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Juliet, desnuda

Por Guillermo Ortiz. Una pareja de ingleses rondando los cuarenta tratan de agarrarse a su adolescencia mediante la mitificación de un músico ochentero estadounidense retirado 25 años atrás en extrañas circunstancias. El hombre es un misterio y la pareja está dispuesta a resolver ese misterio pieza por pieza. Llevan quince años en ello. El problema es que ha llegado un momento en que en realidad solo el chico –el hombre- quiere seguir con el juego. A la chica, lo de quedarse en la postadolescencia le ha parecido bien como broma pero cree que ya es hora de dar un paso adelante: como digo, se acerca a los 40, quiere ser madre y tener algo parecido a un matrimonio de dos y no de tres.

Ese es el punto de partida de “Juliet, desnuda”, el nuevo libro de Nick Hornby, que recurre una vez más al mundo de la música y sus fans irredentos para construir una narración amena con algunos giros realmente brillantes. Por ejemplo, el personaje de Tucker Crowe, es decir, la estrella del rock retirada en medio de una mitología de foro de Internet. Crowe, en realidad, no es más que un hombre normal, con algo parecido a una familia y que en su momento se cansó de jugar, igual que Annie, la mujer de la pareja inglesa, se empieza a cansar de los juegos de Duncan.

En realidad, si se piensa bien, es una novela sobre la madurez. Casi toda la literatura de Hornby es una lucha contra la madurez: quiero tener una tienda de discos, quiero verme todos los partidos del Arsenal, quiero seguir siendo un niño de 10 años, quiero ver la casa donde vivía la novia que inspiró el mejor disco de mi cantante favorito… pero la gravedad acaba venciendo de manera más o menos amable. De hecho, hay en “Juliet, desnuda”, a mi juicio, un exceso de amabilidad. Por momentos, se hace ñoña, aunque esos momentos se mezclen con otros francamente divertidos.

Sea por la traducción o por la propia elaboración de Hornby, la mayoría de los diálogos parecen sacados de una película. Solo resultan creíbles si uno se imagina a dos actores interpretándolos, con sus pausas, sus gestos, sus silencios… La literatura tiene un lenguaje y un ritmo y el cine, otro. No estoy diciendo que el autor no  lo sepa. Si alguien lo sabe, de hecho, probablemente sea Hornby, pero en este caso cruza de un lado a otro con demasiada ligereza. “Juliet, desnuda” es una novela agradable que nadie se arrepentirá de leer. Probablemente tampoco cambie su vida, aunque el enfoque es realmente original en algunos aspectos, pero al menos se puede gozar con un principio contundente aunque después se vaya aletargando un poco.

Una lectura rápida y amable, ya lo he dicho. Nick Hornby. Nada que reprocharle.

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