Deconstruyendo a Bowie
Por Javier Franco.
Hace unos cuantos años que David Bowie ha desaparecido de la vida pública, de esa que tantas noches de gloria le dio. Sin embargo, no por ello Bowie ha dejado de estar en el tintero. En los últimos años hemos visto como su obra más aplaudida -la que abarca la década de los setenta- ha vuelto a ver la luz en jugosas reediciones, dispuestas a ser devoradas por coleccionistas y curiosos de una de las carreras más prolíficas de las últimas décadas. Álbumes como Station to Station, Aladdin Sane o su famoso Ziggy Stardust han pasado por el trámite de la reedición, en un intento por recuperar una obra que sigue creciendo en matices, a pesar de tener ya cuatro décadas a sus espaldas. Precisamente hoy queremos situarnos en ese punto de partida, en ese lugar de no-retorno a partir del cual nada fue lo mismo para David Bowie. Precisamente hoy, que se cumplen cuarenta años de las aventuras de un pequeño genio convertido en estrella del pop y el rock.
Corre el año 1969, la escena hippy y psicodélica comienza a subirse al carro del rock progresivo. Atrás quedan los mods, los rockers, el festival de Monterrey, Mayo del 68. La música popular ha adquirido su mayoría de edad en una década de los sesenta en la que los claros triunfadores son cuatro chicos de Liverpool, ahora convertidos en mitos, llamados The Beatles. Sin embargo, finalizada la década, el grupo británico se separa y la industria busca nuevos artistas con los que llenar un vacío, que ya nunca volverá a llenarse del todo. Un joven David Jones lleva desde 1964 cantando y tocando el saxofón en grabaciones que beben de la escena mod y de la música lisérgica más infantil al estilo de Syd Barret. Juegos musicales en los que es imposible vislumbrar las grabaciones futuras de un David desconocido.
Sin embargo, en el año 1969 el propio David -ahora ya sí, bajo el nombre de Bowie- decide tomarse las cosas en serio y publica su primer single, como adelanto de su próximo disco titulado Space Oddity. La canción, bautizada como el álbum, nos presenta un Bowie alejado de la década de los sesenta y abrazando las nuevas tendencias de la escena británica. Basta de juegos. Bowie, tomando como punto de partida el folk, se hace dueño y señor de un prominente space rock que explotará en los primeros años de los sesenta. Una muestra más de cómo Bowie ha sabido adelantarse a su tiempo década tras década. ¿O será que es él el que marca las tendencias futuras? Con Bowie nunca se sabe. Si algo ha demostrado el británico a lo largo de su carrera es que siempre sabe estar el primero en la línea de salida -aunque ello le provoque algún que otro traspiés artístico-. Pura vanguardia musical.
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Bowie, por fin Bowie, a solas con su guitarra, abre su propio universo con “Space Oddity”. Una voz de ultratumba, venida desde la otra punta del universo, llama desde una cabina de mandos al Major Tom -uno de los tantos personajes que protagonizarán las aventuras musicales de Bowie-. El influjo de la película de Kubrick 2001: Odisea en el espacio llega hasta la música. Bowie nos introduce en un mundo galáctico, en una conversación más allá de los mundos. Pero de una manera suave, sin olvidar la tristeza de aquel que se encuentra a millones de kilómetros de su casa. La cuenta atrás comienza mientras Major Tom responde. Y en un arranque de nostalgia se acuerda de lo azul que es el planeta Tierra, de la luna, de su mujer. La canción despega. Y las palabras del Major Tom viajan por el universo entero en busca de alguien que las escuche.
Pero Bowie no está solo en su viaje. Además de su guitarra, el artista envuelve su historia de arreglos y sintetizadores. Una pequeña ópera en la que cabe el folk, la música más espacial y un rock bañado en la nostalgia. A los teclados un desconocido Rick Wakeman -a la postre genio del sintetizador a solas y con el grupo de rock progresivo Yes- adorna la historia del Major Tom con capas de sintetizadores y efectos ‘marca de la casa’. Bowie se desliza por la melodía, se deja abrazar por toda una orquesta espacial. La historia adquiere tintes épicos, nos lleva más allá de los mundos. Mientras, el Major Tom sigue viajando por el universo en busca de alguien que le escuche.
Sin embargo, la canción no pasa del número 5 en las listas británicas, y más debido a la fiebre espacial de la llegada del hombre a la Luna que al propio tema. Quizás demasiado adelantada a su tiempo, no será hasta la llegada del gran éxito internacional de Bowie en 1972 cuando la canción será recuperada como se debe. Imprescindible en los conciertos del británico, Bowie acostumbraba a tocar la canción a solas con su guitarra, sin artificio alguno, dejando el protagonismo desnudo a la historia espacial del Major Tom. Desde ese año 1969 la canción ha sufrido decenas de modificaciones, versiones, que han ido apareciendo a lo largo de los años. El propio Bowie volvería a editarla en formato de single en el año 1975, cuando era ya una estrella del glam rock, junto a dos de sus éxitos: “Changes” y “Velvet Goldmine”.
Sin embargo, la canción no recibiría su merecido tributo en forma de reedición hasta el año 2009, año en el que se cumplirían cuarenta años de su primera publicación, allá por la época en la que el hombre pisaba por primera vez la Luna. En esta edición cuarenta aniversario aparece no sólo la versión original británica del single en formato mono, sino que también se incluyen las dos ediciones que aparecieron en el mercado estadounidense -una en stereo y otra en sonido monoaural-. Y la cosa no acaba aquí. Una grabación nueva del tema en 1979 y, lo que es más sorprendente, ocho versiones más del tema, una para cada instrumento, completan la compilación. Bowie deconstruyendo su propia canción. Ocho pistas, en cada una, la grabación de cada uno de los instrumentos a solas, demostrando la riqueza de un tema construido a capas, como un gran puzzle que, una vez resuelto, nos muestra la fotografía de un David Bowie allá por el año 1969. Cuando el joven artista soñaba con convertirse en una estrella.