CríticaMúsica

Música: Lo mejor del 2010 (V)

Esta vez nos toca Diego Puicercús.
DISCOS

Neil Young: Le noise. Tal vez, si lo analizas fríamente, el de Neil Young no es ni de lejos el mejor álbum del año. La portada me parece horrible, los arreglos brillan por su ausencia, algunas canciones pueden parecer incluso monótonas, no existe un single con una melodía medianamente pegadiza que te haga más llevadera su escucha, la voz es lo que es, la guitarra más que sonar parece que gruñe, las letras están lejos de ser las más inspiradas de su obra …Y sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, nada de lo que se ha publicado en los últimos doce meses me ha generado un enganche tan grande como este disco. Hablo de una adicción física y emocional real, de esas que te empujan a escucharlo una y otra vez durante horas , un día tras otro, una semana y después otra más… y así casi hasta hoy.

Grabado en la mansión de Daniel Lanois (que se encarga de la producción) el proceso de trabajo era sencillo. Neil cantaba y tocaba la guitarra mientras que Lanois, desde el otro lado del cristal, añadía sus ruidos y manipulaciones varias. Unas cuantas tomas de cada canción y pasaban a la siguiente… Y poco más. El resultado un disco orgánico en el que su Old Black cobra todo el protagonismo con un sonido tan imponente que nos devuelve a principios de los 90 y al magistral Ragged glory.

Neil Young sigue viviendo en el filo, sin concesiones y sin dejar de sorprender. Prueba de ello es su última gira en la que un asombrado público se encontró que los conciertos publicitados por los promotores como íntimos se convirtieron en auténticos desparrames eléctricos. Su respuesta la plasmó en las camisetas del merchandaising: “Yo dije que iba a actuar solo… ellos anunciaron que era en acústico”. Y termino que tengo que dar por enésima vez la vuelta al LP…
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Arcade Fire: The suburbs. Aclamado y vilipendiado a partes iguales, el nuevo trabajo de los canadienses ha logrado, una vez más, no dejar indiferente a nadie. Superan con nota el difícil tercer álbum tirando de estilo y logran que sus nuevas canciones no desentonen demasiado con las de sus dos entregas anteriores. Y eso no es sencillo si se tiene en cuenta que Funeral y Neon bible son ya auténticos clásicos de la música actual. En ocasiones su grandilocuencia sonora pueda resultar pesada y cargante, pero al final creo que lo bueno e interesante que aportan supera con creces el regusto amargo que te deja no encontrar en su interior todo lo que esperabas.

