadie quiero arrebatar porque sería una usurpación, una estafa a mí misma. Me conformo con seguir escribiendo lo que yo siento, lo que necesito comprender y si consigo que guste a unos pocos de los que comparten este mundo conmigo, ya me doy por satisfecha. La vanidad y yo hace tiempo que nada tenemos que decirnos. Yo hago mi camino, veremos a dónde me lleva. Que cada cual haga el suyo.
P: Assumpta, ¿estamos en época de matriarcado?
R: Estamos en una civilización de la tontería, que es una forma de enmascarar la barbarie. Estamos asentados en la estupidez donde un eslogan publicitario adquiere categoría de verdad absoluta sin serlo. Estamos en un momento de aniquilación de lo humano en su sentido más profundo, donde ni hombres ni mujeres se han llevado el gato al agua. No me interesan a estas alturas ni el patriarcado ni el matriarcado, que son construcciones culturales que ya no sirven. La pregunta es, hoy, ¿dónde están las personas, con independencia de su sexo? ¿Cómo reconstruir, de verdad, la idea de persona y ver luego como nos relacionamos? Lo demás son temas para pasar el rato.
P: De ‘Entre nosotras: De mi madre a mi hija’, ¿qué le contarías a tu madre?
R: Lo que ya le dije en aquel libro y algo más: ¡Cuánta razón tenías y cómo te sigo queriendo!
P: ¿Qué ve la mujer del espejo?
R: Lo mismo que vio la madrastra de Blancanieves, o su reflejo en el espejo: que el tiempo no pasa en vano y pobre de aquel que no lo sepa. La historia de la madrastra del cuento viene de Oriente. El primero en escribirla fue Apuleyo, varios siglos antes de cristianismo, y hoy sigue vigente. Ya ve que lo de verdad importante no cambia. Eso es lo que traté de decir en mi libro ‘La mujer ante el espejo’.
P: Assumpta, dentro de nuestros pensamientos para un mundo mejor, ¿cuál es tu sueño? ¿Hay algún miedo dentro de él?
R: Los cínicos suelen decir que el mundo siempre ha sido terrible y se quedan tan anchos. Yo me siento comprometida con el mundo que me ha tocado en suerte vivir y en la medida de lo que me es posible estoy allí donde lo injusto, de tan vistoso, es casi pornográfico. Ahora ya creo más en el trabajo que en este ámbito uno hace a diario que en los sueños. En cuanto al miedo, forma parte de la vida, no es posible vivir sin él. Lo único que hay que procurar es no caer en el miedo paralizante, el que hace sufrir o bien obliga a la huida.