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Haciendo amigos (3)

Por Pedro de Paz.

—Coge y acerba el apetito humano hasta que puedas romper los átomos con su enorme ansia. Levanta egos del tamaño de catedrales, y con fibra óptica conecta el mundo con esos egocéntricos impulsos. Adorna las atribuciones más osadas con oropel, dólares y fantasías hasta que todo ser humano sea aspirante a emperador, sea su propio Dios… y Eddie será el resultado.

( Pactar con el diablo, Taylor Hackford – 1997 )

Las nuevas ropas del emperador

Hace unos días me llegó por varias fuentes la referencia a un video en el que un reputado intelectual peruano criticaba la última novela de un célebre escritor, peruano también, aunque con cierta repercusión en España. Leo a diestro y siniestro comentarios que alaban lo acertado de la crítica y lo perspicaz de la exposición del crítico. Contemplo el vídeo. Lo vuelvo a contemplar. Lo visiono una tercera vez. Lo único que en mi ignorancia consigo percibir es a un personaje balbuceante que durante más de nueve minutos desvaría de forma inconexa, recurrente y cansina. Empecé a sospechar que todo era producto de una broma cósmica de no ser porque en diversas partes de la red (Facebook, blogs, foros…) aparecían un gran número de opiniones que hablaban con entusiasmo sobre la pericia del mencionado crítico. Y yo me preguntaba: ¿me estaré volviendo imbécil? La respuesta es: probablemente sí. Pero, aun así, traté de evaluar minuto a minuto el contenido del vídeo.

Minuto 00:00 – 01:42: El crítico menciona que el libro es demasiado largo y advierte que una excesiva extensión en un texto literario puede poner en serio peligro el sustento del ritmo narrativo —«puede romper la diegésis» indica el eximio—  de la historia ( ¡Ah! ¡Oh! ¿Cómo no he podido darme cuenta hasta ahora? ).

Minuto 01:43 – 03:13: El crítico enuncia que en el texto priman las oraciones coordinadas y diserta de forma prolija acerca del hecho de que los textos perfilados a base de oraciones coordinadas producen una prosa telegráfica, de golpe seco, que corre el riesgo de resultar excesivamente machacona, monótona y aburrida para el lector. Defiende que las oraciones subordinadas inducen a una mejor cadencia estilística en la prosa, mucho más legible y agradable por su musicalidad. ( ¡Cáspita! ¿Quién lo diría? ).

Minuto 03:14 – 04:43: Deplora el hecho de que cierto sector de la crítica, por sistema y acogiéndose a razones espurias las más de las veces, suela ensalzar y poner en el candelero a escritores cuyas técnicas narrativas son mediocres cuando no pobres de solemnidad. ( Pues no tenía yo ni idea de ese tema, fíjate… ).

Minuto 04:44 – 05:27: Cita de rondón a Jean Paul Sartre.

Minuto 05:28 – 07:45: Vuelta la burra al trigo. De nuevo se incide en las oraciones coordinadas y subordinadas. Amplia explicación de cómo se construyen.

Minuto 07:46 – 09:17: Procede a la lectura de un fragmento del libro objeto de la crítica. Machacona reincidencia en el asunto de las coordinadas y subordinadas. ( Y van… )

Minuto 09:18 – 09:43: Reprocha al autor su repetida insistencia en el uso de determinados vocablos y términos, no siempre empleados con propiedad. ( ¡Coño! Al fin algo concreto )

Minuto 09:43: Fin del vídeo.

Vamos, ni Paulo Coelho en sus mejores tiempos. Y a todo esto, tras nueve minutos, aún no conocemos ni el argumento del texto ni su trasfondo ni su estructura ni la poca o mucha profundidad de los personajes ni su desarrollo por parte del autor. Si a este hombre le encargan una Crítica Acompasada al estilo de aquellas mordaces disecciones redactadas por Clandestino Menéndez estamos viendo vídeo hasta el día del Juicio Final. Por la tarde.

Vaya por delante que hasta ese momento ni conocía al mencionado crítico ni conozco —ni he leído— al autor objeto de la crítica. Ni albergo ninguna animadversión previa en contra de ninguno de ellos. Ni que, en función de lo que se declara en el vídeo, lo expresado por el crítico sea del todo erróneo (aunque sí muy matizable). Lo que me causa un intenso ataque de estupor es comprobar cómo la exhibición y difusión de ese video ha arrastrado la estela de un coro de palmeros que, al borde del orgasmo intelectual, lo alaban hasta el hartazgo como si el crítico fuese el nuevo Mesías de la Literatura. Y que dicha elevación a los altares se amerite por mencionar tres obviedades de primero de novelista insertas en una lección de gramática, que NO una crítica literaria, impartida por un aparente corrector de estilo y disertadas al más puro Cantinflas style. Lo siento de veras: no lo entiendo. Muy probablemente la culpa sea mía, no digo que no, pero no logro entender cómo algo así es alabado como un significativo ejemplo de correcta crítica literaria.

Mi problema es que, como ser desconfiado que soy, este tipo de situaciones, bastante frecuentes por otra parte, me recuerdan a la fábula de las nuevas ropas del emperador. Mucho. Demasiado. Pero a ver quién es el osado que, algún día, le pone el cascabel al gato y se atreve a decirle al crítico que va desnudo. Quizá haya que empezar a planteárselo.

Parque Coimbra, diciembre de 2010

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