Mavis Staples: You are not alone. La gran dama del gospel echa mano de Jeff Tweedy y se marca un disco que para si quisieran muchos de los artistas que van presumiendo por ahí de innovadores. Si su resurrección musical hay que agradecérsela a Ry Cooder, la aportación de Tweedy ha hecho que entrara de lleno en el siglo XXI asumiendo un riesgo que no se espera de un artista con su recorrido. La selección de canciones es impecable recuperando clásicos perdidos de John Fogerty, Little Milton, Allen Toussaint o Gary Davis e incorporando algunos nuevos que brillan con la misma luz que esos clásicos olvidados. Una fusión de lo mejor del pasado y el presente a medio camino entre el gospel de las Staples Sister y el rock minimalista de Wilco. Una delicia.
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Paul Weller: Wake up the nation. The modfather ha vuelto a hacerlo. Tras el maravilloso 22 dreams de hace un par de años sigue avanzando en una dirección que tal vez sólo él conoce pero que nos deja agradablemente descolocados. Ni abandona sus impecables melodías ni deja de mirar de reojo su majestuoso pasado, pero da un nuevo paso adelante y se reinventa a base de R&B, funk, psicodelia, unas pizcas de free jazz y por supuesto puro pop y mucha experimentación. En el Reino Unido lo han llamado mod de vanguardia pero yo creo que simplemente es Paul Weller en estado puro haciendo lo que mejor sabe, y eso en los tiempos que corren es mucho.
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Tom Petty and the Heartbreakers: Mojo. Habían pasado ocho años desde su último trabajo junto a los Heartbreakers y la expectación era grande. Después de escucharlo y saborearlo con calma la concusión es que, aunque no suena a ellos, su esencia se percibe en cada surco. Las canciones se deslizan por distintos géneros y estilos de la tradición musical americana pero suenan compactas sin formar una mezcolanza incoherente. Todo fluye en perfecta armonía como si los temas hubiesen surgido de la más casual de las improvisaciones, y al final la duda de siempre. ¿Cómo es posible que siendo el mejor rockero de su generación apenas haya rozado el premio del reconocimiento masivo?
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Elvis Costello: National ransom. Los discos editados por Costello en los últimos años no tienen desperdicio (Delivery man en 2004, The river in reverse junto a Allein Touissant en 2006, Momofoku en 2008 y Secret, profane & sugarcane en 2009) y si de este decimos que es más de lo mismo, lejos de hacer una crítica negativa lo estamos encumbrando al estatus de obra mayor en una discografía ya de por si excelente. Hay que decir que es un trabajo que necesita cierta dedicación para poder asimilar conjuntamente su riqueza musical y la particular visión del mundo y del amor que refleja en sus letras, pero una vez que entras resulta muy gratificante y disfrutable.
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Jimi Hendrix: Valleys of Neptune. ¿Alguien duda que Jimi Hendrix ha sido, es y será el único dios verdadero de la guitarrista eléctrica? Durante años se ha explotado su legado de una forma un tanto indiscriminada a base tomas alternativas y de todo tipo de conciertos de una calidad e interés más que dudoso, pero en esta ocasión es distinto. En total son doce temas inéditos grabados en estudio poco antes de morir y en los que Jimi se muestra sobrado de energía y con una inspiración que raya la perfección. Si todavía queda algún ateo, que no dude que si lo escucha recuperará la fe… Y para el resto simplemente que se arrodillen una vez más y aclamen al altísimo.
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Bob Dylan: The Witmark demos. La novena entrega de las Bootleg Series desentierra alguna de las maquetas que Dylan grabó en sus primeros años en Nueva York y de las que surgirían sus cuatro primeros discos. Versiones primigenias de sus primeros éxitos y un puñado de inéditos que muestran parte de su proceso creativo y nos descubren como nace una leyenda. Material de primera que sólo tiene una pega. Si los volúmenes anteriores eran aptos para todos los públicos en este, para disfrutarlo plenamente, conviene estar iniciado en el universo dylaniano. Si no, los dos discos se te pueden hacer muy duros, pesados e incluso monótonos. El que avisa…
Bunbury: Las consecuencias. Nunca me han gustado Héroes Del Silencio y su primer disco en solitario me dejó frío (aunque entiendo que fuese necesario para marcar distancia con su pasado), pero desde que en 1999 publicó Pequeño el aragonés errante me tiene ganado. Dividido en dos partes bastante claras (la cara A más reposada y acústica, la B más eléctrica) las diez canciones de Las consecuencias acaban sabiendo a poco y nos devuelven al Bunbury arrebatador y emotivo. Su obra en solitario no tiene desperdicio y se la pueden poner muy poquitas pegas, pero en esta ocasión no te quedas con la sensación de que hay temas menores para completar el minutaje del CD. Simplemente conmovedor.
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Supersubmarina: Electroviral. Confieso que en lo musical tiendo a mirar siempre más al pasado que al presente por lo que los artistas que hoy triunfan es fácil que yo lo descubra dentro de unos años. Han sido pocos los grupos noveles a los que me he acercado este año pero de entre todos ellos el que más me ha llamado la atención ha sido, sin duda, Supersubmarina. La verdad es que al escucharlos por primera vez sientes que eso ya lo has oído antes en algún otro sitio pero, lejos de sonar a copia barata de sus maestros, aportan una frescura y un no se qué añadido que los diferencia y coloca por encima de gran parte de las bandas indie patrio (que lo son aunque el disco esté editado por Sony). Habrá que estar pendiente de ellos en el futuro…
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CANCIONES

“Sometimes I don´t need to believe in anything” de Teenage Funclub
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“I want the world to stop” de Belle & Sebastian
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“Aim high” de Paul Weller
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“Niebla” de Supersubmarina
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“Los habitantes” de Bunbury
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