«La guarida del Duende», de Juan Carlos Aguirre
Un relato de Juan Carlos Aguirre.
La guarida del Duende
Duendes asturianos no me dejan dormir. Están toda la noche revoloteando entre mis escritos. Sólo escucho sus murmullos en céltico antiguo. Creo que esta vez fueron tres o cuatro individuos. El sonido de sus diminutas manos arrugadas manipulando los folios es inconfundible. Son rápidos y astutos.
Cuando enciendo la luz ya se han ido. Son difíciles de ver y más de atrapar. El otro día me desaparecieron siete sonetos paganos y ayer un par de relatos esotéricos. Van a lo suyo, saben lo que quieren, pero lo que me extraña es que hoy me ha desaparecido, también, un poema kantiano. Hace unos segundos, mientras escribía esto.
Se esconden entre los árboles del bosque. En zonas casi inaccesibles. Nadie sabe con exactitud dónde viven. Salen de noche y de día, según sus necesidades y divertimentos. No sé cómo, pero se las ingenian para entrar a mi casa. Estoy «atrincherado en mi bunker», pero aún así entran, y al salir
dejan la ventana abierta. Estoy pensando en comprarme un gato o un perro para que los espanten. ¿Para qué quieren mis escritos? ¿Qué hacen con ellos?
Hace unos días escribí un poema arcano y le coloqué un chip localizador GPS imperceptible, pero aún así, los duendes se dieron cuenta y me tendieron una trampa. Seguí el rastro del localizador y me llevó a la guarida de un oso que casi me mata del susto. Ya os imagináis el resto… Qué vergüenza por Dios.
Son listos, demasiado, diría yo. Aunque le echo llave a los cajones del escritorio ellos lo abren con facilidad y se llevan mis escritos. He pensado en dormir con ellos. Con mis escritos, digo. Guardarlos debajo de la almohada, o qué se yo. ¿O tal vez quieren que deje de escribir? Ya no sé que pensar. Si
se propusieron perturbar mi tranquila vida, lo están consiguiendo.
Lo que quisiera saber es dónde se esconden, dónde se está la guarida del duende. No quiero contaros qué haré cuando encuentre su guarida. No quiero espantaros, pero a lo que ya os imagináis que haría, cuando los encuentre, multiplicarlo por cien. Tengo que recuperar mis escritos, tengo que
encontrar la guarida del duende…
Por favor, no penséis que desvarío o que se me fue la olla, no. Lo que os cuento es verdad. Ya sé que os parecerá esto muy extraño, pero es verdad… ¡es verdad! ¡¡es verdad!! ¡¡¡ES VERDAAAAD!!!
– Creedme, ¡no estoy loco!, no Doctor, ¡no! No estoy loco, enfermero, ¡soltadme, dejadme ir!
– Vienen a por mí, ¿no los veis? ¡¡¡NOOOO!!!
– Están aquí, mirad, allí están los duendes, ¡¡¡LOS DUENDEEES!!! ¿qué hacéis? No cierren la puerta…
– (El personal sanitario): Abra la boca, tómese la medicación…